Hoy en día dejar una propina no parece ser algo de otro mundo, pero los inicios de esta práctica -que parece noble- tuvieron un oscuro camino durante su desarrollo histórico.
En más de una oportunidad se suele dejar una gratificación económica a la persona que te ayudó a descargar las maletas, empacar el contenido del supermercado o la que te atendió en el bar o restorán, dependiendo en muchas ocasiones de la generosidad con la que se atendió, o simplemente por el trabajo bien hecho.
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La descripción anterior no siempre ocurrió así, es más, aún quedan lugares en el mundo donde esta práctica es mal vista por algunos, e incluso son consideradas racistas, sexistas y antidemocráticas.
Si bien los orígenes de esta práctica son poco claros, la mayoría de los historiadores aseguran que nació alrededor del siglo XV en Europa, como un ejercicio que se daba dentro de la aristocracia, donde las clases altas otorgaban una mera “concesión” a las personas de clases socialmente inferiores, según consignó BioBioChile.
A finales de la Edad Media “amos” y señores feudales solían dar a sus criados algunas monedas para expresar su buena voluntad, o simplemente para humillarlos.
El largo camino de la propina
La situación cambió para mejor cuando los ingleses comenzaron a dejar pequeñas cantidades de dinero a los empleados de las mansiones en las que se alojaban durante sus visitas. Aquella gratificación no era otra cosa más que una compensación a los sirvientes o vails del propietario por realizar labores más allá de sus deberes normales para su causa.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que aquel reconocimiento se hiciera algo esperado entre los sirvientes, pero marcó algunas diferencias en la sociedad, tal como lo explicó Kerry Segrave en su libro Tipping: An American History of Social Gratuities. “La nobleza y la aristocracia comenzaron a quejarse. Un intento de abolir a los vails en Londres en 1764 provocó disturbios“, aseguró el autor.
Gracias al comercio la acción de dar una propina se esparció alrededor del mundo, hasta que a mediados del siglo XIX llegó a Estados Unidos. Fue después de la Guerra Civil del país del norte cuando los aristócratas realizaron viajes al viejo continente y adoptaron algunas de sus prácticas, aunque sus intenciones no eran otras que enseñar que habían salido del país así como también presumir de una educación refinada.
El lado oscuro de la propina
Una investigación realizada para la organización Restaurant Opportunities Centers United, por la activista y defensora de los trabajadores de restaurantes, Saru Jayaraman, la acción de dar una propina tuvo un giro oscuro después de la guerra, tras la liberación de esclavos negros.
La búsqueda de oportunidades laborales congregó a muchos de ellos a las grandes ciudades, pero en ellas solo podían optar a puestos “no calificados”, pero los empleados -en su mayoría racistas- consideraron que no tenían el deber de pagarles un sueldo, por lo que utilizaron la propina de los clientes para darles una remuneración.
Muchos norteamericanos consideraron esta práctica como algo normal, ya que distinguía a los acaudalados de las masas, pero hubo una parte de la población que vio con malos ojos esta práctica, ya que iba en contra de la lucha de derechos que ocurría en ese momento. A fines de 1880 los trabajadores negros representaban casi la mitad de la industria hotelera, por lo que los reclamos fueron adquiriendo más fuerza.
En 1902 el periodista John Speed ilustró la discusión en una declaración escrita: “Los negros aceptan propinas, por supuesto, uno espera eso de ellos, es una señal de su inferioridad. Pero dar dinero a un hombre blanco me daba vergüenza“, compartió el portal NPR.
Para 1904 la lucha se oficializó con el surgimiento de la primera Sociedad Anti-Propina de América en Georgia (EE.UU), donde sus más de 100 mil miembros decidieron no volver a dejar una propina. Posterior Washington fue el primer de seis estados en aprobar una ley que las prohibía, pero las autoridades nunca obligaron a obedecer la norma, siendo derogada en 1926.
Pese a todos los esfuerzos que dieron miles de personas, finalmente la propina se normalizó y se extendió hasta el punto en que las leyes se ajustaron a ella. Ejemplo de aquello fue una ley de salario mínimo que permitió un sueldo más bajo para los trabajadores que recibían propinas. Pese a todo el sesgo contra ella continúa, tal cual lo demostró un estudio realizado en 2008 por la Universidad de Cornell y el Mississippi College.
Estas instituciones encontraron que los clientes, sin importar su raza, dejan una propina mayor a los meseros blancos que a los afroamericanos. Otros estudios han demostrado que las mujeres enfrentan mayores tasas de acoso sexual en la industria de restaurantes, ya que sus ingresos dependen también de complacer al cliente, demostrando así que, si bien las condiciones han cambiado desde los primeros días de la propina, aún quedan problemas por resolver en esta práctica.
Cabe precisar que en Chile se estableció -en 2014- una ley que obliga a los dueños de los restaurantes, bares y otros lugares similares, a sugerir una propina de (al menos) el 10% del consumo que un cliente haya tenido durante su permanencia un local.