El 5 de mayo de 1993 se dio a conocer uno de los crímenes más brutales de Estados Unidos. En la ciudad West Memphis, en Arkansas, los cadáveres de tres niños fueron encontrados en una zona boscosa llamada Robin Hood Hills.

Las víctimas eran Christopher Byers, Michael Moore y Stevie Branch. Los tres amigos —que tenían tan sólo 8 años— yacían desnudos, atados de pies y manos con los cordones de sus zapatos y con claros signos de haber sido torturados; siendo el de Byers uno de los más dañados, ya que no solo lo habían golpeado, sino que también le mutilaron el miembro.

El asesinato de los niños impactó a la comunidad y ejercieron presión para que encontraran a los culpables, pero pasaban los días y la policía no tenía nada en sus manos. Esto los llevó a seguir una desesperada línea investigativa, siendo el primer sospechoso un joven de 18 años llamado Damien Echols.

Uno de los oficiales tenía a Echols en la mira hace bastante tiempo por ser el típico adolescente problema: inadaptado, tenía el pelo largo, vestía ropa oscura, amante del heavy metal y provenía de una familia de escasos recursos, por lo que toda su vida recibió visitas de los servicios sociales.

Captura | Youtube
Captura | Youtube

Si bien en la escena del crimen no encontraron pruebas o evidencias que vincularan a Damien con el asesinato, las especulaciones y la presión de hallar al responsable eran motivaciones aún mayores, por lo que se decidió catalogar el caso como un “ritual satánico”, y este no había sido obra de sólo una persona.

Es así como aparecen en escena Jessie Misskelley (17) y Jason Baldwin (16). El primero —quien padece retraso mental— fue incriminado por una vecina del sector llamada Vicki Hutcheson, a quien la policía le había ofrecido 30 mil dólares (casi $20 millones) de recompensa si daba alguna información.

Tras varios intentos fallidos por inculpar directamente a Echols, Hutcheson incitó a Jessie a que le dijera a la policía que había sido testigo del crimen. Más tarde, durante una interrogación que duró 12 horas y sin presencia de sus padres o un abogado, Misskelley no sólo relató la misma historia que le mencionó Vicki —quien años más tarde confesó la verdad—, sino que además incriminó a Jason Baldwin, amigo de Echols.

El Juicio

Debido a los antecedentes y sus características, el caso hizo eco en todo Estados Unidos, siendo transmitido por diversas cadenas de televisión y las fotografías de “Los tres de West Memphis” —como los solían llamar— estaban en todos lados, según consignó el medio español La Vanguardia.

Policía Arkansas
Policía Arkansas

Durante el juicio se dio a conocer que la inspección de la escena del crimen no fue bastante cuidadosa: los cuerpos fueron retirados antes de que llegara un médico forense, el jefe de investigaciones fumó dentro del área restringida y marcas de mordedura en los cadáveres no fueron analizadas hasta años después del asesinato.

No obstante, la imagen de “ritual satánico” persistía y utilizaron libros de Stephen King, cuadernos con letras de canciones de Blue Oyster Cult y Pink Floyd y sábanas negras de bandas de rock como evidencias en contra de los acusados.

Tras un largo y mediático proceso judicial, en 1994 Miskelley y Baldwin fueron condenados a cadena perpetua; mientras que Echols fue sentenciado a la pena de muerte por inyección letal por ser sindicado como el cerebro de los crímenes, pero hubo apelaciones que lo salvaron.

La defensa

Si bien el ambiente en Arkansas ya se había calmado, dentro de prisión los tres jóvenes estaban lejos de encontrar paz. Ellos eran inocentes y parecía que nadie les creía. Sin embargo, su historia llegó a oídos de Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, dos reconocidos cineastas quienes decidieron realizar un documental del caso llamado Lost Paradise: Los crímenes de los niños en Robin Hood Hills, el que se estrenó en 1996.

En este se demostraron las falencias del sistema judicial norteamericano, como también las irregularidades dentro de la policía y quienes manejaron las evidencias. Esto provocó no sólo la duda de los padres de los niños y sus familias, sino que también que miles de ciudadanos los apoyaran para que salieran de la cárcel.

En 2000 Berlinger y Sinofsky estrenaron la segunda parte del documental titulado Paradise Lost 2: Revelations. En este capítulo se mostró otra arista del caso con más pruebas y un nuevo sospechoso: Mark Byers, padrastro de uno de los niños y quien ya había sido relacionado por la muerte de una mujer.

En este momento, el caso de “Los tres de West Memphis” lo seguían todos los medios de comunicación y diversas figuras del espectáculo, especialmente de la industria musical, se convirtieron en férreos defensores de los jóvenes.

Eddie Vedder de Pearl Jam; Natalie Maines de Dixie Chicks; el actor Johnny Depp; y la banda Metallica fueron sólo algunos quienes se pronunciaron por la libertad de Echols, Miskelley y Baldwin, recaudando millones para su defensa.

La libertad

En 2011, tras 18 años en prisión y con el hallazgo de nuevas pruebas de ADN, se demostró que ninguno de los tres acusados estaban vinculados en la escena del crimen y el caso dio un giro radical. No obstante, su libertad no sería concedida tan fácilmente.

Debido a que el caso no pudo reabrirse, los tres acusados debieron utilizar una maniobra legal llamada la declaración Alford. Esta consiste en mantener la posición de inocencia, pero al mismo tiempo acepta que el Estado cuenta con suficiente evidencia para condenarlo.

De esta forma, la sentencia de culpabilidad no se les eliminó y se les modificó el tiempo de condena a 18 años de prisión, por lo que fueron liberados inmediatamente debido al tiempo que ya habían estado en la cárcel.

Jason Merritt | Getty Images | AFP
Jason Merritt | Getty Images | AFP

Damien, Jessie y Jason —de 37, 36 34 años respectivamente— pasaron la mitad de su vida siendo juzgados por un crimen que no cometieron y su liberación fue registrada en el último capítulo del documental Paradise Lost 3: Purgatory el mismo año, siendo nominada a los premios Óscar. “Todavía podemos tratar de limpiar nuestro nombre. La única diferencia es que ahora podemos hacerlo desde el exterior”, expresó Echols en la conferencia de prensa.

Actualmente, luego de 7 años de libertad, Echols está casado con una arquitecta de Manhattan quien apoyó el caso, Lorri Davis. Además se convirtió en autor de diversos libros, como Life After Death, y se dedica a la pintura. En tanto, Misskelley y Baldwin han estados más alejados del centro de atención. El primero trabaja cerca del pueblo donde fue arrestado por primera vez y el segundo incursionó en el mundo de la abogacía, según consignó la revista Oxygen.