Cuando se dice que los hijos crecen muy rápido, no es broma, ya que en un abrir y cerrar de ojos los padres ven cómo sus pequeños deben comenzar a ir a sala cuna o guardería, viviéndose el primer desapego físico.

En esta etapa es normal que los niños lloren o se angustien cuando lo vayan a dejar al jardín, lo que se denomina ansiedad por la separación, ya que comienzan a darse cuenta que son un ente independiente de sus progenitores, sobre todo de su madre.

Según se explica en el sitio de la Biblioteca Nacional de Medicina de los EE. UU, esta etapa debería mejorar a eso de los dos años, edad en la que comienzan a entender que ese “adiós” no es para siempre.

Usualmente finaliza cuando los niños tienen alrededor de 2 años de edad. A esta edad los niños empiezan a comprender que los padres pueden estar fuera del alcance de su vista ahora, pero que van a regresar más tarde. También es normal para ellos probar su independencia”, se detalla en el portal especializado.

En tanto, el sitio de la Escuela de medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile explica que este período va evolucionando en los niños dependiendo de la edad.

– Entre los 8 a 14 meses: sufren angustia cuando se separan de su figura de apego

– Entre los 14 meses a 3 años: pueden explorar el ambiente manteniendo el contacto con quienes están vinculados

– Desde los 3 años: ya no tienen la necesidad de la presencia física de su figura de apego para sentirse seguros

Sin embargo, un estudio de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona señala que existe un número importante de pequeños que siguen sintiendo dicha ansiedad después de los 5.

“La sintomatología prevalece entre el 6 y el 15% a los 5 años y 3,8% entre los 6 y 11 años. En tanto entre un 6 y 9% de los pacientes refiere síntomas severos, pero transitorios”, se indica en el texto.

Situaciones en las que presenta

En el estudio de la institución educacional española, se detalla que la ansiedad a la separación en niños entre 4 y 6 años se puede dar principalmente en cuatro casos:

1.- Hospitalizaciones: en este caso los síntomas pueden ser llanto, tristeza, gritos y/o retracción.

2.- Comienzo de la escolaridad por primera vez: aquí el niño llora y generalmente no se quiere separar de los padres, pero a los 15 minutos de la separación se incorpora a las actividades.

3.- Pérdida muy temprana de uno de los progenitores: aquí se evidencia retraimiento, problemas de sueño y dificultad en los estudios.

4.- Separación o divorcio de los padres: aquí puede llegar a sentir tristeza, culpa y/o enojo; pero también puede ser el caso inverso, donde el pequeño tenga un mejor comportamiento al buen ambiente que se genera luego de la separación.

¿Cómo enfrentarlo?

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En el sitio de la Academia americana de pediatría se explica que hay 6 pasos que se deben realizar en familia para lograr que los niños vivan este proceso de manera más llevadera.

– Despedidas cortas y de rutina: si le dan beso y una caricia cuando lo dejan, háganlo siempre igual y de manera concisa. Esto porque lo niños entienden las cosas por repetición y así sabrán que, como todos los días, volverán.

– Congruencia: que se menciona anteriormente, es necesario mantener una rutina diaria, esto ayuda a que la angustia y ansiedad disminuya, además de generar confianza.

– Mantener la atención: cuando llega la hora de despedirse, es importante prestarle atención, amor y afecto, jamás ignorarlos.

– Cumplir lo que se promete: si le dijeron que lo buscarían a las 4, ir a buscarlo a las 4. Nunca dar sorpresas de llegar antes -por muy buena que sea la intención- y mucho menos llegar tarde, eso será un retroceso.

– Decir las cosas claras: a los niños hay que explicarle las cosas con peras y manzanas. Si van a ir al jardín a buscarlo a las 5, díganle que irán después de la siesta, así entenderá de manera sencilla.

– Practicar la separación: si tienen la posibilidad de dejarlos una tarde con los abuelos o alguien de confianza, háganlo, así comprenderá que siempre volverán, aunque se ausenten por algunas horas.