Sea invierno o verano, la ingesta diaria de agua debe ser un hábito y estar presente desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, consiguiendo beber una determinada cantidad al día para asegurar un organismo hidratado.

Pero ¿cuánto es lo recomendado diariamente? De acuerdo a la OMS, la cantidad aconsejada es entre 2 y 2,5 litros al día para mujeres adultas y entre 2,5 y 3 litros para hombres adultos. Esto, bajo condiciones normales de actividad, salud y temperatura.

Evidentemente la ingesta no tiene por qué ser de una sola vez, pues lo recomendado es repartir la cantidad durante el transcurso del día.

Según el Instituto de Investigación Agua y Salud de España (IIAS), el primer vaso debe ser en la mañana y en ayunas, para así recuperar el agua perdida durante las horas de sueño (saliva, orina, sudor). Asimismo, un vaso de agua antes de irse a dormir, para asegurar el mantenimiento de un equilibrio hídrico en el organismo, es ideal.

En el resto del día podrás dividir los otros vasos. “Una buena forma de hacerlo es mediante la ingesta de 300-350 mililitros (alrededor de vaso y medio de agua) cada dos horas“, plantean desde el IIAS, según consignó el medio español ABC.

De acuerdo a Beatriz Robles, experta en seguridad alimentaria, independientemente del horario en que bebamos tal cantidad, ésta va a tener el mismo efecto en cuanto a la hidratación, sin embargo, el beber agua por la mañana, estimulará el reflejo gastrocólico, el que funciona cuando nos alimentamos con el estómago vacío, produciendo movimientos peristálticos en el intestino, que harán que podamos defecar mejor. Es una ayuda contra el estreñimiento”, expresa.

Señales que nos indican que no hemos bebido el agua suficiente

La sed es la primera señal que no debemos pasar por alto, pues puede ser el primer síntoma de una deshidratación leve, advierte el Dr. Luis Gutiérrez Serantes del IIAS.

El especialista indica que el cerebro es uno de los órganos más sensibles a la pérdida de agua, y es precisamente éste el encargado de dar señales de deshidratación, produciéndose un descenso en la capacidad intelectual y disminuyéndose, de forma progresiva, las funciones cognitivas.

En tanto, José Carlos Moreno Giménez dermatólogo, señala que una piel hidratada es una piel flexible y con plasticidad, mientras que la deshidratada pierde elasticidad y brillo, además de volverse seca, escamosa y con algo de picor.

Una piel deshidratada ha perdido parte de sus defensas naturales por lo que se vuelve más sensible a las agresiones externas: agentes físicos, químicos y bacterianos, lo que determina que con más frecuencia sufra fenómenos irritativos, alérgicos e infecciosos”, explica Moreno Giménez.

En niveles preocupantes, si la pérdida de agua supera el 3%, el flujo sanguíneo cerebral disminuye y eso puede originar dolores de cabeza y mareos. Si la pérdida supera el 6%, podemos evidenciarlo en el color de la orina, la que suele ser oscura y escasa; y también puede afectar la capacidad de concentración.