“Era un cabro feliz y sencillo”. Así define María José Palma, a su primo Joaquín Bustos, el kinesiólogo de 27 años que quería donar sus órganos, y que por irregularidades del sistema, no fue posible.

El cuarto de cinco hermanos, Joaquín siempre se mostró apasionado por las cosas que le gustaban. “Era una persona muy sana, que amaba el deporte, ya que iba para todos lados en su bicicleta y que le gustaba mucho jugar tenis”, añadió su prima en entrevista con el diario La Cuarta.

Según relata Palma, Joaquín siempre tuvo un gran sentido de la justicia. “Sus amigos más cercanos comentaban que quería cambiar el mundo, y con estos pequeños gestos él quería demostrar que sí se podía”, añadió.

Incluso, dos semanas antes de sufrir la aneurisma cerebral, el joven le reiteró a su padre sus intenciones de ser donante de órganos.

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Si bien estudió estudió kinesiología en la Universidad Autónoma, su talento estaba en el arte. Su padre tenía una marroquinería en Temuco, en la que diseñaban varios productos de cuero. “Empezó a trabajar con él y le encantó”, señaló su prima.

“Hacía muchas cosas bonitas con el cuero y alcanzó hasta hacer una página de Facebook, donde ofrecía billeteras, delantales y hasta alfombras. Esa era su pasión”, agregó Palma sobre el talento de su primo.

Con respecto a las fallas de logísticas que impidieron que los órganos de Joaquín fueran transportados a Santiago, su prima enfatizó en que esperen que “con su historia estas situaciones no se vuelvan a repetir”.