Mayla y Sofia se preguntaban desde niñas por qué nacieron con órganos genitales masculinos. “Nunca nos identificamos” como varones, cuentan estas dos gemelas trans brasileñas que, a sus 19 años, se recuperan de una exitosa cirugía de reasignación de sexo.
“Es el único caso reportado [de gemelas trans realizándose juntas esta cirugía] en el mundo”, afirma el médico José Carlos Martins que realizó las operaciones de casi cinco horas, con un día de diferencia.
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Una semana después del procedimiento, las jóvenes sonríen, bromean y también lloran al recontar el camino de adaptación que han recorrido desde niñas, cuando tomaron consciencia de su cuerpo.
“Yo percibí que siempre amé mi cuerpo, pero no estaba satisfecha con mis órganos genitales (…) Soplaba los dientes de león y le pedía siempre a papá del cielo que me transformara en una niña”, dice Mayla, que dice haber llorado de emoción al verse por primera vez después de la cirugía.
De cabello oscuro, cejas y mejillas marcadas, se emociona con más facilidad y es más altiva que su hermana, Sofia, rubia y con un pequeño tatuaje en el hombro derecho.
La camaradería es evidente. Se interrumpen las oraciones e hilan un sinfín de anécdotas sobre como se enseñaron y se apoyaron mutuamente durante su infancia y adolescencia, marcadas por episodios de acoso sexual, bullying y violencia física.
Alivio
Mayla y Sofia nacieron en Tapira, una ciudad de apenas 4.000 habitantes en Minas Gerais, sureste de Brasil.
“El miedo de nuestros padres no era a lo que éramos, sino a que la sociedad nos maltratara“, afirma Mayla durante la entrevista con la agencia AFP, realizada por videollamada.
Su abuelo paterno remató una propiedad para pagar las cirugías, que costaron casi 20 mil dólares.
“Cuando se asumieron, para mí fue un alivio (…) Ni me acuerdo que un día fueron ellos, para mí siempre serán ellas”, dice su mamá, Mara Lucia da Silva, de 43 años.
Mara llevó desde pequeñas a Mayla y Sofia a psicólogos y médicos. “Mi corazón siempre supo que eran niñas y que estaban sufriendo”, dice.
Madre de otras dos hijas, esta secretaria de escuela las ha apoyado durante las terapias hormonales y los tratamientos quirúrgicos y psicológicos, pero aún guarda tristezas: “Sufro por no haberles dado una muñeca o un vestido, por no haberlas hecho más felices cuando eran niñas”.
“Cuando pasábamos por algo en la calle, lo que más queríamos era llegar a casa, contarle a mamá y que nos abrazara, porque ella era como una leona, siempre nos protegió con uñas y dientes”, se emociona Mayla.
Orgullo de ser mujer trans
Sofia estudia ingeniería civil en Sao Paulo y Mayla, medicina en Argentina. Ahora solteras, ya ataron noviazgos fugaces.
Querían operarse en Tailandia pero Mayla descubrió una clínica en Blumenau, una pequeña ciudad en Santa Catarina, en el sur de Brasil.
El Transgender Center Brasil fue fundado en 2015 por los doctores José Martins y Claudio Eduardo para atender pacientes del exterior.
“Aún predominan clientes de Europa y Estados Unidos, pero ahora un 30% es local” y llegan personas más jóvenes o de la tercera edad, asegura Martins a AFP.
La reasignación de sexo se puede realizar en Brasil a partir de los 18 años. Está contemplada en la red pública de salud por ley desde 2011, pero sólo cinco hospitales realizan el procedimiento. La larga espera estimula la alternativa privada.
La demanda permitió al Transgender Center Brasil crecer incluso durante la pandemia, pero Martins aclara que, estadísticamente, “de 3 a 5% [de las personas transgénero] tienen necesidad o indicación para la cirugía genital”.
Con 175 personas trans asesinadas en 2020 (una cada dos días), Brasil lidera el ranking mundial de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra). El balance divulgado en enero muestra un aumento de 41% frente a 2019.
“Me indigna. Vivimos en el país más transfóbico del mundo”, lamenta Sofia. El miedo, relata, es una constante para ellas y su familia.
“Me enorgullezco de ser una mujer trans. Viví con miedo por la sociedad y lo que pido es respeto“, agrega Mayla quien carga noche y día una imagen de San Sebastián que su abuelo le regaló.
Sofia, quien también es religiosa, cree que “Dios creó almas y no cuerpos”, y espera que su historia sirva para enfrentar prejuicios: “quiero ayudar a que la gente vea que también somos seres humanos”.