Debido a la pandemia de coronavirus, muchos profesionales se encuentran realizando estudios respecto a las consecuencias que podría tener para nuestro organismo contraer el virus que, hasta el momento, no tiene cura.

Lo que se sabe hasta ahora es que tras contraer el COVID-19, algunos pacientes presentan la disminución de su función pulmonar, pero es una característica que aún no está comprobada.

Pero otro órgano que sufriría las consecuencias sería el cerebro, pese a que aún existen pocos estudios al respecto, según explicó el neurólogo de la Clínica Santa María, Rodrigo Guerrero.

“Hasta el momento tenemos varias hipótesis, basadas sobre todo en el conocimiento obtenido de los estudios realizados a los coronavirus predecesores, SARS-Cov “1” y MERS. Sabemos que la familia de los coronavirus tiene el potencial de ingresar al sistema nervioso central, por lo tanto, podría provocar un daño directo o gatillar una respuesta capaz de provocar importantes alteraciones ya sea al cerebro, médula o nervios”, sostuvo el profesional.

De hecho, un claro ejemplo son los dolores de cabeza que han presentado los pacientes que han contraído el virus, siendo finalmente considerado como un síntoma de la enfermedad.

“Ya hemos visto series y reportes de casos desde distintas partes del mundo comunicando manifestaciones neurológicas desde dolor de cabeza, pasando por la anosmia, casos de encefalitis, síndrome de Guillain-Barré, hasta la reciente comunicación de una probable alza en ataques cerebrovasculares por oclusión de grandes arterias en pacientes jóvenes y sin factores de riesgo cardiovasculares clásicos (hipertensión, diabetes, dislipidemia, etc.)”, detalló.

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Consultado sobre cómo podría afectar el coma inducido que se le ha aplicado a algunos pacientes, el profesional asegura que se realiza para evitar los estímulos dolorosos. “La sedación puede ser gradual (el nivel de rebajamiento de conciencia no llega al coma) y se ocupa el menos tiempo posible. Si el paciente ingresa a una UCI y se decide una sedación profunda, es porque se han sopesado los riesgos y beneficios para ese paciente en particular”, explicó.

Por otro lado, Guerrero aseguró que aún no se tiene claro qué cambios podría presentar una persona a nivel cerebral tras contraer el COVID-19, aunque sí “existe un porcentaje importante (que puede ser incluso mayor al 50%) que son ingresados a UCI, la gran mayoría usuarios de ventilación mecánica, por otras patologías (sepsis, trauma, hemorragias, etc.) que desarrollan una constelación de síntomas y signos luego de su egreso de la unidad. A esto se le conoce como Síndrome Post Cuidados Intensivos o ‘PICS'”. El PICS describe la discapacidad que permanece en los pacientes que sobreviven a la enfermedad crítica”.

Lo anterior, “se define como una discapacidad nueva o su empeoramiento en la salud física, cognitiva o mental. El PICS puede no solo centrarse en el paciente, sino que también en su familia, el PICS-F, graficando los efectos sobre todo psicológicos en quienes lo rodean, como estrés, ansiedad, depresión, dolor”.

enfermera en coma por coronavirus
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“En el aspecto de la salud física, más del 25% de quienes sobreviven en UCI desarrollan debilidad neuromuscular, lo que lleva a poca movilidad, caídas frecuentes, o tetraparesias (debilidad de las cuatro extremidades). Sucede mucho más en pacientes ventilados por más de una semana, en quienes desarrollan sepsis o falla orgánica múltiple y en quienes han estado encamados por periodos prolongados bajo sedación profunda”, indicó.

Y a nivel cognitivo, el profesional reveló que “hasta 3/4 de los pacientes pueden desarrollar problemas de memoria, atención, alteraciones psicomotoras, etc. Los pacientes con deterioro cognitivo previo tienen más riesgo de empeorar, pero no debemos olvidar otros factores de riesgo como el desarrollo de delirium en la UCI, la hipoxia, las alteraciones de la glicemia, la ventilación mecánica prolongada y el mismo SARS”.

En cuanto a los problemas que podría presentar una persona en la arista psiquiátrica o mental “son la depresión, la ansiedad y el síndrome de estrés post traumático. Hay mayor incidencia en las mujeres, aquellos pacientes con bajo nivel educacional y quienes ya tenían alguna discapacidad previa”.

Finalmente, el neurólogo enfatizó en que “aún queda mucho por conocer de las consecuencias del COVID-19, sobre todo las a largo plazo, pero tenemos datos adquiridos previamente y con evidencia sólida de lo importante que es prevenir tales desenlaces. Como dice la Academia Europea de Medicina de Rehabilitación, es un llamado a la acción”.