Sociedad

Kipland Kinkel: el joven que cometió macabros crímenes tras recibir órdenes de voces en su mente

AFP
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El 30 de agosto de 1982 en Springfield, Oregon, Estados Unidos, nació Kipland Phillip “Kip” Kinkel. Bajo la tutela de sus padres, William “Bill” Kinkel y Faith Zuranski (ambos profesores), vivían una vida normal, o eso era lo que pensaban.

Cuando el pequeño ingresó a la escuela Walterville, desde el primer día de clases tuvo problemas; sus maestros lo consideraban un niño sin apego afectivo e inmaduro, a eso se suma su coeficiente intelectual por debajo del promedio y serios problemas conductuales.

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Ya en cuarto grado se le diagnosticó dislexia, mientras sus compañeros de clases lo etiquetaron como un chico “extraño” y “morboso”, detalló Infobae.

Todo llegó a un punto de no retorno cuando a los doce años, Kip empezó a escuchar voces masculinas, las cuales tenían jerarquías entre ellas y hablaban con mucha violencia.

El aterrado adolescente no encontró respuesta a lo que estaba sucediendo, así que terminó elucubrando que el gobierno estadounidense y Disney se habían unido para implantarle un chip en su cerebro.

Estas desconocidas personas que conversaban en su mente se convirtieron en una obsesión (ya que afirmaban que los chinos invadirían el país norteamericano), es por esto que empezó a juntar armas de todo tipo.

Sus padres buscaron ayuda para el control de su ira, pero nadie pudo encontrar alguna respuesta para la inestabilidad psicológica que aumentaba a un ritmo estrepitoso.

“Ellos no se merecían eso”

Debido a su extraño amor por la violencia, Kip no tuvo muchos amigos de su edad, sin embargo, Korey Ewert, uno de los pocos cercanos que tenía, le comentó que había robado una Berreta calibre 32 al padre de uno de sus compañeros, la cual estaba dispuesta a vendérsela.

El miércoles 20 de mayo de 1998, a las ocho de la mañana, Kinkel pagó 110 dólares por el arma, siendo posteriormente descubierto luego que el dueño de la pistola se diera cuenta del hurto. Tanto Korey como Kip fueron expulsados del colegio y llevados a la comisaría.

Tras enterarse de lo sucedido, el padre de Kipland fue a buscar furioso a su hijo a la estación de policía.

Cuando llegaron a la casa, el joven recibió un fuerte regaño, momento en el cual una de sus voces le dio una brutal orden. El adolescente fue directo a su ropero y sacó un rifle semiautomático y sin dudar mató a Bill, a quien escondió en el baño con una sábana blanca.

Esto no quedó hasta ahí, ya que esperó a su madre durante varias horas, a quien disparó tres veces en la cabeza, para después rematarla con otros tiros.

En la mañana del jueves 21 de mayo de 1998 (día siguiente del homicidio), el criminal tomó varias de sus armas con más de 1.000 municiones. Antes de salir escribió una extraña nota: “¡Acabo de matar a mis padres! No sé qué está pasando. Amo a papá y a mamá tanto. Ellos no se merecían eso”, expresó.

Una masacre escolar

Al llegar a la secundaria Thurston, a eso de las 7:55 inició un tiroteo sin cuartel, dejando el saldo de 2 estudiantes fallecidos y 25 heridos.

La policía logró detener al joven, quien pasó los primeros 18 meses de confinamiento esperando el juicio. Según relató el citado medio, en la cárcel se convenció que uno de sus dientes era ocupado como antena para el chip que tenía implantado en su cerebro.

El 24 de septiembre de 1999, Kinkel se declaró culpable, así renunciaba a la opción de ser absuelto por problemas mentales.

En noviembre de 1999, fue condenado a ciento once años y ocho meses de presidio, sin posibilidad de libertad condicional, en el Centro Correccional Juvenil Mac Laren, para jóvenes de entre 12 a 24 años.

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“Soy responsable”

En 2007, abogados del asesino solicitaron un  nuevo juicio apelando a problemas psicológicos, lo cual fue denegado por el juez.

En el estado de Oregon se debatió si los menores de 18 años pudieran ser condenados a reclusión perpetúa sin posibilidad de libertad condicional. En 2019 se efectuó una reforma por la que ya no podrían ser condenados de por vida, aunque se excluyó la alternativa de que fuera aplicada de manera retroactiva.

Veintidós años después de los crímenes, Kip habló con HuffPost. “Soy responsable del daño que causé cuando tenía 15 años”, afirmó el homicida que actualmente está por cumplir los 39.