Esta increíble historia comienza en marzo de 1944, cuando el cabo del cuerpo aéreo del ejército de Estados Unidos, Bill Wynne, compró una Yorkshire Terrier por dos libras australianas (6,44 dólares de entonces). Le puso por nombre Smoky y allí comenzó su leyenda.

Bill, de 22 años, había sido enviado un año antes a prestar servicios al Pacífico Sur y el sudeste asiático, lugar de operaciones de la Segunda Guerra Mundial donde su país, como integrante de los Aliados, combatía contra las fuerzas japonesas por el dominio de diversos territorios de la región.

El pequeño animal tenía un año en ese entonces, pesaba dos kilos y no medía más de 20 centímetros de estatura. Muy lejos de parecer un perro de guerra, tanto por su tamaño como aspecto, Smoky se convirtió en una heroína durante la Segunda Guerra Mundial gracias a algunas acciones claves.

Y su historia no solo queda ahí, sino que también es considerada como el primer perro de terapia en la historia, al alegrar a los soldados heridos por el conflicto bélico que se encontraban en los hospitales de campaña.

Una carrera aérea

La mascota estuvo 18 meses en combate. Voló en cerca de 12 misiones de reconocimiento y rescate junto a su dueño y evitó la caída de un territorio asediado por el ejército imperial japonés.

Además, durante ese periodo sobrevivieron a 150 ataques aéreos y hasta un tifón, el Louise, cuando estaban en Okinawa a poco de embarcar hacia Norteamérica, en octubre de 1945.

Bill Wynne
Bill Wynne

“La llevé en diferentes misiones por todas partes. La primera vez, cuando tenía que sobrevolar Borneo luego de un bombardeo sobre pozos petroleros, los muchachos empezaron a discutir acerca de quién se quedaría con la perra si a mí me derribaban y entonces, me dije: ‘Diablos. Me la llevaré conmigo'”, dijo Wynne a Mansfield News Journal en 2018.

La hazaña

La acción más heroica de esta pequeña Yorkshire llegó cuando se encontraba en el golfo de Lingayen, en la isla filipina de Luzón, una zona donde, a comienzos de 1945, los estadounidenses habían recuperado un aeródromo que se encontraba antes en manos japonesas.

Los oficiales necesitaban de manera urgente establecer un sistema de comunicaciones. Para lograr ese objetivo había que pasar una serie de cables por debajo de una pista de aterrizaje, algo imprescindible para unir las líneas telegráficas. Aquello obligaba a hacer trabajos de excavación.

Sin embargo, debajo de la pista había una tubería de drenaje que la atravesaba. El tubo tenía cerca de 22 metros de largo y su diámetro era de apenas 20 centímetros. Entonces, a un oficial se le ocurrió una idea: que Smoky pasara los cables por allí.

Bill Wynne
Bill Wynne

Le ataron al collar un hilo especial que llevaba el cableado telegráfico. Bill la introdujo en una de las bocas, se dirigió al otro lado del tubo y la empezó a llamar. “Pareció tardar una eternidad, pero pronto vi sus ojos ámbar brillando dentro de la alcantarilla a pocos metros de distancia”, escribió en su libro Yorkie Doodle Dandy: A Memoir, publicado en 1996.

De acuerdo a evaluaciones de la fuerza aérea norteamericana, la acción de Smoky impidió que unos 250 soldados murieran por los ataques japoneses durante los trabajos de excavación, los que podrían haber tardado a lo menos tres días.

Además, el tiempo que les ahorró la mascota de Bill a los aviadores con su hazaña, permitió que siguieran operando unos 40 aviones para poder patrullar la conflictiva zona, consignó La Nación.

Reconocimiento

El 21 de febrero de 1957 Smoky murió a los 14 años mientras dormía. Sus restos fueron puestos en una caja de municiones de la Segunda Guerra Mundial y la sepultaron en la reserva Rocky River, en Cleveland.

Bill Wynne
Bill Wynne

Años después, los veteranos levantaron sobre su tumba un monumento en su honor. Hay otros diez homenajes en tres continentes, convirtiéndose en el perro de guerra más condecorado en la historia de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Bill, en tanto, sigue vivo. Tiene 99 años.