De dulce y agraz, así se puede resumir la vida de Drew Barrymore, quien logró la fama con E.T a los 7 años, sin pensar que con el transcurso del tiempo viviría una montaña rusa de emociones.

La actriz, que el pasado lunes 22 de febrero cumplió 46 años, ha tenido que superar grandes dificultades luego de conquistar al mundo con su adorable personaje en la taquillera película de Steven Spilberg.

Su infancia no fue fácil, a los 8, su madre, Jai, comenzó a llevarla a fiestas con sus amigos casi diariamente, luego que se separara de John Drew Barrymore, siendo este el ingreso al alcohol y las drogas.

En sus memorias Little Girl Lost, la intérprete estadounidense afirmó que fumó su primer cigarrillo a los nueve años, en tanto ya a los once era consumidora de marihuana y cocaína.

En dicho libro, lanzado en 1990, escrito luego de salir por segunda vez de rehabilitación a los 14 años, detalló que como parte de su rutina era ir al club Silverlake, uno de los lugares favoritos de Jack Nicholson y Madonna.

Nos desmayábamos y nos quedábamos dormidos en el balcón durante horas, y después nos despertábamos con dolores de cabeza monumentales por la combinación del alcohol y de haber estado acostados al lado de los parlantes”, confesó.

Además, reveló que ahorraba lo que le daban para los taxis en las películas yendo en patines a todos lados: “El efectivo era valiosísimo para las salidas nocturnas”.

Tocando fondo

Mientras que otros niños mantenían su infancia, a los 13 años, Barrymore tocó fondo por primera vez. Le robó la tarjeta de crédito a su madre en Nueva York para viajar a Los Ángeles donde se quedó en la casa de una amiga para seguir con los excesos, incluso fue vista manejando un BMW para ir de shopping bajo los efectos de las drogas.

Vivía muy enojada porque sabía que estaba tremendamente sola”, señaló en 2015 a The Guardian, mientras lanzaba su segundo libro de memorias Wildflower.

“Mis padres no estaban, no me podían manejar. Pero mi mamá me encerró en una institución mental. Eso me dio una disciplina impresionante. Fue como un entrenamiento militar, y fue horrible y oscuro y largo, pero lo necesitaba”, detalla Infobae.

Luego de 18 meses internada, Drew comenzó a luchar para cambiar su vida: “Realmente quería limpiarme. No quería convertirme en un cliché”, haciendo referencia al ‘Club de los 27’, grupo de famosos artistas que fallecieron a dicha edad tales como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Amy Winehouse, entre otros.

“Ya había tenido demasiada severidad en mi vida. Elegí la moderación y el balance”, declaró Drew.

Su proceso de reinvención

Tras salir de la clínica, la actriz tomó una radical decisión, era el momento de cambiar su vida por sí sola. “Me emancipé de mi madre y me convertí legalmente en una adulta”, comentó, señalando que su experiencia en el centro de rehabilitación fue crucial: “Mis padres no me habían enseñado a respetarme, lo aprendí ahí adentro”.

“No podría funcionar sin saber que está bien y cuidada. Estoy agradecida con esa mujer por haberme traído al mundo. Por poco ortodoxa que haya sido nuestra vida juntas, no le guardo rencor porque me gusta quién soy. Y para eso fue necesario cada paso del camino”, detalló en su biografía Wildflower sobre la relación con su madre, luego de la muerte de su padre.

Con 15 años, Hollywood ya la tenía encasillada como una persona conflictiva, es así como los directores no confiaban en su recuperación, por ende se las tuvo que ingeniar para mantenerse: trabajó como mesera en restoranes y limpió baños, donde además debió tolerar las constantes preguntas sobre si ella era realmente Drew Barrymore.

A los 17, recién pudo volver al cine con el thriller Poison Ivy (1992), ya en 1995 posó desnuda para Playboy, a lo que su padrino Steven Spielberg le regaló una manta enorme con una nota que decía: “Cúbrete”.

En este proceso de reinvención, a los 20 años creó la productora Flower Films, donde protagonizó éxitos como Jamás besada (1999).

La agitada vida amorosa

Como si de una película se tratara, sus romances también dieron que hablar. Se casó a los 19 con el dueño de un bar, con quien se separó un año después, luego tuvo una larga relación con el baterista de los Strokes Fabrizio Moretti, y posteriormente tuvo un matrimonio de solo seis meses con el humorista Tom Green.

Todo cambió a los 35 años, cuando tuvo a sus hijas Olive y Frankie con su tercer esposo, el actor Will Kopelman, con quien estuvo casada entre 2012 y 2016.

Siempre supe que no iba a repetir los errores de mis padres. Sabía que nunca le iba a hacer eso a un niño”, reconoció.

A pesar que ha estado toda su vida ligada a la actuación, es la propia Drew quien afirmó que jamás permitiría que alguna de sus hijas fueran actrices infantiles: “Crecer en un set no es normal. A mí me salvó la vida, pero mis hijas son amadas y cuidadas: no necesitan de ese mundo para que su vida sea mejor”.