La historia del japonés que bucea hace 13 años buscando a su hija: desapareció tras tsunami de 2011
Masaaki Narita es el protagonista de una emotiva historia. Este japonés bucea hace 13 años buscando a su hija desaparecida, tras el terremoto 9,1 grados y tsunami que azotó al país asiático en 2011.
El tsunami fue tan devastador, que murieron más de 20 mil personas y actualmente figuran 2.500 desaparecidos. El desastre fue de tal magnitud, que se registraron olas de hasta 9,3 metros de altura.
Pero de este evento traumático, se conocieron diversas historias. Pero ninguna tan emotiva como la protagonizada por Masaaki, que perdió a Emi, su hija de 26 años durante el tsunami ocurrido en marzo de ese año.
El nipón quedó con una pena inconsolable, que solo ha podido mitigar ayudando a otras familias.
Es que el padre, después de asumir que el cuerpo de Emi no iba a regresar, decidió aprender a bucear para encontrar alguna pista de su única hija.
El tsunami que azotó a Japón en 2011
Al momento en que el tsunami azotó la costa, Emi trabajaba en la sucursal Onagawa del Banco Shichijushichi.
Según un reportaje de la Televisión Pública Británica (BBC), la radio advirtió que un tsunami de 6 metros de altura tocaría tierra a las 15:10.
En ese instante, todos los compañeros de trabajo de Emi, se habían resguardado en el techo de la sucursal, esperando que el daño fuera bastante menor.
Un testimonio escrito en Facebook, detalló el impacto del desastre y la total indefensión de aquellos trabajadores del banco que fallecieron.
“Se nos hace un nudo en la garganta cada vez que pensamos en las banqueras que, vestidas con faldas, tuvieron que subir la escalera con un miedo inimaginable. Y en los banqueros que se quitaron los abrigos en el último minuto, sin importar el frío, el miedo, la desesperación y el arrepentimiento”, detallaron.
Al final, el agua destruyó todo a su paso, pues las olas superaron tres veces lo esperado. Tanto los edificios como los autos, quedaron devastados por el tsunami.
No obstante, el mar arrasó con todas las zonas supuestamente seguras.
“Onagawa fue una de las zonas más afectadas”, dijo Tsutomu Yamanaka, un coordinador de ayuda que llegó a realizar labores de rescate.
Incluso, más de 5.000 edificios fueron arrasados por el tsunami, entre ellos, el banco donde trabajaba Emi.
Emi, la hija perdida en tsunami
Después de ocurrido el desastre, se encontraron cuatro cuerpos de los compañeros de trabajo de Emi.
Mientras tanto, Masaaki Narita había logrado evacuar por pocos metros del fuerte oleaje del tsunami.
Con relación a la decisión de su hija de no escapar a un lugar de altura, el hombre expresó su perplejidad a los medios de comunicación.
“No entendía por qué escaparon a la azotea”, sostuvo Narita. “Allí no hay escapatoria. Si hubieran escapado a la montaña, podrían haber subido a un lugar más alto. Creí que la evacuación a la montaña era algo natural”, remarcó a BBC.
Así las cosas, después de enterarse por su esposa, de la desaparición de Emi, el padre no quiso aceptar por un largo tiempo el destino de su hija.
“No podía creerlo. Aún no lo puedo creer”, dijo. “Hasta ese momento, no tenía ninguna duda de que estaría a salvo”, agregó con pena.
El buceo de la esperanza
A primera hora de la mañana, Narita comienza a prepararse para bucear mar adentro. Lo hace en compañía de Hiromi Narita, su mujer.
Pese a que Masaaki ha aceptado que su hija se encuentra fallecida, sostiene que mantiene la fe intacta.
“Aún tengo la esperanza de que podamos encontrar algo, tal vez un cuerpo humano, sea el de mi hija o no”, dijo Narita, hace algunos años a la BBC de Londres.
“Antes de empezar a bucear no podía hacer nada, pero después de decidir buscar a mi hija por mi cuenta, pude sentirme un poco más optimista. Me siento animado buscándola”, añadió a su testimonio.
En medio del océano, su madre, también ha lidiado con su propio duelo.
“Estoy agradecida de que mi marido bucee”, dijo Hiromi, madre de la joven desaparecida, a The New York Times, “porque puedo ver el amor que tenía por mi hija”.
“Aún está aprendiendo, así que todavía no habla mucho sobre lo que ve, pero cuando llega a casa tiene buen aspecto, incluso cansado. Creo que es un proceso que le hace bien, porque se siente cercano a nuestra hija“, relató.
Por último, explicó que “si encontramos algunas de sus cosas, estoy segura de que puede darnos una pista sobre dónde deberíamos mirar“.
Con los años que han pasado, el único recuerdo de Emi es un retrato de tamaño real que encargaron después de su muerte.
“Así podemos tenerla entre nosotros”, cerraron.