Cuando se ha escrito sobre cómo nació el romance entre el príncipe Carlos y Camilla Parker, varios biógrafos reales coinciden en que fue en un encuentro del club de polo, donde la actual duquesa de Cornualles se le acercó y le dijo al oído: “Mi bisabuela fue la amante de su tatarabuelo ¿qué podemos hacer con eso?”.

Ese tatarabuelo del que habla, fue nada menos que el hijo mayor de la reina Victoria, Bertie, quien más tarde se convertiría en el rey Eduardo VII. Pese a que su esposa oficial fue la reina Alexandra de Dinamarca, la bisabuela de Camilla, Alice Keppel, habría sido su amante durante años.

De acuerdo al libro Señora Keppel: amante de un rey del escritor Tom Quinn, la mujer fue “la cortesana más célebre de la época”, y se convirtió en una de las mujeres más ricas de Europa al sacar provecho económico de sus encuentros sexuales con aristócratas y magnates más influyentes del mundo.

Alice estaba casada con George Keppel, tercer hijo del séptimo conde de Albemarle, sin embargo, cuando descubrió que él no era el millonario que pensaba, decidió conseguir dinero por el único medio con el que ese entonces contaba: su cuerpo.

Fue así como se involucró con distintos hombres poderosos hasta que conoció al príncipe de Gales en 1898, cuando ella tenía cerca de 29 años y él 58.

Reconocida como una mujer guapa, ingeniosa y con un apetito sexual voraz, Alice se convirtió en la favorita del rey hasta su muerte, 12 años después. “El amor está muy bien, pero el dinero es mejor“, decía ella, según consignó el medio británico Daily Mail.

Tanto así que a lo largo del reinado de Eduardo, Keppel solía decir que ella era la verdadera reina de Inglaterra, su alma gemela, a diferencia de su esposa Alexandra.

Alice también tenía dos hijos pero ninguno era de George: la primera, Violet, era hija de un parlamentario y banquero llamado Ernest Beckett, y la segunda, Sonia, era probablemente hija del rey Eduardo VII. Sonia fue la abuela de Camilla…quien también fue amante de un príncipe de Gales.

Tom cuenta en su libro que la familia real hizo de todo para eliminar la evidencia de este romance cuando el Rey murió en 1910. Su secretario privado, Sir Francis Knollys, habría destruido montañas de cartas y papeles privados en una hoguera que duró un par de días.

Eso sí, otro punto a favor para Alice es que era famosa por su discreción, algo que dejaba tranquilo a Bertie. Igualmente, en el siglo pasado se descubrió una caja fuerte que había sido olvidada en Drummonds Banks, en Trafalgar Square, incluso décadas después de que murió Alice. En ella se encontró una fortuna en joyería y cartas con mensajes bastante subidos de tono escritas por el propio Rey hacia Alice.

No obstante, las declaraciones más incendiarias sobre este romance provienen de una serie de entrevistas que Tom realizó a principios de los años 80, a una exempleada doméstica de los Keppel, Agnes Cook.

Ella y su madre eran sirvientas en la casa de los Keppel en Londres, en Portman Square, desde la década de 1890 hasta la década de 1920, y los recuerdos de esta mujer son bastante elocuentes.

“Los sirvientes en Portman Square sabían lo que estaba pasando, por supuesto que sí. Los Keppels vivían definitivamente por encima de sus posibilidades y, según mi madre, el diputado Ernest Beckett financiaba todo. Él parecía un perro en celo, esa era la frase que usaba el lacayo cuando describía la llegada de Beckett cada semana”, recordó.

“Los sirvientes oían todo tipo de cosas que venían del salón donde la señora Keppel entretenía a Bertie. George siempre estaba en su club en esos momentos”, agregó la mujer.

Agnes señaló que Alice “era muy buena para hacer felices a los hombres ricos”, le gustaba dar cenas, alcohol y era bastante libre en términos sexuales. Entre las conquistas que recuerda estaban el Conde de Ilchester y el Barón Alington.

El autor aseguró que Alice era el tipo de mujer que volvía loco a un rey. Era una mujer joven, con una piel hermosa, cabello castaño, manos delicadas y un prominente busto. Eduardo, en tanto, doblaba su edad, tenía un enorme sobrepeso, fumador compulsivo y con un fuerte olor corporal que queda impregnado en las habitaciones donde estaba.

Cuando se conocieron, el príncipe envió de inmediato a su secretario privado, sir Knollys, con una carta preguntándole si podía visitarla. En esa misiva él le habría dicho: “Deseo visitarte para tener relaciones sexuales, así que asegúrate de que tu esposo esté ausente“.

Alice preparó el camino diciéndole al príncipe que si su marido fuera miembro del exclusivo club de Marlborough en Pall Mall, todo sería más fácil. Cabe señalar que el príncipe lo había rechazado en varias ocasiones por no tener título ni fortuna, pero cuando ella se lo pidió, misteriosamente le llegó una carta de aceptación y allí se pasó prácticamente el resto de su vida.

En paralelo, Alice daba rienda suelta a su pasión (y negocio) hasta que la salud de Eduardo comenzó a deteriorarse. Si bien ella le recomendaba no fumar y comer más sano, no hizo mucho para cuidarlo, solo ayudaba relajándolo y bajando sus ataques de ira.

De hecho, según el escritor, si bien la reina Alexandra detestaba a Alice, sí reconoció que era la única mujer que podía calmar a Bertie en medio de sus frecuentes ataques de temperamento.

Ella se inclinaba hacia él y lo miraba a los ojos“, recordó Agnes Cook. “Ponía su mano suavemente en su rodilla u hombro. Su voz era baja, muy profunda, hablaba de una manera tan suave, y su manera de actuar era como una especie de sedante para él“, agregó.

Cuando la salud de Bertie ya no tenía vuelta, él le escribió una carta a Alice, insistiendo que debían verse “para que pueda despedirme y agradecerle por toda su amabilidad”. Con este documento en mano, Alice pudo entrar en el Palacio y en la habitación del Rey.

No obstante, una vez que Eduardo entró en coma después de una serie de ataques cardíacos, su esposa se dirigió al médico real y le dijo: “Saca a esa mujer de aquí“.

Desde entonces a la señora Keppel nunca más se le permitió entrar de nuevo en las instalaciones del palacio, y ni siquiera pudo firmar el libro de condolencias. Ella tampoco recibió el último pago del Rey por sus servicios, aunque él sí le dejó un generosa suma de 10 mil libras esterlinas como regalo.