La pequeña Jaycee Lee Dugard creció en la tranquila localidad de South Lake Tahoe, en California, Estados Unidos. Su padre biológico nunca se enteró que ella había nacido, y la pequeña tuvo una niñez normal junto a su madre, su nueva pareja y su pequeña hermana.

Jaycee era un poco tímida y de pocos amigos en el colegio, una chica nerviosa, nada raro para los 11 años que tenía cuando su vida cambió dramáticamente.

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El 10 de junio de 1991 había salido de su casa con rumbo a la escuela, pero antes de subir al autobús escolar un hombre se acercó, se la llevó y ella no volvería a su casa en 18 años.

“Escuché un auto detrás de mí. Sus manos aparecieron y enseguida me sentí aletargada. Sentí picazón en todo el cuerpo”, reveló la muchacha después de su liberación, según consignó Univisión en 2013.

Esa es sólo parte de la estremecedora historia de cautiverio, violación y sufrimiento de Jaycee, la sobreviviente del caso de secuestro no realizado por un familiar directo más largo del que se tenga registro.

El secuestro

La pequeña Jaycee Lee estaba pasando por días particularmente ‘complicados’ para una niña de su edad. Estaba muy nerviosa por un próximo viaje de la escuela, pues no quería que su timidez le pasara la cuenta ni quedar en ridículo.

Con eso en la cabeza y su traje rosado favorito puesto salió de su casa la mañana del 10 de junio y, cuando estaba llegando al paradero, un auto se detuvo a su lado y pronto ocurrió lo peor.

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Ella pensó que el hombre que manejaba el vehículo pediría direcciones, pero, cuando bajó la ventanilla, la dejó inconsciente con una pistola paralizante y la secuestró.

El hombre era Phillip Greg Garrido, un pedófilo y abusador con sentencias previas. Nancy, su esposa, que según el fiscal de distrito utilizó a Jaycee como un premio para Phillip, mantuvo a la pequeña tranquila en el auto mientras entraba y salía del estado de inconsciencia. Fueron aproximadamente tres horas de viaje desde su casa a la casa de los Garrido en Antioch.

La única vez que la niña habló durante el trayecto fue para suplicar ser liberada y decir que sus padres no tenían dinero para pagar un rescate.

Su padrastro, Carl Probyn, vio cómo ocurrió todo e intentó alcanzar a los secuestradores en su bicicleta, pero pronto perdería el rastro y el caso quedaría sin solución por casi 20 años.

| Violación y torturas

Cuando los Garrido llegaron a su casa, Phillip puso un manta sobre la cabeza de la niña, impidiendo que viera, y la arrastró hasta una pequeña bodega en el patio de atrás, junto a otras construcciones donde guardaba materiales y herramientas.

La desnudó y le quitó todas su cosas, salvo un pequeño un anillo en forma de mariposa que logró esconder de ellos durante los próximos 18 años. Luego, la forzó a tomar una ducha con él y abusó de ella.

“Me dijo que sería rápido y que sería mejor si no me resistía, porque entonces se tendría que poner agresivo”, contó la víctima en su primera autobiografía, Memorias de un Vida Robada, publicada en julio de 2011.

Cuando terminó de violarla por primera vez, la dejó desnuda en la bodega y cerró con candado. Amenazó a Jaycee diciendo que tenía furiosos dobermans entrenados para atacarla si trataba de escapar. Phillip la visitaba, le llevaba comida y le contaba historias y cuentos fantásticos, pero principalmente entraba para violarla.

Durante una semana permaneció esposada. Según la mujer, sólo cerca de un mes y medio más tarde la llevaron a una habitación más grande, donde el violador la esposó a una cama.

El hombre solía decirle a la niña que los “ángeles endemoniados” le había permitido tomarla y que sería ella quien curaría sus problemas sexuales, porque la sociedad lo había ignorado.

Garrido solía drogarse con metanfetaminas y llevar a cabo rutinas a las que llamaba corridas, en las que vestía a la pequeña Jaycee y ambos debían hacer recortes de revistas pornográficas. Todo terminaba, generalmente, en disculpas y llantos.

7 meses después de su secuestro la pequeña conoció a Nancy Garrido, que le llevó un peluche y leche con chocolate. Le ofreció disculpas entre lágrimas igual que su marido, aunque solía ser cruel y culpar a la niña de las acciones de Phillip.

Jaycee fue renombrada por sus captores como Allissa. Las violaciones terminaron en dos embarazos, a los 14 la niña dio a luz a su primera hija y tres años más tarde a una segunda bebé.

Fueron más de 18 años de cautiverio bajo las mentiras y amenazas de los Garrido, que la aislaron del mundo. Su escape era un diario, en el que describió su profunda tristeza y depresión, su miedo, soledad y el constante sentimiento de no tener quién la amara.

Cualquier interacción humana, incluso con sus secuestradores, era un momento de breve alegría. No sabía cómo escapar, cómo salir, cómo volver a casa y temía que su familia no la quisiera más, pensaba que nunca la habían buscado realmente. Su mente y valor estaban completamente rotos.

“Haces simplemente todo lo que tienes que hacer para sobrevivir. Es como un botón que tuve que apagar, mi mente estaba en otra parte, la manipulación psicológica y los abusos físicos que sufrí al principio, no podía escapar…”, señalaría Jaycee años más tarde.

En ese momento, Terry Probyn seguía vendiendo cosas para pagar a investigadores privados y distribuir un millón de volantes a través de los Estados Unidos con un retrato realizado por un dibujante profesional de cómo se vería Dugard como adolescente.

Liberación

Simplemente nada dio resultado, su familia no pudo dar con ella y las violaciones, abusos y maltratos persistieron durante casi dos décadas.

Fue en 2009 cuando un error de los Garrido permitió a Jaycee y sus dos hijas ver la ‘luz’ y la joven con 29 años por fin pudo volver al hogar del que nunca debió salir.

El 14 de agosto de ese año, Phillip, ya acostumbrado a esa altura a salir con Jaycee y sus hijas a la calle, cometió un gran error.

Fue a dejar un documento a la Universidad de Berkeley con las niñas y solicitó permiso para hacer un evento de adoración a Dios. La mujer que lo recibió lo notó extraño y le pidió regresar al día siguiente pidiendo una cita. Él lo hizo y así caería.

La mujer, Lisa Campbell, era la encargada de los eventos especiales en la universidad y pidió ayuda a la policía, pues vio que las pequeñas tenían un comportamiento bastante anormal y sumiso. Al revisar los antecedes de Garrido dieron con su condena por abuso sexual de menores y así con la verdad.

Cuando llegó a la universidad para su cita, el oficial a cargo de la investigación confirmó las sospechas. Sin embargo, los agentes encargados de su libertad condicional no lograron llegar al fondo de la verdad aquel día, aunque lo citaron a un interrogatorio al día siguiente.

Fue ahí cuando obligó a Jaycee, que fue presentada por su identidad de Alissa, que los investigadores finalmente supieron qué pasaba en realidad.

‘Alissa’ intentó ayudar a su captor e inventó un lindo cuento, pero sus nervios la traicionaron, y su mentira salió a flote. Garrido pronto admitió la verdad y fue arrestado junto a su esposa.

Nueva vida

Philippe Garrido fue arrestado, juzgado y condenado a 431 años de prisión por los cargos de violación de menores, violación, secuestro y falsa privación de libertad. Su mujer Nancy cumple aún los 36 años iniciales de su castigo.

Varios años han pasado ya desde su liberación y Jaycee ya tiene 36 años. Regresó con su madre y se preocupa principalmente de la crianza de sus hijas, a las que intenta no ocultar el pasado.

“¿Asustamos a nuestros niños para que nunca quieran hacer nada o los preparamos para lo peor de la vida, sin saber si realmente pasará o no?”, comentó Jaycee en una reciente entrevista concedida a ABC y realizada en el marco del lanzamiento de su segundo libro, Libertad: Mi Libro de Primeros.