Muchos se reían y otros simplemente ni se inmutaron, pero lo cierto es que la escena que tuvo lugar en el Paseo Bellamar de San Antonio, fue realmente brutal.
El espectáculo lo protagonizó una mujer cercana a los 35 años quien golpeó durante 15 minutos a su pareja, un hombre de unos 50. Lo insólito es que pese a la golpiza, nadie intentó separarlos.
“Estábamos grabando una nota pasadas las 11 de la mañana. Había una mujer en un auto celeste acorralando al caballero. Cuando llegamos estaban discutiendo con palabras de grueso calibre”, señala a LUN el periodista del Canal 2 de San Antonio, Gonzalo Goldzweig, quien grabó la pelea.
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“La mayoría de la gente se reía. Como a los 15 minutos nos fuimos, me chocó ver tanto golpe. Él nunca se defendió, nunca reaccionó. Cuando termina todo, ella le mete la mano al bolsillo. Deducimos que le saca las llaves del auto, porque ella se va en el vehículo rápidamente, dejando al caballero solo, ensangrentado. Él recoge las partes de su celular y se va caminando, secándose la sangre”, añade Goldzweig.
El mismo testigo relata que hubo empujones, golpes, cachetadas, e incluso ahorcamiento. Además, quedó impactado con el comportamiento de la gente pues incluso, había quienes hacían bromas de la situación y le decían “sigue pegándole”.
Frente a este escenario, el psicólogo Ronald Güímenez, explica al medio que esta reacción tiene que ver con la lógica de los chistes en nuestra sociedad.
“La lógica nos dice que el más fuerte golpea al más débil y el estereotipo que tenemos es que el hombre es más fuerte y la mujer débil. Los que están alrededor van a defender a la mujer. Nos conmueve, nos violenta y la queremos defender. Aquí es como los chistes, porque esperas una cosa pero lo que sucede es al revés”, indicó.
Alexis Valenzuela, director de la Fundación Hombres Libres, asegura que en general a los hombres les da vergüenza denunciar, pues “es mal visto que un hombre sea abusado sexual, física, psicológicamente. Muy poca gente les cree”. Agrega además que muchos de ellos no se atreven a defenderse por miedo a las consecuencias, como perder sus hijos o el trabajo, pues la ley es mucho más severa con los hombres que ejercen violencia.