Este domingo en la nueva edición de El Informante de TVN, el exacólito Javier Molina Huerta, denunciante del sacerdote Jorge Laplagne dio a conocer su crudo testimonio.

Molina, quien hasta este año trabajaba en el Instituto Alonso de Ercilla de los Hermanos Maristas, comenzó relatando que “yo tenía 13 años cuando conocí a Laplagne. Estaba en ese momento en una situación familiar complicada. Teníamos más o menos problemas económicos graves en mi casa y mis papás se habían separado. Y, en busca de apoyo, la Iglesia Católica tiene unas especies de escuelas de formación, que se realizan en verano todos los años en Maipú, donde acuden todos los sacerdotes del decanato de Maipú”.

“En este momento yo conozco a Laplagne y me acerco a conversar con él algo que no era de gran importancia, si lo veo en perspectiva. Y me asombró que al terminar la conversación él se ofreció a llevarme hasta mi casa en su auto”, agregó.

“Me lleva a la casa, conversa con mi mamá, que justamente estaba afuera, creo que fumando. Se ofreció a llevarme a mi casa todos los días y mi mamá le dijo ‘yo lo espero acá con un café y unas galletas, no se preocupe’. Me empezó a llevar todos los días a la casa y extrañamente esto se empieza a repetir, él ya empezó a llegar todos los días a mi casa. Eso se perpetuó con un par de meses“, destacó.

Más tarde, Molina explicó que “eso genera un cierto vínculo, porque entraba dentro de la dinámica familiar. Hasta ahí nada raro. Un par de semanas después, me invitó a acolitar a su parroquia y me empezó a hablar de lo que es la guía espiritual, que es una instancia que los sacerdotes utilizan y en donde guían entre el bien y el mal. Ahí me dijo que tenía que confiar en él plenamente, lo que involucraba hablar todo tipo de cosas”.

“Él me empezó a pedir información sobre masturbación, situaciones del tema sexual… En ese momento no me parecía nada extraño. Me chocaban las preguntas, no lo voy a negar, pero aún era manejable”, añadió.

“Pasa el tiempo y en el trascurso en que me llevaba a mi casa, comenzaron a haber tocaciones en las piernas y en los genitales. Te choca, te quiebra. Algo sucede dentro de ti cuando una personas que te triplica en edad te empieza a manosear. ¿Cuál era la respuesta de él? ‘Tú no confías en mí’. Yo me ponía rígido y mi cara se desfiguraba”.

Luego, agregó que “pasaron seis o siete meses desde que lo conocí hasta las tocaciones. Se aprovechó incluso de situaciones como que había una luz roja (del semáforo)… introduce su mano y la deja caer (…) Al abusador le terminas teniendo pánico“.

“Laplagne tiene una personalidad autoritaria y que menosprecia a la gente, un carácter fuerte. Tenía miedo a la reacción que iba a tener. Yo era testigo de cómo era con la gente en la parroquia”, sostuvo.

“El llegaba, se sentaba, tomaba decisiones de lo que estaba pasando en mi casa en ese momento. Incluso le ofreció trabajo a mi madre como secretaria parroquial, que se potenció el año 2004, cuando ella entró al trabajo, hasta 2012”.

Posteriormente, el exacólito añadió que en las guías espirituales, Laplagne “siempre tenía presente el tema de la sexualidad. Terminé contándole un viernes que yo era homosexual y que me llamaba la atención alguien. Su recomendación fue ‘tienes que alejarte de esta persona porque te hace pecar’. El día domingo me llegó a buscar, le dice a mi mamá que sencillamente me iba a llevar a la playa. Llegamos tarde y ahí comenzaron los abusos, hay un punto de inflexión que te quiebra. Era un departamento de él y yo tenía 15″.

“Me dijo que me bañara. Me entro a bañar y cuando voy saliendo sólo con toalla, él me abraza y siento su erección. Yo tenía 15 y él ya tenía 48. Avanzo, voy a la habitación en donde supuestamente yo iba a dormir y ahí prácticamente me desarmé cuando él se estaba bañando”.

“Cuando tienes a una persona que todos los días te está repitiendo que tú no confías en él porque tú no permites que ponga su mano sobre tu muslo, llega un momento en que empiezas a normalizar situaciones”, explicó.

“En el momento en que salgo del baño, me voy a la habitación y empiezo a hacer una especie de catarsis de lo que iba a suceder. Luego llega él a la puerta y me dice ‘¿quieres ver películas?’. Yo dije que sí. Voy a su habitación, me quedo dormido y despierto cuando él está encima besándome, restregándose encima mío. Yo sólo me acuerdo que cuando esto sucede, yo me voy al baño de él y cierro la puerta con llave. Me senté en el inodoro y empecé a llorar como alguien que ha sufrido algo que le va a cambiar la vida“, sostuvo.

“Después de todo esto tomó desayuno y celebró misa. En qué cabeza cabe que después de que acabas de abusar de una persona que tiene 15 años, este animal, si es que se le puede llamar así, celebre misa y durante todo el sermón que realiza habla de los pecados que puede llegar a cometer una persona por tentación”, cuestionó.

“Laplagne amenazaba con despedir a mi madre (…) Los abusos ocurrieron hasta que yo tenía casi 18 años“, reveló.

Posteriormente, Molina confesó que “el intento de suicidio estuvo más de una vez en mi cabeza (…) Yo estaba viviendo este calvario solo”.

“Laplagne me culpaba a mí de su perversión”, expresó.

Ezzati, Errázuriz y Hasbún en la mira

Sobre su denuncia, el ex acólito relató que en 2010 denunció los abusos y que no recibió respuesta. “Me costó casi un año desde que conté lo que me había pasado hasta tener el valor para pedir audiencia en el Arzobispado con Francisco Javier Errázuriz”.

“Días después me llamó el que hoy es obispo auxiliar de Santiago, Cristián Roncagliolo, y me pregunta que para qué quiero la audiencia. Yo le comenté que quería realizar una denuncia por abuso sexual reiterado. La respuesta de él fue como que ‘yo te voy a poner en contacto con la cancillería, porque ellos reciben los antecedentes. ¿Necesitas algo más?’ (…) No me lo he encontrado y espero no volver a encontrarlo”.

“Luego me llamó el canciller del Arzobispado, Hans Kast. Puedo decir que fue la única persona de las que forman parte de las autoridades de la iglesia, tuvo un gesto noble. Me dijo que días después me iban a llamar para realizar una investigación”, agregó.

“Acordamos que el 21 de mayo de 2010 yo iba a prestar mi declaración. Nos trasladamos hasta la casa de Raúl Hasbún. Él empezó a hacerme preguntas como desde dónde conocía a Laplagne hasta preguntas macabras. Yo estaba narrando el abuso y me preguntó si yo sentía placer. Yo atiné a decir que Laplagne tenía 48 años y yo 15”, agregó.

“Hasbún me dijo que los delitos estaban prescritos (…) Después de los abusos, a Laplagne lo movieron a una parroquia al lado de mi casa. Eso es una burla”, agregó.

“El caso se cerró porque el cura Ignacio Canales, que no me conocía, declaró que yo inventaba la realidad”.

Finalmente, Molina aseveró que “a todos los abusados nos han tratado de locos, mitómanos (…) Volví a ver a Laplagne a los 28 años y sentí el mismo miedo que sentía a los 15”.