En julio pasado 150 intelectuales reconocidos entre los que destacan Margaret Atwood, Noam Chomsky y Salman Rhusdie, firmaron una carta enviada a la revista Harper’s Magazine dando cuenta de una cierta “restricción al debate”, por lo que pedían “preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas”.

En otras palabras, estos intelectuales rechazaban lo que también se conoce como “cultura de cancelación“, la que consiste -básicamente- en anular o “cancelar” a una persona -por lo general un personaje público- en vista de algún dicho o acto ofensivo, generando una reacción en cadena que en algunos casos termina con un descrédito profesional y de la reputación.

Se produce una reacción pública, a menudo alimentada por las redes sociales progresistas“, señala el portal estadounidense Vox, agregando que a menudo le sigue “un llamado público a cancelar a la persona, es decir, para acabar su carrera o revocar su prestigio cultural”.

En la carta enviada por estas figuras reconocidas, se indica que “la censura se está extendiendo más ampliamente con una intolerancia a puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una ceguera moral cegadora”.

Pero no solo en la política tiene lugar la denominada “cultura de la cancelación”, sino que en una concepción más popular de este término, también entendemos como “cancelación” a aquella práctica popular de retirar el apoyo a figuras públicas o empresas luego que que hayan hecho o dicho algo ofensivo o desagradable. De esto se sirven las redes sociales donde se viraliza esta práctica donde luego se van conociendo algunas consecuencias realmente drástica para la figura apuntada.

¿Cómo y de dónde surgió este término?

De acuerdo al medio estadounidense Insider, el concepto en sí mismo apareció por primera vez alrededor del año 2017, luego que se popularizara la idea de “cancelar” a las celebridades por acciones o declaraciones problemáticas.

Lisa Nakamura, profesora de la Universidad de Michigan que estudia las conexiones de los medios digitales con la raza, el género y la sexualidad, señaló en 2018 al New York Times que la “cancelación” era un “boicot cultural” a cierta celebridad, marca, empresa o concepto.

La editorial estadounidense de diccionarios y tesauros, Merriam-Webster, en tanto, conectó esta “cultura de la cancelación” con el surgimiento del movimiento de mujeres #MeToo, generando que a partir de una serie de denuncias de acoso o abuso de poder y sexual, la actitud de los usuarios en redes sociales comenzara a cambiar y se generara un juicio social contra los acusados.

Otro caso que cobró relevancia en este contexto, tuvo lugar en noviembre de 2017, cuando la escritora Shanita Hubbard usó la frase en un tuit sobre la polémica que involucró a la gimnasta olímpica Gabby Douglas, quien dio a entender que responsabilizaba a las víctimas sobrevivientes de agresiones sexuales, esto como respuesta a otro tuit de su compañera de equipo, Aly Raisman, sobre este tema. “Es nuestra responsabilidad vestirnos modestamente y ser elegantes. Vestirse de una manera provocativa/sexual atrae a la multitud equivocada“, dijo en un tuit que luego eliminó.

Como respuesta a la reacción violenta contra Douglas, Hubbard tuiteó: “Hablemos de la ‘cultura de la cancelación’. Personalmente, estoy dispuesta a ser más amable con las jóvenes negras simplemente porque el mundo no lo hace. No nací leyendo Bell Hooks (escritora feminista). Tuve que crecer. También Gabby Douglas. Y también algunos de ustedes”. El tuit obtuvo más de 6.000 me gusta.

A partir de ese tuit varios otros usuarios coincidieron con que la “cultura de la cancelación” era tan tóxica que “ya ni siquiera puedes aprender de tus errores porque ni siquiera puedes cometer ninguno“, decía un tuit citado por Insider.

Según Google Trends, al año siguiente y en 2019 igualmente se registraron búsquedas de la palabra, pero sin duda el auge fue en julio de este año.

¿Todo tiene el mismo peso?

Los “escándalos” han ido de celebridades como Kanye West, Taylor Swift, Doja Cat o Lana del Rey a casos tan graves como los del comediante Bill Cosby, el productor de Hollywood Harvey Weinstein y el cantante R. Kelly, todos ellos acusados de agresiones sexuales contra mujeres y, en el caso del intérprete, de tráfico sexual.

cultura de la cancelación
Jean-Christophe Magnenet | AFP

Estos tres últimos sujetos fueron “cancelados” popularmente mucho antes que se llevaran a cabo los juicios en su contra, dada la gravedad de las denuncias. Vinculando su comportamiento -aparentemente- criminal a todas las esferas de su vida, incluida la artística.

Recordemos que otras figuras como Michael Jackson o Chris Brown también han sido objeto de severas críticas en redes sociales. El primero por supuestos abusos sexuales a menores y el segundo por haber golpeado a su pareja, la cantante Rihanna, en más de una ocasión.

La celebridad Kim Kardashian también ha sido objeto de “cancelamiento” por comportamientos definidos como apropiación cultural e incluso en nuestro país la intérprete Paloma Mami también fue duramente criticada por no manifestarse a tiempo respecto al estallido social, pese a que con el paso de los días sí expresó su parecer.

Los ejemplos anteriores dan cuenta que los “cancelamientos” en redes sociales van de temas tan simples como una diferencia de opinión, posición política o incluso actitudes dudosas del pasado de una figura pública a temas tan serios como delitos o crímenes.

Para los primeros temas, si bien es comprensible que las personas exijan un comportamiento responsable de las figuras públicas, la cultura de la cancelación no entrega un aporte significativo, pues no le da a la persona apuntada la posibilidad de reivindicarse o incluso asume que no una persona no puede cambiar de opinión con el paso de los años o entender algo tan simple como que equivocarse es una conducta humana esencial para aprender.

Cuando hablamos de delitos o crímenes, la situación puede parecer diferente pero no necesariamente. En el caso de denuncias de abuso sexual, por ejemplo, es primordial creerle a las víctimas que denuncian los hechos, dado que hablar al respecto ya es un tema complejo y no todas lo logran.

No obstante, el prestar apoyo y dar credibilidad no implica necesariamente un juicio apresurado a la o las personas sindicadas como culpables. Por lo anterior, es la justicia -nos guste o no- la encargada de investigar tales denuncias, llevar a cabo un juicio -si procede- y efectuar una condena para quien resulte culpable.

cultura de la cancelación
Pixabay (cc)

Es ese el castigo que merece una persona responsable de un delito o crimen en un Estado de derecho; ahora bien, cuando eso no ocurre y se percibe el actuar de la justicia como equívoco, tiene sentido que tanto las víctimas como su círculo cercano hagan un llamado a “cancelar” a tal figura pública o realicen una “funa” en redes sociales.

Es importante reconocer que existen cancelaciones para responsabilizar a las personas“, señaló Krishauna Hines-Gaither, vicepresidenta asociada de diversidad, equidad e inclusión en Guilford College en Greensboro, Carolina del Norte, y cofundadora de African American Linguists.

Hines-Gaither comentó a Insider que la cancelación de alguien es -casi siempre- una respuesta directa a acciones “en gran parte no controladas” que son problemáticas o cuestionables.

Hubbrd, en tanto, destacó que aquellos que se sienten víctimas de la “cultura de la cancelación” tampoco pueden utilizar esta práctica como un escudo para tratar de evadir la responsabilidad por sus acciones.

Por lo mismo, el llamado debería ser -en casos donde no intercede la justicia- a encontrar la manera de interactuar entre sí, aun en temas complejos de tratar o donde se enfrentan dos posiciones -a simple vista- irreconciliables para no caer anticipadamente en la tentación de la “cancelación”, pues muchas veces resulta más cómodo anular de esta manera a una persona en vez de recabar antecedentes, ponerlos en la mesa y propiciar o participar de un debate al respecto.