A una hora de Oslo, en una isla deshabitada de Noruega, se ubica la prisión de Bastoy, considerada a nivel mundial como un modelo de reinserción social.

De hecho, en 2017 fue calificada por World Economic Forum como “la cárcel más agradable del mundo” por sus comodidades y buenos resultados con los internos.

Pero, ¿qué la hace diferente al resto de los recintos carcelarios? Lo primero, es que en Bastoy no existen celdas y los presos llevan una vida relativamente normal.

Cultivan la tierra, producen leña, van a la playa, practican algún deporte y, además, cumplen sus condenas.

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Los cerca de 70 prisioneros viven en cabañas compartidas pero con habitaciones privadas. Visten sus propias prendas y, a excepción de una comida al día, se cocinan para sí mismos.

Pueden incluso llevar algunas pertenencias personales, desde ropa a dispositivos electrónicos, como un reproductor de música o incluso un televisor. Eso sí, no pueden tener teléfonos móviles ni cámaras, consignó The Economist.

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Con excepción de las horas de descanso, desde las 11 de la noche a las 7 de la mañana, los reclusos pueden recorrer la pequeña isla a gusto.

La prisión se organiza como un pequeño pueblo, “con unos 80 edificios, caminos, playas, paisaje cultural, cancha de fútbol, tierra para agricultura y bosque”, se lee en la web de Bastoy.

“Además de los espacios de la prisión, hay una tienda, una biblioteca, una oficina de informaciones, servicios de salud, iglesia, escuela, servicios sociales del gobierno y servicio de ferry”, agregan.

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¿Quiénes ingresan?

La prisión no es exclusivamente para quienes hayan cometido delitos menores. Algunos reclusos están condenados por crímenes graves, incluso asesinatos y violaciones.

Eso sí, nadie es enviado directamente a Bastoy. Los presos tienen que postularse para llegar a la isla, habiendo demostrado una clara voluntad de cambio mientras cumplen condena en cárceles más tradicionales.

Cabe señalar que no existe la cadena perpetua en Noruega. La pena de prisión más larga es de 21 años, o la pena máxima de 30 años por delitos relacionados con genocidio, crímenes de lesa humanidad u otros crímenes de guerra.

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La filosofía detrás

El país escandinavo considera que tratar a sus presos de una manera más humanitaria, puede ayudarles para corregir sus comportamientos delictivos.

“La vida dentro de la prisión debe parecerse a la vida fuera, tanto como lo permitan las consideraciones de seguridad y los recursos”, explicó Gerhard Ploeg, asesor principal del Ministerio de Justicia de Noruega a New York Times.

Agregó que “cuanto más gradual es la transformación del encarcelamiento en la libertad, mayores serán las posibilidades de prevenir la reincidencia”.

Noruega tiene la tasa de reincidencia más baja de Escandinavia. Dos años después de la puesta en libertad, solo el 20% de los presos han vuelto a ser condenados.

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