Paulina mira hoy a su hija Javiera con esperanza. La niña sufre epilepsia refractaria pero gracias al cannabis medicinal logró dejar atrás “años tortuosos” desafiando la prohibición al autocultivo de marihuana que existe en Chile.

“No tengo otra opción, éste es el camino”, dice Paulina Bobadilla a la agencia AFP, convencida de su decisión de cultivar marihuana para tratar la epilepsia refractaria y la esclerosis tuberosa -enfermedad que causa tumores benignos- diagnosticadas a su hija a los ocho meses de edad.

En el patio de su casa, esta mujer de 38 años y presidenta de la fundación “Mamá Cultiva” –que reúne a cerca de 600 mujeres que cultivan marihuana para tratar a sus hijos- tiene 10 plantas de marihuana de diferentes cepas.

Las acaba de cosechar luego de tres meses de crecimiento de la flor o ‘cogollo’, que concentra la mayor cantidad de cannabinoides, como el THC o el CBD, con propiedades terapéuticas para tratar enfermedades oncológicas y neurológicas.

Mediante un proceso artesanal -en el que la resina de la planta es mezclada con aceite de oliva-, obtiene el preciado aceite que le suministra en gotas a Javiera desde que tenía cinco años, con notables resultados.

“En una semana bajaron todos esos signos de agresividad. Hasta ese tiempo no teníamos ganas ni fuerza como para seguir adelante, y esto nos llega a entregar una luz de esperanza después de tanto camino sufrido”, dice Paulina.

Los episodios convulsivos que sufría a diario su hija –hoy de 11 años-, la irritación o los golpes que se infligía al punto de sacarse las uñas disminuyeron drásticamente hasta presentarse solo una vez por semana.

Por su condición, Javiera recibe diariamente 30 gotas del macerado y 15 del Cannabiol, el primer fitofármaco elaborado en Chile a base a cannabis que se vende en farmacias desde marzo pasado, una dosis considerada alta por su madre.

Antes de la marihuana, la niña era tratada con costosos medicamentos e incluso se barajó la posibilidad de realizarle una operación en el cerebro, descartada por los daños colaterales y las escasas perspectivas de mejoría.

Los tortuosos años

“Una pasa llorando todos los días, con el hijo muchas veces muy irritable”, dice Paulina. Las crisis también asustan al resto de la gente, por lo que las invitaciones a cumpleaños infantiles casi desaparecen “para que no arruines la celebración”, agrega esta madre, recordando los “primeros cinco tortuosos años” de vida de su hija.

Pero en 2013, Paulina tuvo acceso a videos de niños con epilepsia que habían sido tratados con cannabis medicinal cultivado en casa en Estados Unidos, y que habían producido mejoras en la salud de los pequeños.

Durante tres meses y de manera clandestina compró marihuana a vendedores callejeros o ‘dealers’, exponiéndose a ser detenida por la policía. Luego, comenzó a cultivar, desafiando la legislación local que lo prohíbe.

“A mí la ley me importaba nada. Sí me importaba que me dieran algo bueno. Por supuesto que (tenía) miedo de ir a estos lugares; debías lograr un dato (para comprar), entregar la plata, esperar, no saber si vuelven o no, era un tema. Te entregan el paquetito y tienes que salir corriendo”, explica.

En Chile, aunque se permite el consumo privado de marihuana, está prohibido hacerlo en la vía pública o compartirla, mientras que la venta está penada.

“Mamá Cultiva”

En el año 2014, Paulina junto a la fundación Daya -dedicada al apoyo y difusión del autocultivo recreacional y medicinal de la marihuana- reunió a otras mujeres cuyos hijos sufrían enfermedades refractarias o cáncer.

Junto a otras cinco mamás comenzaron a reunirse para contar su experiencia con los aceites y realizar talleres de cultivo, y en medio de un intercambio de mensajes en redes sociales, decidieron ponerle nombre a la agrupación que habían formado: “Mamá Cultiva”.

La agrupación reúne hoy a 600 madres, quienes, además de cultivar, se dedican a buscar apoyo para descriminalizar el cultivo de marihuana para fines medicinales, y que la policía deje de detenerlas y destruir sus plantas.

Luchan asimismo contra la industria farmacéutica que vende hoy algunos fármacos en base a cannabis a precios que oscilan entre los 43 mil y los 185 mil pesos.

“Queremos acceso ético a los fitofármacos, no queremos una industria que nos siga endeudando”, dice Paulina, presidenta de Mamá Cultiva, una iniciativa que se ha replicado en Argentina, Colombia, México, Paraguay y Perú, reuniendo a unas 5.000 madres.

El Congreso chileno debate actualmente la ley para despenalizar el cultivo medicinal de marihuana.