Es común que las embarazadas experimenten anáuseas, especialmente en los tres primeros meses de gestación. Mientras unas apenas sienten molestias, otras prácticamente pasan toda la “dulce espera” al lado del WC. Pero lo que le ocurrió a la estadounidense Jenn Morson, superaba a todo lo esperaba.

Como relató al portal The Mix, tenía 5 semanas de embarazo cuando se puso a vomitar en la casa de su cuñada. Su suegra le dijo que era una buena señal, “que las naúseas significaban que el cuerpo estaba lleno de hormonas, necesarias para mantener al pequeño cigoto sano y salvo”, relató.

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Así que simplemente dejó que su esposo la llevara a la casa y se tomó una bebida Ginger Ale en el camino, esperando que las molestias pasaran. Pero no ocurrió. No importaba cuántos trucos y recetas probara, su estómago seguía horrible. “Si estaba consciente, estaba vomitando”, resume la situación.

Anne Worner (cc) | Flickr
Anne Worner (cc) | Flickr

Cuando se sintió demasiado mal, fue a Urgencias donde la hicieron esperar por horas “porque no era de alta prioridad”. Tras varios exámenes, le dieron fluidos porque estaba deshidratada y la enviaron a su casa diciéndole que “las náuseas ocurren, ¡sólo significan que el bebé está sano!”

Pero la hidratación del suero le duraba dos días y volvía a caer en Urgencias, donde esperaba por horas y sólo para obtener más fluidos y cero soluciones. Ocurrió cuatro veces más, hasta su cita con la ginecóloga, a la que llegó con el 10% menos de su peso, con las ropas colgándole y sus ojos hundidos.

Christian Glatz (cc) | Flickr
Christian Glatz (cc) | Flickr

Ella estaba escéptico y pensaba que no estaba comiendo lo suficiente o lo adecuado. Aunque sentía ganas de gritar, no pudo; su esposo le explicó que habían probado todos los remedios, así que simplemente le prescribió a Jenn unas pastillas para las naúseas y la despachó.

Estos fármacos la hacían dormir mucho, pero no lograron detener los constantes vómitos. Volvió a caer en Urgencias, pero esta vez hayaron “ketones” en su orina, lo cual significaba que su cuerpo estaba presionándose a su límite para entregarle energía. Recién ahí le creyeron que no exageraba y lograron diagnosticarla: tenía Hiperémesis gravídica.

Esta condición causa náuseas y vómitos graves. Es bastante extraña, ya que afecta a entre el 0,3 y el 2% de las embarazadas; pero al mismo tiempo es tan severo, que podría haberla matado o haber dañado a su bebé debido a la deshidratación y desnutrición.

Valerie Everett (cc) | Flickr
Valerie Everett (cc) | Flickr

Recién ahí le pusieron una vía y los fármacos necesarios para estabilizarla, además de fluidos y vitaminas. La enviaron a la casa aún conectada y le enseñaron cómo inyectarse todo lo que necesitaba. Desde ahí, comenzó a recuperarse poco a poco y a añadir algunas comidas a su dieta, como pavo o un sandwich de queso.

Aunque nunca se fueron las náuseas del todo, en la semana número 20 lograron quitarle la vía. Hoy, Jenn da las gracias de tener a una médico preocupada y talentosa que no cree que exagera, ya que sufrió lo mismo que ella en su embarazo. “Sin la médico que finalmente reconoció lo que ocurría, ni yo ni mis cuatro hijos estaríamos aquí”, concluyó.

Jenn Morson
Jenn Morson