Hace algunas semanas el macabro juego de la ballena azul, que invita a jóvenes a pasar por una serie de desafíos autoflagelantes incitando al suicidio, se tomó la agenda y fue la ciudad de Antofagasta una de las afectadas, con la experiencia de una niña de 12 años que afortunadamente no terminó en tragedia.
En 2013, sin embargo, la nortina localidad de nuestro país lloró la muerte de dos adolescentes que se quitaron la vida en un hecho que impactó al país y que, según determinó la fiscalía local en su momento, tuvo relación con una secta.
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Un culto de características satánicas habría inducido a las menores a quitarse la vida. La denominada “Secta de Antofagasta” u “Ojo de Horus” comenzaba a aparecer en distintos medios, en un año particularmente complejo en el ámbito de las organizaciones de este tipo, haciéndose conocidos también los casos de la “Secta de Curacaví”, en la que el líder presuntamente violaba a menores de edad, y el espeluznante caso de Antares de la Luz y la secta de Colliguay, que ha vuelto a la luz pública con las condenas para los cómplices.
La supuesta “Secta de Antofagasta” tenía características bastante particulares. Se trataba, aparentemente, de un grupo de jóvenes afectados por el bullying, con problemas familiares y personales que buscaban consuelo mutuo juntándose en un centro comercial de la ciudad de La Portada, donde se reunían con un extraño personaje que recibía el nombre de “Juan Limón”.
Él era un guardia de seguridad que tenía una vida aparentemente común durante el día, pero que se transformaba durante las tardes. Decía que era inmortal, que tenía genes vampíricos y vestía siempre de riguroso negro.
Artículos de la época, como uno publicado por The Clinic, indicaban que se besaba con niñas menores de edad a las que llevaba al cementerio para jugar a la ouija o realizar otro tipo de rituales satánicos. Su vinculación con los suicidios, sin embargo, no pudo ser esclarecida y las muertes pasaron a no ser constitutivas de delito.
De hecho, el presunto líder de grupo, Juan Díaz Cuba, negó su participación en los hechos en una recordada entrevista con Chilevisión Noticias.
Más allá de la implicación del enigmático personaje, según relató a Página 7 el investigador paranormal, filósofo y teólogo Josep Riera De Santantoni, la historia cuenta con elementos que en realidad estuvieron ligados al satanismo y ritos oscuros.
Los suicidios tuvieron elementos en común, que fue lo que permitió a los investigadores determinar que se trataba de un hecho relacionado con la acción de una secta, lo que habría sido confirmado con diversos relatos de exmiembros del grupo y los detalles que rodearon las muertes, donde el denominado “Ojo de Horus” tuvo una relevancia fundamental.
Las niñas fallecidas y otros menores se reunían en la galería del Portal Galicia, un mall e incluso en el cementerio, donde jugaban a la ouija guiados por adultos.
“Estos líderes mesiánicos basan su poder principal en el dominio psicológico y mental que tienen sobre las personas de su grupo, sobre todo en este caso, cuando es un adulto que ejerce su influencia sobre niños vulnerables, tristes y que lo ven como un apoyo más allá de lo razonable“, indicó el teólogo.
La madre de una de las víctimas agregó que la amiga de su hija –quien también se suicidó- escuchaba voces de un ángel negro que la incitaba al suicidio para luego resucitar.
Otro de los miembros de la supuesta secta reveló que debían sortear pruebas como beber sangre, y que quienes no cumplían con éstas debían quitarse la vida, algo que afortunadamente él no alcanzó a hacer, aunque afirmó haber recibido varias amenazas e incluso presiones a través de mensajes.
Al quitarse la vida una de las pequeñas, de 15 años, tenía un símbolo en su cara. La otra menor también tenía un dibujo similar en su habitación: la pirámide que tiene un ojo en su interior, el signo conocido como “Ojo de Horus” (el que todo lo ve).
En el antiguo Egipto este símbolo solar encarnaba el orden, lo imperturbable, el estado perfecto, pero con el paso de los años fue tomando un carácter más oscuro que tiene relación con la transformación de su poderes protectores en magia maligna utilizadas, supuestamente, para organizaciones oscurantistas para la dominación y el control. De ahí el nombre de ‘el ojo que todo lo ve’, que en novelas como El Señor de Los Anillos representa directamente al mal.
“Hay mucho riesgo con lo de las personas que se hacen escaras en la piel, marcas, tatuajes, de alguna manera son invitaciones a lo maligno”, comentó Riera.
Con el paso de los años, el caso pasó al olvido. Poco más se supo de Juan Limón y la supuesta secta. Es más, la leyenda urbana, según consignó el medio El Nortero, el mítico y extraño vampiro, líder de la secta y amante del metal, pasó a transformarse en un persona normal. Qué pasó con su supuesto cómplice y con el resto del grupo, de momento nadie lo sabe.



