Un terrible caso de secuestro, violación y tortura vivió una mujer a manos de su padre adoptivo en Francia. El calvario lo sufrió durante 28 años, entre 1971 y 1999.

Se trata de Lydia Gouardo, actualmente de 58 años, quien tuvo 6 hijos con el hombre, identificado como Raymond. Fue solo la muerte de su torturador, en 1999, lo que la liberó.

“Mi padre se fue a la tumba sin haber expiado sus culpas. Ya lo hará en la otra vida. Me encerraba como a un perro”, confesó la víctima a Le Parisen.

“Empezó a abusar de mí cuando tenía nueve años. Nunca se dio por saciado. Mi primer hijo suyo lo tuve en 1982 y el último nació en 1991”, agregó.

Los abusos ocurrían en el hogar de la familia, ubicado en la población de Coulommes, a las afueras de París.

Cómplices

Lydia contó que todo empezó cuando su madrastra, pareja de Raymond, la sumergió en una bañera llena de agua hirviendo cuando tenía nueve años.

Después su padre la violaba “tres veces al día”, a menudo en presencia de la cónyuge. Incluso la llegó a quemar con ácido clorhídrico.

Raymond se negó a escolarizarla más allá de unas semanas. Le impedía tener contacto con el exterior y le contaba a los vecinos que su hija estaba mal de la cabeza para no levantar sospechas.

“Llegó a parecerme normal todo lo que me hacía. Aunque hubo ocasiones en las que me escapaba de casa, huía, me perdía. Sin embargo, los vecinos me traían de la mano hasta la puerta. Me reprendían. Se negaban a creer que estuviera contando la verdad. Me llamaban mentirosa”, lamentó.

La madrastra fue condenada a cuatro años de prisión por no haber denunciado lo ocurrido y también por agresión sexual a uno de los hijos nacido del incesto, que tenía menos de 15 años.

Presente

Lydia pudo reconstruir su vida y ha tenido dos hijos más con su nuevo compañero sentimental y padrastro de los seis niños que tuvo con Raymond, consignó el medio local Paris Match.

Además, escribió un libro sobre su historia, Le silence des autres (El silencio de los otros), con el periodista y escritor francés Jean-Michel Caradec’h.

Admitió que fue la noticia mundial del caso de incesto y encierro de Elisabeth Fritzl en Amstetten (Austria), lo que la motivó a hablar públicamente de su situación en 2008.

“Me ha estremecido la historia de Elisabeth, porque es mi propia historia. A mí también me confinaron y me anularon la voluntad”, señaló.

“Me convirtieron en esclava. Me gustaría estar a su lado, ser su amiga, ayudarla. Me gustaría decirle que existe una salida, por mucho que ahora piense que la monstruosidad no tiene remedio ni escape”, indicó en aquella oportunidad.