Sin duda tras su paso por Rojo, el bailarín Hernán Arcil alcanzó una alta popularidad y con su evidente talento, se coronó como el gran ganador de la categoría danza.
Pero eso no es todo, ya que además encontró el amor junto a Andrei Hadler, con quien vive un lindo romance que los llevó a compartir el mismo techo.
Sin embargo, el joven de 26 años en su época escolar no lo pasó nada de bien, tal como él mismo reveló en una entrevista.
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“El bullying empezó desde que era chico. No me gustaba jugar fútbol, solo me gustaba bailar y jugar a las barbies con mis amigas del colegio. Era gordito, moreno y gay. Era el objeto perfecto para recibir burlas. Tenía 7”, reconoció Hernán.
Además agregó lo siguiente: “Desde segundo a octavo básico fui el foco de las burlas. Los recreos eran difíciles. Trataba de salir al último para que mis compañeros no agarraran mis cosas o me sacaran la colación. Afuera, cuando me ponía a jugar, las cosas salían un poco mal para mí. Cualquier juego, La escondida o El Pillarse por ejemplo, terminaban conmigo en el suelo o en los botes de basura”, consignó LUN.
“Cuando chico me metían a la basura, me tiraban al basurero, es fuerte decirlo. Y claro, para mucha gente eso puede ser visto como una travesura, pero para alguien como yo, era algo que generaba daño”.
Sin embargo, contó que sus padres fueron de gran apoyo para él y que gracias a ellos pudo rescatar “lo poco positivo que se puede sacar de esto cuando uno vive cosas así. Yo llegaba con mi mamá y ella sabía que tenía problemas sin que yo le dijera. Yo no trataba de preocuparla, nosotros somos una familia humilde, de esfuerzo, y ella tenía que atender mil otras cosas. Pero pese a eso mi mamá me daba ánimos. Recuerdo súper bien una frase que me decía: ‘Si los perros ladran, es porque te ven avanzar’, me decía. Eso me daba fuerzas, ella sabía que yo saldría adelante.
Hernán recuerda entre algunas agresiones, patadas y golpes, además de un episodio en que quedó medio inconsciente luego que una compañera lo botara de un columpio. Además, lo hacían pelear con otros compañeros sin él buscar conflictos. Todo duró hasta octavo básico.
“Lo bonito del bullying, aunque suene extraño, es que te hace valorar más a la gente buena. Como había compañeros que me molestaban, había otros, la mayoría mujeres, en que me refugiaba y me sentía apoyado, aprendí mucho”, expresó.
En primero medio se cambió de establecimiento e intentó ocultar que era gay, pero sin lograrlo, por lo que nuevamente comenzó el hostigamiento. “Tenía como un imán para recibir mala onda. Siempre me preguntaba cuál era el problema de ser así. Por qué alguien más tendría que decir que le molestaba cómo era”, añadió.
A los 15 años las cosas mejoraron para él luego de quedar en la Escuela de Ballet del Teatro Municipal de Santiago, por lo que tuvo que dejar el colegio.
“Al Municipal llegué como el cabro del sur, negrito. Además venía de una familia súper humilde, no me vestía ni hablaba como los otros y, ciertamente, a algunas personas les molestaba cómo era . Pero ahí también aparecieron amistades que aún conservo y en donde me afirmé”, relató.
Su reflexión final, es que el bullying lo ayudó a superar las agresiones, ya que gracias a eso se refugiaba en la danza. “Me ayudó a crecer rápido”, manifestó.