El martes 23 de marzo se supo del lamentable fallecimiento de una niña de 11 años en Concepción, esto a causa del Síndrome Multisistémico Inflamatorio Pediátrico (PIMS), enfermedad asociada al COVID-19 que ha cobrado más de una vida en lo que va de la pandemia.

El seremi de Salud de la región, Héctor Muñoz, reveló en ese contexto que hay tres menores de edad internados actualmente por complicaciones de este mismo diagnóstico, lo que ha generado alerta en la población.

Fue el caso de Emilio Rocha, un joven de 16 años que murió en enero en Puerto Montt, el que comenzó a viralizarse con el fin de advertir los peligros de este síndrome, pues su madre vivió un calvario, llevando a su hijo de una urgencia a otra sin que los médicos pudieran darle respuestas, ni mucho menos aliviar los malestares que el adolescente estaba presentando.

Esta mañana en el Mucho Gusto se dio a conocer un nuevo testimonio, pues Mery Sepúlveda contó cómo su hija de solo 2 años logró sobrevivir al PIMS en noviembre del año pasado, cuando no se sabía casi nada al respecto.

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Delirios y temperatura al alza

Mi hija comenzó con temperatura muy alta un día martes en la mañana, y tuvo vómitos. Yo rápidamente la llevé al Sapu para que la vieran. El examen físico que le hizo el doctor en ese momento no demostraba amigdalitis, faringitis, nada a la guatita… nada a simple vista. Lo que llamó la atención es que le pusieron un supositorio, y en vez de bajar la fiebre de 38,5°, una hora y media después le subió a más de 40°“, relató la mujer.

El doctor sospechó de una infección urinaria, así que decidió derivarla a urgencias, donde le pidieron a la madre que esperara por tres días a ver cómo se desarrollaban los síntomas, pues en esa instancia le hablaron de un posible virus estomacal. “No quedé conforme, porque la fiebre seguía subiendo y los dos médicos me dieron diagnósticos distintos. Ahí dije ‘no, algo hay’. La llevé de nuevo en la madrugada, porque cada 4 horas le volvía a subir más la fiebre”, comentó.

Hasta ese momento, solo le habían dado indicaciones de mantener buena hidratación y controlar con ibuprofeno y paracetamol, pero nada funcionaba. Por eso la llevó a otro hospital, donde le hicieron un PCR, pero la enviaron a casa con el mismo tipo de control.

Al día siguiente, Mery prefirió llevar a su hija con el pediatra, que mandó a hacer exámenes de sangre y orina para el jueves, pero ese mismo miércoles en la noche comenzaron los delirios.

“Yo le tomaba la temperatura y ella hablaba de mi papá, su tata, o veía animales. Apuntaba a que había un caballito que estaba tomando agua. Entre medio se reía y hablaba cosas distintas”, recordó la madre, quien ya preocupada volvió a partir con la niña al médico, exigiendo que le hicieran inmediatamente los exámenes para descartar una infección. Los resultados en su sangre salieron malos.

La conectaron a catéter para controlar su corazón porque la pequeña estaba taquicárdica. Había dos posibles diagnósticos: uno era que existiera una bacteria en la sangre, y el otro era PIMS.

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Riesgo de muerte

“Quedé destruida. No esperaba que fuera algo tan grave, porque me hablaron en pocos minutos de internarla en la UCI. Todo era terrible, porque yo no podía estar con mi hija, me tenía que ir a la casa… Emilia con dos años de edad, que lleva mucho tiempo encerrada en la casa (por la pandemia), conmigo, mi marido y mi otra hija, que tiene 7 años. No ve gente fuera de nosotros, entonces fue mucha angustia y mucho miedo”, explicó.

A esa altura, les preguntaron por posibles contagios de COVID-19. Un mes antes de esta situación, estuvieron en contacto con los abuelos (padres de Mery), que sí se contagiaron, pero en su familia nadie más presentó síntomas, así que lo habían descartado.

Una niña completamente sana, de todas maneras, era poco probable que tuviera complicaciones en caso de coronavirus, así que hasta ese momento no imaginó el verdadero riesgo. Pero dos días después llamaron a la madre para informar que la pequeña tendría que ser intubada, pues había entrado en extrema gravedad.

“Yo puedo contar un resumen, pero tengo la mente nublada de ese momento. Me derrumbé y tuve mucho miedo“, reconoció ante la pregunta que le hizo Diana Bolocco, de si pensó en algún minuto que Emilia podía morir.

La recuperación

Cuando Emilia logró estabilizarse, continuó con controles de neurólogo, cardiólogo y pediatra.

Incluso intubada, la temperatura de la pequeña paciente no bajaba. Además, su mamá comentó en el Mucho Gusto que las manchas en la piel salieron una vez que la niña estuvo hospitalizada. Durante su estadía en urgencias, no había ningún indicio de esas marcas, que son características del PIMS.

En ese sentido, la mujer agradeció la disposición que tuvo el equipo médico de mantenerla informada, a pesar de que en un momento le explicaron que el cuerpo de su hija parecía “un verdadero incendio”: no podían apagarlo, pero sí hacer todo lo posible por controlarlo, aunque por varios días sus intentos no daban resultados.

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Plasmaféresis

En un momento, contó Mery Sepúlveda, los médicos optaron por un tratamiento novedoso en el hospital, que nunca había sido aplicado a una paciente tan pequeña, ni en el nivel de gravedad en que se encontraba Emilia.

Se trataba de una plasmaféresis, un método mediante el cual se extrae completamente la sangre del cuerpo y se procesa de manera que los glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas se separen del plasma. Las células de la sangre se devuelven luego al paciente, pero sin el plasma, el cual el organismo sustituye rápidamente. De esta manera, bajarían la inflamación en el organismo de la niña.

El tratamiento era de 5 días, y cada sesión duraría 5 horas, lo que requirió una gran cantidad de donantes. “Gracias a Dios y las oraciones de mucha gente, mi hija el primer día presentó mejoras. Los exámenes empezaron a salir positivos y de las 5 sesiones que tenían programadas, solamente realizaron tres“, recordó la mamá.

Cuando Emilia despertó, la llamaron para que pudiera verla, y la emoción fue indescriptible. “Mi niña estuvo 7 días intubada. Y toda la droga y lo que incorporaron en ella desgastó mucho su musculatura. Cuando yo la volví a ver, ella era una bebé. No afirmaba su cabecita, no se movía“, detalló.

En ese punto, tuvo que comenzar también un tratamiento con kinesiólogos, fonoaudiólogos y terapeutas ocupacionales. “Yo lo veo como un renacimiento de mi hija. Después de todo lo que pasamos, fue ella y todo lo que tuvo que vivir a su corta edad… pero me reconoció de inmediato. Pensé que iba a estar durmiendo, o muy cansada, pero me miró y me reconoció al tiro, aunque yo entré con gorro, mascarilla y todos los elementos de protección”, concluyó con voz entrecortada.

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