35 años de trayectoria avalan la carrera de Patricia Rivadeneira, a quien, por estos días, podemos ver destacando en la teleserie nocturna Demente, donde Flavia, su personaje, ha trascendido fronteras por el fanatismo que produce la dupla que realiza con Ingrid Cruz.

En el podcast Reyes del Drama, la actriz recuerda sus inicios cuando empezó en las teleseries con Secretos de Familia de Canal 13.

“Los años ochenta eran difíciles para los actores en cualquier parte. Canal 13 era un canal de la iglesia, que no es lo mismo como es ahora. La gente de hoy no se imagina cómo era esa administración. Pero Canal 7 también estaba intervenido por el Gobierno Militar. En plena Dictadura no era fácil para los actores la libertad de expresión. La vanguardia estaba absolutamente reprimida”, rememora.

Sobre sus inicios, la actriz destaca que no le complicó haber durado poco en Canal 13, ya que ella tenía intereses en buscar otros espacios de libertad creativa.

No me sentía muy identificada con la TV. Era una outsider respecto de la Dictadura y del mundo más convencional del teatro tradicional. Yo hacía experimentación, performance en espacios no convencionales”, reflexiona.

“Era un bicho raro en el mundo de los actores que venían de la U. de Chile o la Católica. Era como una punkie, new age. Lo más freak que hay para el mundo de las teleseries. Había mucho menos diversidad de colores en la sociedad chilena. No sólo había una dictadura, sino que un país muy aislado y lejano”, agrega.

Sobre el panorama actual del arte en la sociedad chilena, la actriz asegura que “ahora hay una juventud sumamente despierta, activa y empoderada. Estamos insertos en un mundo global que nos ha dado una nueva energía. Creo que la juventud chilena es muy valiente, muy arriesgada y creo que hay una consciencia respecto de los deberes y derechos de los ciudadanos que antes era impensable”, afirma Rivadeneira.

Asimismo, cree que “uno esperaría que el mundo de la política hubiera entendido la importancia de los artistas en la sociedad. Son los artistas los que leen lo que está pasando en la sociedad y sería inteligente que el mundo de la política tuviera una comprensión mayor respecto de la producción artística. La clase dirigente en Chile está en deuda en su oficio respecto al arte, esa es la gran diferencia con los países desarrollados”.

Su interés por papeles secundarios

Luego de su breve paso por Canal 13, la actriz emigró a TVN donde debutó en Trampas y Caretas personificando a una vedette que se involucra sentimentalmente con el rol de Francisco Reyes.

“Era un personaje delicioso. A mí me interesaba mucho hacer papeles no protagónicos, porque los protagonistas en esos años era siempre los buenos, historia con menos borde. Siempre busqué por los lados. Siempre me interesó eso además porque quería tener más tiempo para hacer otras cosas. Un protagónico es una cantidad de horas enorme y sobre todo eso, que son más convencionales”, manifiesta.

Por otro lado, asegura que le gustó ese personaje, porque trabajaba más en la comedia que el melodrama.

Siguiendo esta misma línea, también recuerda su participación en Sucupira, con el rol de Regina Lineros, que es recordado hasta el día de hoy. Al ser consultada respecto a lo vivo que se encuentran estos personajes tras más de dos décadas, sobre todo en redes sociales, Patricia expresa: “Yo no entiendo el fenómeno. Debería ser estudiado por algún sociólogo o antropólogo. Es sorprendente”.

“Mi oficio es un enorme privilegio, porque es un trabajo donde recibo mucho; mucho de las personas, mucha energía. Es jugar, volverse niña. En Sucupira estaba todo permitido. Regina era una loca y podía hacer muchas cosas que estaban en el borde”, indica.

“Estas producciones apelaban a hablar de personajes que estaban desapareciendo en la sociedad. La caleta de pescadores artesanales, el pequeño pueblo, el chico del burro, las solteronas. Había una ficción ligada al realismo mágico que fue quedando atrás”, reflexiona.

Años más tarde vendría Aquelarre, con otro personaje entrañable: Rodolfa Patiño, la hermana más loca de este clan liderado por la viuda de Jorge Patiño, Bernarda (Maricarmen Arrigorriaga). “Uno siempre le pone algo de uno”, asevera.

“Una profesión de astronauta”

Sobre su paso en el cine chileno con producciones recordadas como Caluga o Menta y El Chacotero Sentimental, la actriz expresa que en “sus tiempos” ser actriz de cine era como tener una profesión de astronauta, donde era cada vez más difícil viajar a la luna.

“Ahora hay más vuelos”, comenta. “Era muy difícil producir, muy pobre, no había una economía en el cine latinoamericano. Toda la producción chilena se cortó de cuajo con la Dictadura. 20 años de total ausencia, entonces para mí esas películas tan emblemáticas y maravillosas, el público las guarda en su corazón. Se hacían a pulso con grandes sacrificios de todos. No había estos circuitos internacionales que hay ahora”, relata.

Por último, sobre el abandono de los artistas en pandemia por parte del gobierno, la actriz asegura que “hay una completa disociación e incomprensión, falta de rigor, inteligencia y sensibilidad. Uno dice de dónde sale esta gente, cómo no ven el valor y la oportunidad que le ofrece a la sociedad tener un cuerpo artístico tan sólido como el que hay en Chile en muchas áreas. Es un desperdicio de talento, de posibilidades. Me parece preocupante”.