Desde hace semanas, relatos inverosímiles de ataques de vampiros siembran el caos en Malaui, donde grupos de gente encolerizada lincharon hasta la muerte a los presuntos “chupasangre” y obligaron a intervenir al ejército.
En su ciudad Ngolongoliwa (sur), Jamiya Bauleni cuenta su sorprendente historia delante de un grupo de niños descalzos.
Fue el 2 de octubre, en plena noche. “Vi luz en una esquina de mi techo“, explica esta madre de familia. “Vi una cuerda colgando y humo que me rodeaba. Intenté levantarme de la cama, en vano, y fue ahí cuando sentí una aguja atravesar mi brazo izquierdo”.
Jamiya, de 40 años, asegura haber oído, antes de desmayarse, a alguien saltar del tejado. En estado de shock, fue ingresada brevemente en una clínica y enviada después a casa, “curada” con antibióticos.
Una vecina, Florence Kalunga, de 27 años, afirma haber sido atacada la misma noche. Dormía junto a su marido cuando vio una luz, “como un fuego“. “Oí que la puerta se abría [y] sentí una aguja perforando mi dedo“, cuenta.
Estos testimonios sobre la presencia de vampiros sacuden a menudo Malaui, donde las creencias tradicionales siguen muy ancladas entre la población. Los albinos, principalmente, son ejecutados por sus órganos, utilizados en rituales de magia negra.
Este último episodio vino desde el vecino Mozambique. Según los rumores, los vampiros atravesaron la frontera para recoger sangre humana, bajo la apariencia de un programa de ayuda a la población. Dada su rápida propagación, esta vez tomó un giro especialmente violento.
– ‘Mentira’ –
Desde septiembre, grupos de autodefensa mataron a al menos nueve personas sospechosas de haber bebido o haber intentado beber sangre humana durante ceremonias de magia negra.
El 30 de septiembre, Orlendo Chaponda estuvo a punto de ser víctima de esta cacería de “monstruos”.
Ese día, decenas de personas armadas con piedras y machetes llegaron a su casa cerca de Mulanje (sur). Alarmado, Orlendo Chaponda logró salir in extremis de su domicilio y se refugió en la comisaría de policía.
“Mi mujer les dejó entrar en casa para verificar si había bebedores de sangre (…). Si me hubiesen encontrado, habrían podido matarme“, se estremece.
Después de apoderarse del campo, los rumores sobre los vampiros viajaron a Blantyre, la capital económica del país.
En octubre, grupos de milicianos armados patrullaron los barrios desfavorecidos buscando vampiros. Una persona fue quemada viva y otra lapidada.
Dados los acontecimientos, el presidente, Peter Mutharika, tuvo que intervenir para denunciar unos “ejemplos muy inquietantes de justicia popular“. “Nada prueba la existencia de bebedores de sangre. Es una mentira que tiene como objetivo desestabilizar a la región“, insistió.
Las autoridades enviaron refuerzos policiales y militares e impusieron un toque de queda en varios distritos del país para devolver la calma.
– ‘Atacar a los ricos’ –
La medida fue levantada recientemente pero el ejercito y la policía siguen movilizados ya que la tensión persiste.
En total, más de 250 personas fueron detenidas en Malaui en relación con estos episodios de violencia por los rumores sobre vampiros.
“Las dificultades económicas y las desigualdades” son el caldo de cultivo de estos rumores y de esta violencia colectiva, explica Anthony Mtuta, maestro de conferencias en antropología en la universidad católica de Malaui. “Los pobres piensan que los ricos son codiciosos y les chupan la sangre“.
Para Orlendo Chaponda, “si tienes un coche bonito, necesariamente pasas a ser un chupa sangre. Todo esto está ligado al analfabetismo y la pobreza“.
El caos sembrado en algunas provincias obligó a la ONU a suspender sus misiones durante algunas semanas.
Lejos de resultar anecdótica, este desorden a causa de los vampiros comenzó a afectar a la actividad de los distritos del sur de Malaui.
Desde mediados de septiembre, los turistas evitan la reserva forestal nacional de Likhubula (sur), se desespera uno de sus empleados, McDonald Kolokombe. “Aquí, la gente es guía, mozo de equipaje o vendedor de suvenires. Cuentan con los turistas para vivir“, explica.