Si bien Macarena ‘La Maquinita’ Orellana destacaba en el ámbito de las artes marciales, en las últimas semanas ganó mayor popularidad, al menos en los medios y redes sociales, tras enfrascarse en una disputa con Andrónico Luksic.
La deportista se negó a aceptar el financiamiento del empresario nacional para asistir al mundial de kickboxing de Egipto, que se disputó hace unos días. No obstante, Orellana igual llegó al certamen con los aportes de la gente, tal como contó a Página 7.
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La luchadora conquistó el segundo lugar en el mundial. “Nos llevamos medalla de plata a Sudamérica y muchos muchos aprendizajes”, reflexionó en su cuenta de Instagram, una vez finalizada su participación.
Pero no fue lo único que compartió, ya que también vivió un difícil episodio en el país africano, que plasmó en sus redes en las últimas horas.
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“Fueron días difíciles, de mucha incertidumbre en un país profundamente diferente a lo que acostumbramos en occidente”, avisó de entrada la deportista chilena, para luego contar un tenso momento que vivió con la policía de aquel país.
“Para una persona disidente como yo, esta incertidumbre y miedo se acrecentaba y así lo sentí fuertemente cuando al bajar de recibir mi medalla me esperaba la policía armada y con los organizadores del evento”, sostuvo.
“Me hablaban de una bandera y me mostraban fotos de mi Instagram donde aparecía con la Whipala (emblema de los pueblos andinos), y me decían en inglés que era ilegal y que me podían meter a la cárcel“, agregó a su relato.
¿Qué pasó realmente?
Tras esto, comenzó a comprender en dicho minuto, por qué mucha gente comenzó a gritarle cosas en árabe. “Creyeron que era la bandera gay y allá es ilegal la expresión pública de la disidencia. Entre la rabia, el miedo y mirar fijamente a la policía con armas, traté de explicar en inglés lo que era la Whipala y busqué en Internet para mostrarles, pero no me creían mucho”, aseguró la ‘Maquinita’.
Con la ayuda de un amigo que la acompañaba logró zafar del tenso momento, “al parecer entendieron y yo solo caminé hacia las graderías. Hace años que no me sentía tan pequeña, vi cómo todo el gimnasio se volvió inmenso y yo ahí, entre llantos, miedo y mucha rabia, sentía el odio de este sistema caerme encima una vez más”, aseveró.
También admitió que “lloré muchas horas y aún sigo llorando, de rabia, de pena, de pensar en cómo viven o sobreviven las personas disidentes en espacios de tanto odio. De ver cómo siempre nuestra existencia se vuelve un peligro, en todos lados”, indicó.
Por último, finalizó con una potente reflexión. “Aunque nos odien, nos persigan y nos quieran muertos, vamos a seguir estando y disputando todos estos espacios. Esa medalla de plata me sabe aún más a triunfo después de esto. Queremos ver arder su sistema de odio. El silencio ya no es opción”, cerró.
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