Puede que sea uno de los objetos más comunes que ves en tu día a día, pero seguramente nunca has visto más allá de su función. Si bien los semáforos son claves para el tránsito vehicular, el origen de los colores rojo, amarillo y verde tiene más de 100 años.

Y es que esta señal de tránsito, que indica cuándo uno se debe detener, seguir o tener precaución en las calles, tiene una historia que se remonta hacia el siglo XIX, donde ocurrieron algunos hechos que explican de mejor manera cómo es que llegaron estos artefactos a todos lados.

Según lo consignado por el portal Emol, todo se remonta al año 1868 en la ciudad de Londres, Inglaterra. El ingeniero ferroviario John Peake Knight instaló afuera del parlamento inglés de Westminster, lo que podría ser considerado como el primer semáforo.

La idea de instalar este artefacto era para poder controlar el tráfico justo al frente de este importante edificio. De este modo, se construyó un poste con señas que tenía dos brazos, cada uno indicaba el sentido en el que debían detenerse los vehículos. Para que esto funcionara por las noches, se incluyeron dos lámparas de gas de color rojo y verde.

Sin embargo, la idea de estas lámparas duró sólo un mes, ya que no eran automáticas, debía haber un policía justo bajo el poste controlando las luces. El problema fue que la persona encargada sufrió un grave accidente a las semanas después de inaugurado el semáforo: el artefacto explotó y las llamas le provocaron la muerte.

Después de crear varios prototipos, en 1910 debutó el primer modelo de un semáforo automático. Fue Ernes Sirrine quien decidió dejar los colores fuera e incluir las palabras stop (parar) y proceed (seguir), en un artefacto que no contaba con iluminación. Sin embargo, fue 1917, cuando estos dispositivos para manejar el tránsito llegaron a Estados Unidos, y gracias a los avances tecnológicos, se incluyeron las luces que hoy conocemos.

¿Por qué rojo, verde y amarillo?

Cuando se ideó el semáforo se pensó primero en los colores rojo y verde por dos sencillos motivos: primero, porque son fáciles de identificar a la distancia, y segundo, porque son tonalidades que pueden distinguir la mayoría de las personas, pensando por ejemplo en los daltónicos, que podrían confundir fácilmente el azul con el rojo, si fuera el caso.

Ahora bien, la elección de estos colores tiene tal vez un sentido mucho más profundo. Sucede que el rojo indica peligro, por lo que se puede asociar fácilmente con la sangre, por ende llama la atención de las personas, ya que podría estar peligrando su vida. Por otro lado, el verde está más ligado con la esperanza, lo que para los peatones y conductores les genera la percepción de que pueden continuar con su camino sin problemas, esto según lo consignado por el portal Circula Seguro.

¿Y el color amarillo? En 1920, se decidió incorporar el amarillo para poder alertar a los conductores de que se aproximaba el rojo, para que así comenzaran a detenerse. Se pensó en él con la idea de que existiese un estilo de transición del verde al rojo en el semáforo.

¿No crees que el origen en la elección de estos colores es casi poético?