Ahora en enero, una joven madre de Reino Unido cumplirá nueve meses sin tomar una gota de alcohol. Hoy lo hace gracias al apoyo de su esposo y el cariño de su pequeño hijo de un año de edad, pero antes, ni ellos podían evitar que ella pasara ebria por días.

Esta historia comienza en 2005, cuando Sophie tenía 15 años. Para la navidad de esa época, y rodeada de familiares que bebían moderadamente, ella tomó una copa de vino. Para el final de la jornada, bebió una botella sola. Desde ahí, inició un viaje que no tuvo retorno por años.

Al ingresar a la universidad, todo empeoró. Quedó inmersa en un ambiente donde la ‘cultura del alcohol’ era el pan de cada día, ya que no era más que diversión: “Cuando fui a mi primera fiesta, escuché a algunas chicas decir: ‘Haz que la nueva beba y fume’, refiriéndose a mí. Beber me hizo sentir genial y popular, y comencé a creer que todo no debía ser divertido sin alcohol”.

Según confesó al portal BestLife, cuando le entregaban el dinero de bonos estudiantiles, para pagar comida y transporte, lo gastaba en alcohol: “Ni siquiera pensé en ello. Obtuve mi título. No comí porque ‘comer es hacer trampa’, como decimos aquí, así que estaba constantemente enferma. Pero no pensé que fuera un problema porque cada persona a mi alrededor estaba haciendo lo mismo”.

Así fue como tras pasar la universidad, y comenzar a trabajar, también gastaba su sueldo en salidas a bares. Pese a que muchas veces llegaba con lo mínimo a fin de mes, aún así priorizaba beber alcohol.

“Si quería comprar un vestido por 40 libras (40 mil pesos), pensaría que era demasiado caro. Pero soltaría 200 libras (200 mil pesos) en una salida nocturna como si fuera una necesidad vital”, reconoció Sophie, que sufría constantemente de ataques de pánico y ansiedad.

¿Cuándo comenzó a cambiar? En 2015, cuando conoció a su actual marido. Él sólo bebía ocasionalmente, por lo que en más de una ocasión tuvieron discusiones por la adicción.

“Le decía cosas realmente desagradables cuando estaba borracha, o era agresiva, o simplemente vomitaba por todo el piso. Era cada vez más evidente que no le gustaba cuando bebía. Le dije que era aburrido y controlador y no me entendió, y rompí con él”, expresó la joven, que decidió regresar con él semanas después.

Junto con esto, descubrió que estaba embarazada. Fue así como por ‘obligación’ estuvo sobria por 9 meses, algo que para ella fue caótico. Peleaba constantemente con todos, por sus ganas de tomar, algo que no cambió cuando nació su hijo.

Tras dar a luz en 2017, Sophie se convirtió en ‘la mamá del vino’, y pese a que su hijo tenía meses de vida, ella seguía con su adicción, sin escuchar a nadie.

Un día, todo cambió. Luego de otra extensa jornada de alcohol, se dio cuenta que tenía una resaca tan fuerte, que no podía cambiarle el pañal a su bebé.

“Me sentí como una madre terrible y la peor persona del mundo (…) Lo veía jugar, llorar y pensar cómo merecía una madre mejor”, expresó la joven, que además asumió lo mal que estaba físicamente. Luego de preguntarse: “¿Soy alcohólica?”, comenzó a pedir ayuda.

Además de apoyarse en su familia y de ir a sesiones para combatir el alcoholismo, Sophie comenzó a exponer su caso en redes sociales, sobre todo para inspirar a otras mujeres y madres.

“Perdí peso, mi piel se aclaró, las migrañas desaparecieron. Pero, lo más importante, mi salud mental mejoró. No tengo pensamientos negativos como solía hacerlo. Me siento más liviana y más paciente y, en general, soy una persona mucho mejor”, reflexionó la británica.

Hoy a través de su cuenta de Instagram, titulada ‘Sobria y feliz’, busca que más personas escuchen su historia: “Creo que si el alcohol te afecta negativamente de alguna manera, vale la pena echarle un vistazo a tu consumo de alcohol. Si crees que no puedes pasar 30 días sin beber, podría haber un problema allí”, cerró Sophie.