Neil Harbisson (36) es un artista vanguardista y activista británico e irlandés, que nació con una alteración congénita -llamada acromatopsia– que reducía su visión a una escala de grises. Y para “resolver” este problema, buscó una radical solución: en 2004 se implantó una antena en el cráneo que le permite “escuchar” los colores que no ve.

Ahora capta -a través de las vibraciones- más colores que cualquier ser humano, incluso las luces ultravioletas e infrarrojas, tanto así que pude percatarse si la alarma de un banco está conectada o no.

Es así como Harbisson se convirtió en el primer cyborg reconocido por un gobierno, el de Reino Unido, y desde entonces se convirtió en uno de los principales activistas que aboga por incorporar elementos electrónicos al cuerpo para modificar funciones del cerebro.

“Yo me identifico como cyborg porque soy un organismo cibernético. No sólo estoy unido a la cibernética biológicamente, sino también psicológicamente. Yo no siento que estoy llevando o usando tecnología; siento que soy tecnología”, explicó Neil en una conferencia sobre ciencia y tecnología de Barcelona, según consignó La Vanguardia.

Una visión de vida

La antena que tiene en su cabeza también le permite percibir colores “de otras partes del mundo o conectar mi cabeza a satélites y percibir los colores del espacio”, detalló el artista a Futuro360.

Además, posee un órgano en la rodilla que le permite saber dónde está el “norte geomagnético”, un sentido que, según él, “tienen muchas especies de nuestro entorno”.

Para el activista y cofundador de Cyborg Foundation -una organización internacional dedicada a ayudar a los humanos a convertirse en cyborgs- tener un organismo cibernético en el cuerpo tiene ventajas para el medioambiente.

“Para vivir mejor no hace falta modificar el planeta, como hemos venido haciendo millones de años, sino cambiarnos a nosotros mismos (…) La Tierra sería mucho más sostenible si tuviéramos visión nocturna, ya que no haría falta usar tanta electricidad; o si en lugar de regular la calefacción, pudiéramos regular la temporada de nuestro propio cuerpo“, concluyó Neil Harbisson.