La crisis migratoria en la frontera entre México y Estados Unidos ha arrojado luz sobre el éxodo que está vaciando Haití desde hace una década y que ha llevado a miles de sus ciudadanos a un peligroso peregrinaje por todo el continente.

Atraídos por la bonanza de las economías de Suramérica, los haitianos incluyeron a Chile y Brasil en la lista de sus refugios preferidos, junto a Estados Unidos y República Dominicana, países donde históricamente han tenido una mayor presencia.

Pero la crisis derivada de la pandemia y el endurecimiento de las políticas migratorias, en especial la de Chile, han sido los detonantes para que miles de ellos hayan decidido emprender una odisea a pie desde Suramérica hasta Estados Unidos.

Un país en crisis permanente

Haití, el país más pobre de América, lleva años expulsando a sus ciudadanos por el creciente deterioro de la situación económica, política y de seguridad, además por los desastres naturales, en especial por el terremoto de 2010.

En las últimas semanas, tras el terremoto de agosto pasado, que devastó el sur del país, se han vuelto a ver largas colas en Puerto Príncipe ante los consulados de países como Francia, Suiza y Estados Unidos.

El primer ministro haitiano, Ariel Henry, advirtió el pasado sábado en la ONU que la emigración “no cesará” mientras persistan las disparidades entre los países ricos y los pobres, como el suyo.

Pero la intensidad de la actual oleada migratoria no se explica tan solo por la agudización de las múltiples crisis que atraviesa el país.

También hay que tener en cuenta el proceso de “densificación” de las redes de haitianos en el exterior, que brindan apoyo a los recién llegados, y las políticas “alentadoras” a la migración de países como EE.UU., explicó a Efe el investigador Schwarz Coulange Méroné.

Puertas cerradas en Chile

La mayoría de los haitianos que han llegado al río Bravo llevan años fuera de su país y proceden de lugares lejanos como Chile, donde se asentaron cientos de miles de haitianos en el último lustro.

La gran ola migratoria en ese país suramericano tuvo lugar entre 2016 y 2017, cuando los haitianos podían entrar como turistas sin visa y regularizar luego su situación si encontraban trabajo.

Cuando el flujo empezó a ser masivo en 2018, el presidente Sebastián Piñera implantó una visa consular, que requiere de aprobación previa en Puerto Príncipe y que no puede ser canjeable por un permiso laboral, una medida que frenó drásticamente la llegada de haitianos.

Las masivas protestas de 2019 y la pandemia le cambiaron la imagen a Chile y, con el fin de las cuarentenas, el éxodo haitiano ha explosionado.

Según el Ministerio de Interior, la salida de haitianos ha aumentado un 81 % con respecto a 2020, con casi 3.000 migrantes de salida en lo que va de año, en su gran mayoría a pie por pasos ilegales en la frontera con Perú y Bolivia.

“Chile nos ha tratado mal. Yo no me voy por miedo (a la ruta) y por falta de dinero”, reconoció a Efe Louisemame Exantus, de 35 años y quien llegó a Chile en 2016 con sus dos hijas mayores.

El tercero nació en Santiago hace tres años y, pese a que tiene nacionalidad chilena, ella aún no ha podido regularizar su situación. “¿Cómo es posible que teniendo un niño chileno no me dejen trabajar?”, se preguntó.

La selva que se traga humanos

Todos los migrantes que llegan a Estados Unidos recuerdan el Darién, la peligrosa selva que separa a Colombia de Centroamérica, la barrera natural que se traga seres humanos. Por ahí han pasado más personas estos meses que nunca.

“Este año fue histórico en cifras”, reconoce a Efe el portavoz en el Darién de Médicos Sin Fronteras (MSF), Owen Breuil. En enero cruzaron 1.071 personas y “subió y subió” hasta que en agosto hicieron la travesía 25.000 personas en un mes.

En lo que va de año se calcula que se han adentrado en la selva —o más bien han salido de ella porque no hay cifras de cuántas personas se quedan en el camino— 70.000 migrantes, de los cuales más del 60 % son haitianos y, si se añade a sus hijos, nacidos en Chile o Brasil, se alcanza el 71 % del flujo.

Personas como John, un haitiano de 36 años que decidió salir de Chile hace dos años después de no poder conseguir los papeles que regularizaran su situación.

“Cualquiera que cruza esa selva debería ser reconocido como un héroe, no se puede pasar esa selva sin la ayuda de Dios”, asegura este joven, que ya arribó a Ciudad Acuña (México). En la selva vio muertos “y muchas personas malas”.

La violencia de la selva, donde operan grupos armados que se encargan del tráfico de migrantes y del narcotráfico, también ha aumentado en los últimos meses, al igual que la violencia sexual, de la que se están viendo “cifras alucinantes”, según MSF.