Los que son padres y madres, saben que hay momentos en que el descontrol se apodera de ellos, ya que los hijos no hacen caso por más que se les explica una y otra vez las cosas que no deben hacer.

En ese instante, el primer recurso al que se acude es al grito, pensando que de esa manera harán caso, sin embargo, estudios han determinado que el efecto es contrario, pues producen más daños en los pequeños.

Un estudio publicado en The Journal of Child Development el año 2014, determina que gritarles a los pequeños deja las mismas secuelas de la violencia física en ellos. “Altos niveles de ansiedad, estrés, depresión y un aumento de los problemas de conducta”, determina la investigación, además de desarrollar una baja autoestima.

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Esta acción, más que modificar la conducta del hijo, es la manera de liberar la frustración que se tiene. “Si tu objetivo como padre es la catarsis, sacar el enojo del cuerpo y demostrar lo enfadado que estás, entonces gritar está perfecto”, explica el profesor de Psicología y Psiquiatría Infantil de la Universidad Yale, Alan Kazdin en The New York Times.

Sin embargo, si la idea es disciplinar, no es lo correcto. “Si la meta es modificar una conducta del niño o desarrollar un hábito positivo, esa no es la manera de lograrlo”, detalla Kadiz.

Al gritarle a los niños, solo se logra infundir en ellos el hábito de reaccionar de la misma manera. “Los niños aprenden de los comportamientos de sus padres, entonces si ve que los padres gritan, lo más probable es que él repita el mismo patrón de conducta”, explica la psicóloga infantil, Natalie Díaz.

Entonces ¿cuál es la mejor manera para reacción en un momento de conflicto?

Posibles soluciones

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Aunque cada familia es distinta, así como sus integrantes, en la psicología existen algunas recomendaciones que pueden servir a todos los padres en esos momentos que quisieran mandar todo a la ‘punta del cerro’.

Para Díaz, lo primero que hay que hacer es que los mismos progenitores busquen ayuda. “Si hay un padre o una madre que no logra controlar la ira, lo importante es asistir a una psicoterapia, para lograr controlarla, ahí se les enseñan técnicas para conseguirlo y poder enfrentar los momentos de conflictos”, detalla la experta.

Este punto es la piedra angular de la situación, ya que los hijos que se crían en un ambiente hostil, suelen sufrir a largo plazo, además el daño comienza a sembrarse desde los primeros años. “Un niño ya con entendimiento (desde 1 año) comienza a sufrir las consecuencias de los gritos”, enfatiza Díaz.

Una metodología que sirve para poder sobrellevar la etapa de enseñanza con los hijos, es el modelo denominado ABC (acrónico en inglés de antecedentes, conductas y consecuencias) que fue desarrollada en un inicio por el psicoterapeuta, Albert Ellis, y se utiliza habitualmente en la psicología clínica.

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Según explica Kadiz, en casos como este se comienza con el antecedente, es decir, expresarle al niño qué es lo que quieres que haga.

Luego de esto, vienen las conductas del pequeño, sea buena o mala, es lo que los progenitores moldearon, y finalmente la consecuencia, donde se debe destacar lo bueno.

En esta metodología, la etapa de la consecuencia debe ser eufórica y teatral ¿por qué? para que el hijo o hija entienda qué es lo que hizo correctamente, de esta forma se crea un hábito.

“Esta práctica modifica el cerebro y, en el proceso, las conductas que buscabas eliminar (toda clase de berrinches y discusiones) simplemente desaparecen”, detalla Kadiz.

En tanto, Díaz manifiesta que los niños son bastante concretos al momento de entender las cosas. “Agregando una breve explicación de por qué no deben hacer algo, y reforzando la positivo de su actuar, permitirá que entienda y se vuelva una rutina”, finaliza.

En conclusión, los hijos son el reflejo de sus padres, entonces dependerá de los adultos, cómo es y será el comportamiento de sus retoños.