“Él es mi motivo”: Adriana Vacarezza valoró el apoyo de su hijo en compleja recuperación

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El 'Príncipe Durmiente', Al-Waleed bin Khalid bin Talal Al Saud, falleció a los 36 años tras casi dos décadas en coma por un accidente en 2005. Su familia lo cuidó en la Ciudad Médica Rey Abdulaziz, pero nunca se recuperó. Su padre confirmó la noticia, agradeció muestras de apoyo y el funeral fue sencillo, sin ostentaciones, acorde a la tradición islámica, con una breve oración en su memoria y una lápida modesta.
Desarrollado por Bío Bío ComunicacionesEl pasado 19 de julio, falleció a los 36 años el príncipe saudí Al-Waleed bin Khalid bin Talal Al Saud, conocido internacionalmente como el ‘Príncipe Durmiente’, tras haber pasado casi dos décadas en coma, debido a un grave accidente.
Su historia comenzó en 2005, cuando tenía apenas 15 años. Mientras cursaba su formación militar, sufrió un violento accidente que le provocó severas lesiones cerebrales y hemorragias internas.
Desde entonces, su vida quedó suspendida entre la tragedia y la esperanza.
A raíz del incidente, su familia lo trasladó a la Ciudad Médica Rey Abdulaziz en Riad, Arabia Saudita, donde permaneció por años bajo estrictos cuidados médicos, consignó El Tiempo.
Durante ese tiempo, sus seres queridos difundieron registros donde el joven realizaba pequeños movimientos reflejos. Estas imágenes se viralizaron y encendieron la esperanza de una eventual recuperación, la cual nunca llegó.
Con profundo dolor, su padre, el príncipe Khaled bin Talal, confirmó la noticia a través de un mensaje publicado en la red social X (antes Twitter).
En su comunicado, citó un versículo del Corán, agradeció las muestras de apoyo recibidas desde todo el mundo, y expresó su fe ante la voluntad de Alá.

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El funeral se realizó en la mezquita Imam Turki bin Abdullah, en Riad, en una ceremonia sencilla, lejos del boato que suele rodear a la realeza saudí.
Familiares, allegados y figuras públicas se reunieron para realizar una breve oración colectiva en su memoria, informó el diario electrónico Red Uno.
Finalmente, el joven fue sepultado bajo una lápida modesta, sin símbolos de estatus, como dicta la tradición islámica.
Solo su nombre y las fechas de su nacimiento y muerte quedaron inscritas, sellando así una historia marcada por la devoción familiar y la resiliencia ante la adversidad.