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En el corazón de Santiago, el Cristo de Mayo, una figura religiosa centenaria, despierta devoción y temor. Creada en 1613, su fama de milagrosa se consolidó tras un devastador terremoto en 1647. Se cree que si no se procesiona desde la Iglesia de San Agustín cada 13 de mayo, la ciudad quedaría vulnerable. Esta tradición barroca colonial, arraigada en la capital, alimenta el imaginario popular con leyendas y simboliza la esperanza frente a la fragilidad humana y la naturaleza.
Desarrollado por Bío Bío ComunicacionesEn pleno centro de Santiago, entre el ritmo acelerado de la ciudad, una antigua imagen religiosa continúa generando devoción, fe y también cierto temor: el Cristo de Mayo.
Cada 13 de mayo, esta figura tallada hace más de cuatro siglos se convierte en protagonista de una tradición cargada de simbolismo y misticismo.
De acuerdo con la creencia popular, si la imagen no sale en procesión desde la Iglesia de San Agustín, la capital quedaría vulnerable frente a los terremotos.
Así lo explica Raúl La Torre, historiador y coordinador de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes (UANDES).
“El Cristo de Mayo es una escultura de arte colonial religioso de estilo barroco, y su veneración comenzó a partir de un hecho histórico considerado milagroso en su época”.
En efecto, la historia se remonta a 1613, cuando Fray Pedro de Figueroa talló esta imagen de Jesucristo crucificado.

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Sin embargo, su fama de milagrosa surgió tras el terremoto del 13 de mayo de 1647, uno de los más devastadores en la historia de Santiago.
En medio del caos, la figura del Cristo se mantuvo intacta, salvo por un hecho enigmático: su corona de espinas se deslizó desde la cabeza hasta el cuello. “Se cuenta que intentaron devolverla a su lugar varias veces, pero fue imposible”, agrega La Torre.
Hoy, el Cristo de Mayo representa una de las pocas tradiciones barrocas coloniales que aún permanecen vivas en la capital.

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Según el historiador, “con una fuerte característica nacional, esta tradición ha alimentado el imaginario de la población con diversas leyendas”.
Una de las más persistentes, asegura que la ciudad quedaría expuesta a desastres naturales si alguna vez se interrumpe la procesión anual.
A más de 400 años de su creación, la figura continúa convocando a fieles y curiosos cada 13 de mayo.
Más allá de la fe, el Cristo de Mayo se ha transformado en una herencia cultural viva, que recuerda la fragilidad humana frente a la naturaleza y la esperanza de un pueblo que no olvida su historia.