Diana de Gales dejó este mundo el 31 de agosto de 1997, producto de un accidente automovilístico bajo el Puente del Alma en París, Francia. En el lugar falleció su acompañante, Dodi Al-Fayed y su chofer Henri Paul.
Su deceso dejó un vacío en millones de personas que veían en ella una cara sensible, cercana y amistosa de la realeza británica, pese a los tormentos que vivió producto de la infidelidad constante del príncipe Carlos con Camilla Parker.
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Tras su divorcio, Diana se alejó de la corona pero nunca de sus hijos, los príncipes William y Harry, pese a no poder vivir con ellos. Es por eso que aprovechaba al máximo las veces en que podía visitarlos o vacacionar con ellos.
Si bien no fue feliz en su matrimonio, Diana siempre aseguró que el regalo más grande que le había dado la vida eran sus pequeños, por lo que evidentemente todos su bienes pasarían a sus manos en el caso que ella falleciera.
Es por eso que cuatro años antes de su muerte, Diana afinó todos los detalles de su testamento, el cual debía ser ejecutado por su madre Frances Ruth Stand Kydd y/o por su hermana, Lady Elizabeth Sarah Lavinia McCorquodale.
Según consignó el medio británico Mirror, el documento se firmó originalmente el 1 de junio de 1993, y en él se estipuló que la mayoría de sus posesiones se dividieran entre sus dos hijos. El resto, se entregaría a sus 17 ahijados y cerca de 50 mil libras esterlinas ($50 millones aprox.) fueron para su mayordomo y uno de sus mejores amigos, Paul Burrell.
En la misma línea, pidió que sus propiedades fueran aglutinadas en un fideicomiso al que sus hijos tuvieran acceso cuando cumplieran 25 años. Aunque finalmente la edad fue retrasada a los 30, por pedido de su madre y hermana a los tribunales.
En este contexto, uno de los deseos más emotivos de Lady Di, tuvo que ver con su vestido de novia, el que quería que Harry recibiera cuando cumpliera 30; y su anillo de compromiso, el que terminó en las manos de William, y que pudimos volver a ver en Kate Middleton cuando ambos anunciaron su enlace.
Desde entonces, el vestido de novia de Diana se encuentra en manos del príncipe Harry y es, sin duda, uno de los recuerdos que más atesora de su madre.
La prenda fue confeccionada por los diseñadores David y Elizabeth Emanuel, y antes que pasara a Harry en 2014, formó parte de una exposición comisariada por el conde Spencer, hermano de Lady Di, cuyo objetivo era recaudar fondos para la fundación que lleva su nombre.