Problemas hormonales, genéticos y hasta la sociabilidad son algunas de las excusas más recurrentes de los chilenos para justificar esos kilos de más, pero a la hora de ahondar en los motivos ¿cuánto hay de mito y de verdad tras estas frases?

La última Encuesta Nacional de Salud, reveló que casi el 75% de la población tiene un peso superior a lo normal y de esa cifra un 31,2 es obeso y un 3,2 presenta obesidad mórbida. De acuerdo a este análisis, la prevalencia de obesidad ha aumentado constituyendo un factor de riesgo para otras enfermedades como la diabetes, algunos cánceres y enfermedades cardiovasculares.

En este contexto, una de las frases más recurrentes entre las personas que tienen sobrepeso es que comen por ansiedad, algo frecuente pero que es más bien conducta aprendida, eso al menos es lo que señala el psicólogo clínico Franco Melchior, del Centro Terapéutico Dr. Máximo Ravenna Chile.

La ansiedad es una emoción, como estar aburrido, enojado, triste, contento u orgulloso. Las emociones en sí no generan hambre fisiológico pero sí pueden despertar ganas de comer o antojos en las personas que acostumbran comer para dejar de sentir la emoción que les incomoda”, indicó.

Es por lo anterior que el experto recomienda un cambio de actitud frente a las emociones o las actividades diarias, y para eso se puede participar en grupos de descenso (terapia), modificando la relación que existe entre el individuo y la comida, para así cambiar realmente la manera de comer durante el tratamiento. Todo esto acompañado de controles médicos y nutricionales frecuentes.

Otra de las excusas utilizadas por los pacientes es que tienen “mucha vida social”, dando a entender como si las personas delgadas no sociabilizaran. La verdad es que se puede tener una vida social muy activa y no necesariamente alimentarse mal, pues si cambiamos el foco y nos centramos en lo social de la interacción y no tanto en el aspecto gastronómico, no deberíamos tener problemas, señaló el psicólogo.

El especialista señala que “difícilmente se pueda cambiar todas las tradiciones chilenas en que la comida cumple un rol central como los matrimonios y las reuniones sociales, pero sí puede cambiar uno y para eso debo darme cuenta de qué lugar ocupa la comida en mi vida y en mi escala de placeres”.

Melchior también comenta que a veces la gente culpa a las cosas que no puede controlar, como la vida social o incluso enfermedades como el hipotiroidismo, o la genética, sin embargo, “no entienden que ellos también tienen una cuota de responsabilidad en su sobrepeso”, aclara.

En el Centro, por ejemplo, trabajan motivando a los pacientes a que observen, registren y se den cuenta de las conductas negativas que han sostenido durante mucho tiempo y que han contribuido a su aumento de peso.

Por último, el psicólogo aclaró que si bien casi todas las dietas funcionan en algún punto, lo que hay que preguntarse es por qué muchos suelen volver a subir de peso una vez que abandonan tal tratamiento. “Lo que rebota es la conducta, por eso hay que enfocarse en trabajar la cuestión conductual y emocional, para aprender que se puede estar ansioso, aburrido, angustiado, enojado o triste, emociones totalmente naturales de todos los seres humanos, pero que no tienen por qué mezclarse con la comida”, cerró Melchior.