El pasado sábado el programa de Chilevisión, La Divina Comida, hizo reír a televidentes con cuatro nuevos invitados: Renata Bravo, Lucía López, Pablo Herrera y Héctor Morales.
Justamente este último se robó el cariño y elogios de los televidentes, por su actitud, su cena, su historia de vida y los detalles de su departamento: tiene muchas obras de arte y todo está muy organizado.
Héctor es hijo de la meritocracia, pues pese a crecer en un barrio vulnerable, logró ser un actor exitoso y reconocido a punta de esfuerzo, dedicación y talento, participando en más de 10 teleseries, tales como: Papi Ricky, Brujas, Soltera Otra Vez, Wena Profe, entre otras.
Pero también ha sido parte de series y películas, como: Huaiquimán y Tolosa, 12 Días que Estremecieron a Chile, Prófugos, Grado 3, Tony Manero y Swing (actualmente en cines).
Su intimidad
Morales se mostró muy abierto a contar su historia. En este contexto habló sobre su abuela, con quien vivió hasta sus 15 años, cuando ella murió. Era tan cercano a ella, que cuando estuvo hospitalizada después de clases se iba a verla y hacía sus tareas afuera de la UCI. Por esta dolorosa pérdida -la primera para él- aseguró que tuvo que hacerse adulto.
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Héctor se fue a vivir solo a los 16 o 17 años, “porque salí temprano del colegio y empecé a trabajar a los 14. Estudiaba y trabajaba”.
Sobre sus orígenes, Morales, que estudió teatro en la Universidad de Chile, contó que creció “en un sector en San Bernardo muy difícil: blocks, drogas, delincuencia; sé de la gente que fueron mis vecinos durante mi adolescencia, mi infancia, algunos están presos, un par se suicidó. No tengo vecinos amigos de infancia que tengan vidas más o menos parecidas a la mía”.
¿Qué tuvo de diferente su vida? Según él, la familia jugó un rol clave. “Yo recuerdo que mi papá en vez de decirme ‘vamos a ver un partido’, me decía ‘vamos al (Persa) Bío Bío’ y encontrábamos unos libros y nos volvíamos en la micro y me decía, ‘mira, este es Van Gogh’. Hay toda una generación de finales de los 80 y principios de los 90 que vio en la educación una salida a la pobreza. Yo fui la primera persona universitaria de mi familia”.
Maduró muy rápido
“A los 14 empecé a trabajar y comenzó a entablarse una relación muy distinta con mi familia, con mi papá en particular. Empezó a pasar que a los 17 ya me sentía un grande y, cada vez que iba creciendo, que era más capaz, y a los 19 me di cuenta que me había saltado muchas etapas”, relató.
Esto ocasionó una gran consecuencia: “a los 19 años (tuve) una depresión, un bajón tremendo y mis amigos llamaron a mi familia, y mi familia se tuvo que hacer cargo y estuve internado dos meses, tuve que congelar la universidad”.
“Yo empecé a aprender mucho de lo que estaba pasando en ese lugar y ahí fue la resurrección. Esto nunca lo he contado pero me hice muy amigo de los auxiliares y armamos un carrete, yo pedí cuota y ellos me acompañaron vestidos de doctor a la Vega. Hicimos un asado y ahí los doctores se dieron cuenta que en realidad yo estaba bien. Llamaron a mis papás y lo más importante que yo recuerdo, que yo saco de todo”, es que le dijeron a su padre “tu hijo necesita volver a ser hijo”.
Finalmente, Héctor contó junto a los tres invitados que visitaron su casa que estaba en un momento muy feliz de su vida, viviendo con su perrita, y que actualmente está enamorado.
Después de La Divina Comida
En Página 7 hablamos con este destacado actor, quien ha recibido decenas o -por qué no decir- cientos de mensajes de televidentes a través de redes sociales que le expresan su admiración y cariño. Al respecto, Héctor confiesa que “a mí me da vergüenza el reconocimiento cuando alguien se da cuenta de mi presencia en un lugar público”. No obstante, declaró que “cuando la gente se acerca, me pide una foto, eso es puro reconocimiento para el trabajo y evidentemente me gusta”.
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Pocos saben que Morales es parte de campañas y proyectos relacionados con la infancia. “Estoy trabajando en un programa de televisión que está relacionado con la infancia, del que no puedo decir mucho porque está en proceso de construcción. Pero hace mucho tiempo decidí que es es algo que quería hacer, un aporte que yo quería explorar (…)”, nos comentó Morales.
De acuerdo al actor, este es un proyecto que tiene directa relación con actividades que realiza en privado y que no son públicas. “Yo trabajo con muchas fundaciones y voy a dar charlas a distintos centros educacionales, hogares”. Respecto a lo anterior, Morales indica que tiene mucho contacto con niños y adolescentes, a quienes les habla de su carrera y qué significa ser artista.
En este contexto y de la mano de su propia historia, hizo una profunda reflexión sobre el derecho de niños a la educación y a soñar. “Yo no me siento una persona que pueda andar dando consejos en la vida, solo hablo desde mi experiencia, desde lo que he podido ver. Considero que lo más importante a la hora de ver lo que pasa está con que los adultos miren más a los niños; ellos cuando están soñando con su futuro, no están soñando con ser delincuentes ni drogadictos”.
“Nosotros somos los responsables de que esos niños puedan cumplir sus sueños y puedan cumplir lo que en algún momento se plantearon que podía ser su vida. Los sueños se truncan en el camino por los contextos sociales, incluso por los prejuicios; decirle a los niños que quieren ser artistas que estudien una ‘carrera seria’, es cortarle las alas. Hay que impulsarlos y cuando sea adulto se decidirá”, recalcó.
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Y Héctor continuó con su análisis: “Hay niños que viven solos con la abuela, pero ese niño tiene profesores, tía; los niños no tienen herramientas reales porque los adultos se las truncan, los niños son poderosísimos en sus pensamientos y en sus sueños y por eso tienen que tener derecho a soñar y a educarse. Y a adultos me refiero a padres, a los que están al lado, a los que están legislando por nuestras leyes y a los que todavía no entienden que hoy en nuestro país un niño que vive que en La Pintana no tiene la misma realidad ni los mismos derechos que un niño que vive en La Dehesa o Vitacura“.
A su parecer, “hoy hay niños de primera clase y segunda clase, niños que pueden ir a la universidad y niños que no y un niño que va a un mal colegio -querámoslo o no- está destinado a tener un futuro distinto a alguien que tuvo una mejor educación”.
Finalmente, Héctor les habló a los niños: “(a ellos) puedo decirles que tienen la labor y el derecho de soñar y de exigirle al mundo adulto que los dejen soñar y que les entreguen las mismas herramientas para poder seguir soñando y construyendo su futuro”.
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