Una dramática situación ocurrió en la región de Coquimbo, donde una embarcación naufragó rumbo a las costas de Caldera, donde pescarían. Desgraciadamente, el fuerte oleaje dio vuelta el barco, lo que provocó que sus tripulantes cayeran al mar.

De los ocho pescadores, seis lograron llegar a un islote donde esperaron una semana para poder ser rescatados. De los otros dos, hasta la fecha no hay noticias.

Rigoberto Aránguiz, uno de los sobrevivientes y vocero de la tripulación, habló con Mucho Gusto donde entregó un brutal relato.

“Íbamos rumbo a zona de pesca, íbamos muy contentos. Encallamos en un islote de pájaros cerca de las 9 de la noche del sexto día de zarpe. El mar no nos dejó tiempo de maniobrar, de ponernos salvavidas. Fui de los primeros en caer al mar, una ola me botó al agua y el mar me revolvía. La lancha me succionaba, en un momento me entregué”, partió relatando este hombre.

Apenas contó lo experimentado, no pudo evitar llorar, por lo que José Antonio Neme optó por cortar la entrevista. Sin embargo, este trabajador dijo que quería seguir hablando de lo que vivieron, ya que quería hacerlo por última vez.

Al seguir con su relato, Rigoberto recordó que uno de sus colegas le lanzó una boya, con la que pudo salvarse: “Gritaba ‘señor, por favor, cuida a mi papá, cuida a mi hijo’, pero luego salí a flote”.

Mientras él vivía esto dentro del agua, sus compañeros intentaron sacar los elementos de emergencia en una balsa. Desgraciadamente, el fuerte oleaje lanzó todo al mar, por lo que fueron muy pocas cosas las que pudieron recolectar.

Rigoberto en tanto, pudo tomar cuatro bengalas: “Se alumbró todo y vi cómo mis compañeros salían de las piedras, se reunían (…) las bengalas fueron fundamentales, para mí fue la vida. En la desesperación, las ocupé todas. Hacía un frío que no nos permitía movernos”.

Días comiendo pájaros y sin nada de agua

Cuando logaron llegar a este islote, totalmente desnudos, solo lograron rescatar una ‘ayuda térmica’ que es un impermeable para capear el frío. Este es para una persona y ellos eran seis, así que terminaron abrazándose, gritándose y golpeándose para no quedarse dormidos.

“Nos revisamos y faltaban dos compañeros. Gritábamos sus nombres. Cuando caí del barco, nunca más lo vi”, agregó este pescador.

“Cuando salieron los primeros rayos de sol, fuimos a revisar la embarcación que había encallado. Llevábamos víveres para 30 días, fruta, alimentos no perecibles, de todo, pero no quedó nada. La embarcación terminó hecha escombros”, relató Aránguiz.

Por ejemplo, uno de sus compañeros tenía un encendedor que pudieron rescatar, y que fue clave para salvarse. Además encontraron un refugio de pescadores, donde hallaron ropa botada y sábanas.

Claro que el problema seguían siendo los alimentos: “No teníamos nada para comer. El primer día teníamos un bidón de 5 litros de agua, y en la desesperación nos lo tomamos entero, pensando que el rescate sería rápido. Encontramos un paquete de fideos, algo de arroz, hasta una carpa”.

Al final, terminaron cazando gaviotas y pájaros que pillaron para poder comer. Incluso, se las ingeniaron para hervir agua salada con una manguera en un tarro para humedecerse los labios.

Luego de siete días de naufragio, Rigoberto explicó qué fue lo que los ayudó a ser rescatados: “La isla no tenía, pasto, agua, nada. El último día, un compañero recogió una radio que devolvió la mar, y con unas baterías que encontramos, la pudimos prender. Fue ahí cuando vimos un avión, y con un bolso empecé a saltar y la avioneta se dio vuelta”. Fue así como los rescataron.