Conocidos como ‘Los asesinos de Corazones Solitarios’, Raymond Fernández y Martha Beck (cuyo nombre real era Martha Jule Seabrook), sembraron el terror a mediados del siglo XX por la brutal y cruel forma en que lograban estafar a sus víctimas.

Para comprender el actuar de esta pareja, es necesario iniciar con la historia del primero, quien nació el 17 de diciembre de 1914 en Hawai. Hijo de españoles, sus padres se radicaron en un inicio en Connecticut, para luego en 1932 regresar a Europa.

El criminal contrajo matrimonio con Encarnación Robles, con quien tuvo cuatro hijos, abandonándola después afirmando que iba a buscar trabajo en el extranjero, viajando en diciembre de 1945 a Estados Unidos donde su vida cambió radicalmente.

Durante el trayecto en barco a tierras norteamericanas, el hombre sufrió un grave accidente en el cráneo tras caerle una compuerta de acero en la cabeza.

“Puede haber sufrido una alteración de la personalidad hasta tal punto que se haya dañado su juicio moral. Así, aunque legalmente esté cuerdo, y su razón no haya sufrido daños, puede haberse convertido en un monstruo”, afirmaron algunos especialistas, según consignó La Vanguardia.

Tras el incidente, el carácter tranquilo y fiel de Raymond pasó a sufrir un descontrolado deseo sexual que lo llevó a seducir a más de cien mujeres sin importarle el físico o edad. “No podía evitarlo, no sé por qué”, aclaró durante su juicio en 1946, y en donde recibió la condena de un año de cárcel en Tallahassee, Florida.

Una cruel relación

Mientras se encontraba en prisión, el sujeto encontró resguardo espiritual en el vudú y magia negra, lo cual lo llevó a creer que tenía ciertos poderes para manipular a la gente.

Ya en libertad, utilizó los clubes de ‘Corazones Solitarios’, un mecanismo en que las personas buscaban parejas mediante publicaciones en revistas y periódicos, para así conseguir información de mujeres, a quienes les aplicaba sus “rituales mágicos”.

Una de sus primeras víctimas (y con quien contrajo matrimonio) fue Jane Lucilla Wilson Thompson, a la que invitó sorpresivamente a España para que conociera a su otra esposa, lugar en donde perdió la vida en extrañas circunstancias, pues sufrió un ataque al corazón producto de una gastroenteritis. Posteriormente, la policía descubrió que la mujer recibió una dosis de Digitalis purpurea, una droga que afecta el funcionamiento cardiaco.

Al regresar a Estados Unidos, y luego de que las autoridades no se percataran de la ausencia de la mujer, Fernández se quedó con la herencia de Wilson con un testamento falsificado.

Pese a lograr su objetivo, las estafas no pararon, y más aún al conocer a Martha Beck, quien desde niña tenía un carácter retraído, sumado al complejo producido por su sobrepeso, lo cual la llevó a ser el blanco de las burlas de sus compañeros de colegio.

Tras estudiar enfermería no consiguió empleo en su profesión, por lo que se vio obligada trabajar en una funeraria manipulando cadáveres.

Su vida amorosa tampoco fue sencilla, con el constante desprecio del género masculino, Beck dejó un anuncio en el periódico para encontrar pareja, sin pensar que ahí se toparía con Raymond.

“Físicamente era una mujer que deseaba ser amada tanto como cualquier otra pero sin haber madurado plenamente aún y sin tener el más mínimo conocimiento sobre el sexo”, publicó Wenzell Brown en su libro Introduction to Murder.

Infobae
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“El encarcelamiento solo ha fortalecido mis sentimientos”

Luego de conocerse, el galán la rechazó inmediatamente debido a su físico, lo cual no desalentó a Martha, quien insistió en tener una relación con Fernández, consiguiéndolo después de varios intentos, pero con una condición: él podía continuar con sus romances y estafas.

Con esto, la mujer se convirtió en su cómplice comenzando un cruel historial de asesinatos, en donde Raymond engatusaba a las mujeres solteras, mientras Beck se hacía pasar por su hermana, para así quedarse con sus pertenencias.

Una de sus últimas víctimas fue Delphine Downing, quien deseaba conocer al homicida, por lo que la visitó en febrero de 1949, acompañado con una supuesta hermana.

La pareja drogó a Delphine con somníferos para luego darle un disparo en la cabeza, matando también a la hija de ésta, ahogándola en un estanque.

Pese a lo meticuloso del procedimiento, los criminales fueron delatados por los vecinos del sector, siendo posteriormente detenidos por la policía.

Con un extenso juicio, a ambos se les relacionó a 17 muertes, de las cuales solo se demostraron tres, siendo condenados a la pena de muerte.

Finalmente, el 8 de marzo de 1951 ‘Los asesinos de Corazones Solitarios’ fueron ejecutados en la silla eléctrica de la prisión Sing Sing, puntualizó Infobae.

“Mi historia es una historia de amor. Pero sólo aquellos torturados por el amor pueden saber lo que quiero decir. El encarcelamiento solo ha fortalecido mis sentimientos por Raymond”, afirmó Beck horas antes de su muerte.