Siete homicidios consumados y dos frustrados, son los delitos por los que se formalizará a Diego Alexander Ruiz Restrepo, ahora conocido como “el psicópata de Meiggs”, tras sus reiterados ataques a sangre fía en las comunas de Santiago y Estación Central.

Hechos por los que no existe compresión y mucho menos justificación, lo mismo que se sintió cuando se dieron a conocer los terribles antecedentes tras el asesinato de Ámbar Cornejo a manos de Hugo Bustamante.

Pero, ¿qué pasa en el cerebro de un asesino? la neurociencia, a través del estudio del cerebro, ha intentando responder esta pregunta.

El neruocriminólogo inglés y académico de la Universidad de Pensilvania (EEUU), Adrian Raine, fue uno de los primeros en realizar un escáner cerebral a asesinos para “entenderlos”. Un estudio que realizó en 1994 tomando tomografías de 41 criminales convictos, que comparó con 41 personas “normales”.

Fue así como encontró que la actividad metabólica del cerebro de los asesinos mostraba una reducción importante en el desarrollo de su corteza prefrontal, el área de “la función ejecutiva” del cerebro. Esto, según indicó Raine, significa que tienen menos control sobre sus emociones, mayor adicción a los riesgos, y habilidades deficientes para resolver problemas; algo que los haría personas violentas.

Cerebro
CONTEXTO | Pexels (cc)

El año pasado se publicó uno de los estudios más grandes sobre este tema, que investigó escáneres cerebrales de 800 criminales encarcelados, los que también mostraron una reducción en su corteza prefrontal, que compararon con personas que han realizado otros delitos.

La investigación que se publicó en la revista Brain Imaging and Behavior, indicó que la “falta” de materia gris en el cerebro está relacionado con la forma en que procesas la empatía y la moralidad.

¿Qué hay en la mente de un asesino?

Si bien el cerebro y su función, podrían determinar si una persona es psicópata o no, este factor no sería el único, también están las condiciones sociales.

Tal como lo explicó la psicóloga forense y exPDI, Margarita Rojo, a La Tercera: “Somos una indisoluble unión entre la biología y lo cultura. La biología tiene un peso, pero también tiene que ver con lo cultural“.

Rojo, además explicó, que el trastorno de psicópata no es una enfermedad mental como muchos creen, algo que ejemplificó con los brutales crímenes de Hugo Bustamante: “Él tiene conciencia de lo que está haciendo, y como tiene conciencia podría perfectamente buscar ayuda para que no vuelva a incurrir en el delito“.

Por su parte, Victoria Hurtado, psicóloga y subdirectora de Corporación Humanas, explicó al diario que desde su profesión cuestionan las causas biológicas, pues para ella las causas que determinen a un psicópata tiene que ver con algo cultural.

“En esa perspectiva, en culturas justas, solidarias, comunitarias, se evitan muchos problemas de salud mental. Es muy peligroso el discurso del determinismo biológico, porque es el que justifica el racismo también. El ser humano se construye en comunidad y ese es su espacio de socialización y aprendizaje”, dijo Hurtado.

Temática: Cárcel, presos
Contexto | Agencia UNO

¿Es posible “dejar” de ser psicópata?

Enrique Lorca, del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, explicó que en cuanto al cerebro y el crecimiento de masa encefálica, los estudios determinan que hasta los 21 años en hombres y 23 años en mujeres, el cerebro deja de crecer pero no de crear nuevas conexiones, hasta los 30 y 35 años, aproximadamente.

Hasta esa edad es probable que una persona tenga la capacidad modificar este tipo de conductas, si es que tiene una intervención adecuada. En las personas que son más adultas, la dificultad son las conexiones neuronales, porque sobre los 35 años, ya están más o menos establecidas. Se pueden aprender nuevas cosas, pero es más complejo”, advierte Lorca.

¿Reincidir? Desde el punto de vista de la neurociencia, tal como dijo Margarita Rojo, Lorca indicó que es difícil de determinar: “Las redes neuronales son súper plásticas y es probable que una persona pese a estar con tratamiento o que haya pasado mucho tiempo desde su primer acto, pueda hacerlo de nuevo, porque ya existe una red neuronal que lo hizo”