El día del accidente Victoria iba feliz en el auto comiendo un helado que sus papás le habían comprado en la última parada que habían hecho para descansar. Era pasado el mediodía, conversaban y reían, contentos por poder ir a ver a la abuelita a San Antonio para pasar la Navidad.

Todo iba de maravillas, cuando en un instante sintieron un golpe en el vehículo y en fracción de segundos se vieron cayendo a un pequeño canal a un costado de la Ruta 5, a la altura del Cruce Tabaco, en la región del Maule.

Luego de unos instantes inconsciente, Carlos escuchó los gritos de su esposa Isabel y de Carla, su hija mayor. Sin embargo, Victoria no se movía.

Un jovencito amigo de la familia que los acompañaba en el viaje, salió como pudo hacia la carretera para pedir ayuda.

Rápidamente comenzó a llegar gente, incluso un EmeBus se detuvo y algunos pasajeros bajaron para intentar auxiliar a los heridos. Pero Victoria seguía en silencio.

Al lugar llegaron unidades de emergencia, que sacaron a Carlos y su hija mayor del vehículo con fracturas graves, mientras los rescatistas hacían todo lo posible por intentar rescatar a Isabel de entre los fierros y latas retorcidas del auto.

Sin saberlo la familia, paramédicos del SAMU luchaban a unos metros del accidente en plena carretera hasta donde habían subido a Victoria, haciéndole reanimación porque la pequeña estaba en paro cardiorrespiratorio. En la práctica, la niña había muerto en el accidente.

Pero tras largos minutos en maniobras de reanimación y casi en un milagro, su pequeño corazón comenzó débilmente a latir de nuevo.

Un pronóstico desalentador

Tras el accidente, la familia quedó hospitalizada debido a las graves lesiones. Ambos padres tuvieron que ser sometidos a sendas cirugías, mientras sus hijas luchaban por su vida en la UCI.

Pasados unos días, los médicos llamaron a los papás a una junta médica, a la que ambos acudieron en silla de ruedas. Allí, les informaron del estado crítico de ambas hijas, sin embargo, lo peor fue cuando les dijeron que Victoria había quedado tetrapléjica, sin movilidad desde el cuello hacia abajo y que no había nada más que hacer.

El pronóstico era desalentador, la pequeña no iba a poder comer, hablar, menos aún levantarse y caminar. Y para poder respirar, le hicieron una traqueotomía para conectarle un ventilador mecánico y obligar a sus pulmones a inflarse, ya que su diafragma está “muerto”.

Pese a todo, Victoria derrocha encanto y simpatía, perdió su movilidad, pero no así su sonrisa, perenne y espontánea. Como tampoco ha perdido su fe, orando todas las noches y pidiéndoles que no apuren las cosas, que Dios tiene la última palabra.

Es tal su esperanza, que más de una vez le ha dicho a Carlos que su sueño es ser bailarina…

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Por lo pronto, su meta más cercana es poder salir de la clínica donde se encuentra hospitalizada debido a su dependencia del ventilador mecánico. Y para ello, la solución que le recomendaron los especialistas es instalar un marcapasos que envíe señales eléctricas a los nervios frénicos que mueven el diafragma y le da movimiento, para que pueda respirar por sí misma.

A eso se suman las ayudas técnicas que va a necesitar Victoria, como una silla de ruedas eléctrica, especial para personas en su condición, que pueda controlarla con el mentón o la boca, pero que tiene un valor en el mercado de unos 40 millones de pesos.

Hasta la fecha, en Chile le han instalado el dispositivo a tres pacientes, con buenos resultados, permitiéndoles volver a sus hogares.

Por ahora se desconoce si es una solución definitiva, pero lo cierto es que al menos le permitiría a Victoria volver a su pieza con sus peluches, que sus papás puedan hacer sus oraciones y despedirse de ella al acostarse con el habitual beso en la frente, arroparla y cuidar de su regalona, con la tranquilidad de que ella al menos está en casa de vuelta.

Una luz de esperanza

“Cuando los médicos nos contaron en el hospital lo que había pasado con nuestra hija, ahí de verdad que se nos vino el mundo encima y nuestras lesiones y como estábamos, pasaron a segundo plano. Pensábamos que Victoria se nos moría en ese momento… de verdad que ha sido un infierno, todo esos meses fueron un infierno para nosotros y lo único que importaba era poder recuperar o tratar de mejorar y cómo ayudar a Victoria”, nos cuenta Carlos.

Según reconoce, la posibilidad de instalarle un marcapasos es una luz de esperanza porque congnitivamente su pequeña de 9 años está muy bien.

“Victoria es la misma niña de siempre, la niña alegre, contenta, en todas las fotos sale sonriendo, tira la talla, con la complicación que tiene de hablar, ella siempre está sonriendo. Tiene días buenos y días malos, como todos, pero generalmente está contenta y alegre”, relata con entusiasmo.

“Si le instalamos el marcapasos, a ella se le abriría un mundo que todos tenemos, que es poder abrir la puerta y salir. Pero Victoria desde el accidente no puede hacer eso, y al instalarle el marcapasos, vamos a poder subirla al auto y poder salir con ella y no tener que estar encerrada entre cuatro paredes de por vida”, dice.

“Vamos a agotar todas las instancias para que esto sea así, todos nosotros queremos lo mejor para nuestros hijos y quizá es algo tan simple como yo quiero que mi hija se siente en su silla de ruedas y se vaya a parar al frente de la playa y mirar el mar, eso para mí es mucho”, añade emocionado.

Ella piensa que en algún momento va a volver a caminar, así está ella. De hecho anoche me decía ‘Papá, yo quiero ser psicóloga y también quiero ser bailarina’, imagínate escuchar eso como papá…”.

Un regalo de Navidad para Victoria

El matrimonio ha recibido ayuda de familiares, con platos únicos, han recibido ayuda de sus compañeros de trabajo, del colegio, personas anónimas, pequeñas empresas y una organización de pymes que dieron donaciones para hacer una rifa y reunir fondos.

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Por ahora llevan poco más de $50 millones de los $300 millones que necesitan para costear los gastos médicos y de rehabilitación de Victoria.

“También nos da vergüenza porque estamos pidiendo algo y la situación en el país no es muy buena, por eso es necesario llegar a más lugares. Si bien para una empresa grande, para una Municipalidad puede no ser tanto, para una familia es harto 300 millones de pesos”, añade.

Por último, Carlos confiesa su anhelo más profundo como papá: “Lo ideal es instalarle el marcapasos lo más pronto posible, antes que se cumpla un año de que Victoria tiene su diafragma detenido, y que no ha estado funcionando”.

“Si hubiera una fecha, ojalá tener un regalo de Navidad, ahí está la meta”, nos dice esperanzado.

Si estás interesado en aportar, ingresa al sitio www.suspiroparavictoria.cl para apoyarlos y lograr la meta. Para más información, puedes revisar su instagram suspiroparavictoria.