Baader-Meinhof, también conocida como la RAF (Fracción del Ejército Rojo), puso en vilo a Alemania Occidental en una época de Guerra Fría que tuvo de principal cabecilla a una figura femenina que dividió al fragmentado país europeo.

Ulrike Meinhof fue una de las líderes de la agrupación guerrillera. Esta madre de dos hijos era periodista y comenzó su carrera en el diario comunista Konkrete.

Con textos críticos, estilo frontal y directo ganó popularidad dividiendo a los lectores, pues algunos consideraron que su visión se radicalizó con el paso del tiempo.

Un sorpresivo vuelco

Todo cambió en mayo de 1970, cuando logró que Andreas Baader fuera trasladado hasta un centro especial para poder entrevistarlo y así concretar un libro en conjunto.

El hombre era uno de los cabecillas de la RAF, conocido por sus acciones extremas, se puso en el ojo de la autoridad tras un incendio de grandes tiendas en Bonn, Alemania, detalló Infobae.

Tras un tiempo en la cárcel fue dejado en libertad condicional, la que duró muy poco, ya que nuevamente fue detenido por conducir a exceso de velocidad y andar en un auto robado. Esto lo hizo perder apoyo, afectando su imagen de revolucionario, pues por esto fue visto por la opinión pública como un delincuente común.

Como una mera excusa, la entrevista fue la puerta de acceso para su fuga. Ulrike, quien ya había renunciado a su puesto en el diario comunista, dejó la pluma por las armas para ser parte fundamental en el escape.

Años de terror

Tras el exitoso operativo, la guerrilla multiplicó sus acciones tales como secuestros, robos (para conseguir financiamiento) y atentados. Mientras tanto, la mujer viajó a Jordania para recibir entrenamiento de grupos extremistas.

Su capacitación en tierras árabes duró poco, pues fueron expulsados por problemas disciplinarios.

En tanto, en una Alemania dividida tras la Segunda Guerra Mundial, veía una dolorosa y económica separación: un sector empobrecido marcado por la violencia (Oriental) y la otra moderna (Occidental). Esto generó una crisis social que la Baader-Meinhof intentó batallar.

La lectura fue equivocada, pensando en que la vía armada sería el mejor camino, la sociedad agotada por los conflictos bélicos durante la primera mitad del siglo XX solo deseaba mirar hacia el futuro y criticó su actuar.

Ya nada queda

En una carta pública, la historiadora Renate Riemeck tituló en noviembre de 1971 Por favor, abandona, Ulrike, la cual iba dirigida a la madre de la periodista con la finalidad de que la guerrillera enmendara su rumbo.

La iniciativa fue un completo fracaso, pues la aludida contestó con Una madre esclava le ruega a su hija, un sarcástico texto que era la señal definitiva de que tomó el camino revolucionario.

Sumida en una depresión, la periodista vio cómo su agrupación no conseguía apoyo deseado y sufría con un asedio policial que complicaba su lucha. Con el paso del tiempo llegó lo inevitable, ya que funcionarios uniformados ingresaron al departamento que utilizaban como guarida.

Llevada a una celda de aislamiento en el penal de Stammheim, pasó 14 meses de tortura sofisticada, recordó la Revista Vanity Fair. Con alteración de la percepción de la realidad, su cordura fue puesta a prueba.

Sin contacto con otras personas fue llevada hasta el límite, haciendo imposible contactarse con sus abogados. Dichas condiciones fueron mejoradas luego de una huelga de hambre en donde falleció Holger Meins, miembro de la RAF que colapsó tras pesar menos de 50 kilos pese a superar el metro y ochenta cms de altura.

Juicio y fin

Ya convertida en una figura que llamaba la atención de la opinión pública alemana, Ulrike era vista como una madre que abandonó a sus dos hijos, que organizaba violentos ataques y era una amenaza.

La Justicia fue contundente, condenó a la mujer a treinta años de reclusión por 4 asesinatos, decenas de lesiones y otros varios atentados contra la paz pública.

El 9 de mayo de 1976, en los helados pasillos de Stammheim, a las 7:34 fue descubierto el cuerpo de Meinhof colgado en su celda.

Sin poder hacer algo para reanimarla, la historia de la reconocida periodista que se volvió en una revolucionaria llegó a su fin. A los 41 años acabó con su vida  convertida en una de las guerrilleras más famosas de Europa.