Ya estamos en el último trimestre y son muchos los que en este periodo se detienen un momento a pensar en cómo ha sido el año y lo que desean mejorar o cambiar para el próximo, y sin duda el trabajo es uno de los aspectos más relevantes.

En este contexto, algunos sienten que podrían rendir mejor en otro trabajo, que nos lo valoran lo suficiente o incluso están pensando en cambiar de empleo pero la incertidumbre frente a lo que se puede avecinar los frena.

En tanto, hay otros que efectivamente sienten que no están siendo valorados en sus respectivos trabajos pese a que ponen todo de su parte, y siguen estancados en alguna posición que ya no les acomoda. Lo más fácil es culpar a los jefes, no obstante, la especialista en liderazgo y recursos humanos, Karen Gately, indica que a veces somos nosotros mismos los que nos ‘autosaboteamos’ y provocamos esta especie de estancamiento.

Por lo anterior, la experta reveló cuatro hábitos clave y fáciles de identificar, consignados en la versión en español del HuffPost, para darte cuenta si realmente eres tú el culpable de que ese ansiado ascenso o aumento de sueldo, nunca llegue.

1.- Estar muy ocupado

Puede que este punto parezca una virtud, sin embargo, Gately asegura que a veces el estar demasiado ocupado con tareas menores puede mermar nuestra visión de futuro, especialmente si estamos enfocados en las tareas equivocadas.

Estar ocupado es una decisión propia. Todos estamos ocupados, el mundo se nos viene encima y debemos decidir a qué tareas vamos a dedicar nuestra atención, qué vamos a priorizar“, indica, agregando que “si estás demasiado ocupado como para alcanzar el principal objetivo de tu trabajo, lo único que estás haciendo es caminar en dirección contraria y, por ende, no vas a avanzar”.

A ojos de la experta, esta situación podría restringir nuestro potencial y afectar nuestra capacidad de planificar y llevar a cabo estrategias en pro de un mejor futuro profesional.

2.- La falta de valor

Es común que muchas personas prioricen su seguridad o estabilidad laboral en desmedro de lo que realmente quieren hacer o de lo que son capaces de hacer. “Esos miedos limitan nuestra percepción de quiénes somos y qué somos capaces de hacer“, comenta Gately.

La especialista agrega que a veces las preguntas como “¿y si fracaso?” o “¿y si quedo en ridículo?” frenan nuestra forma de pensar y no nos permiten avanzar o tomar decisiones arriesgadas pero que pueden cambiar totalmente nuestra vida.

Como ejemplo, puede ser que estés demasiado ocupado pensando en si tienes o no las capacidades antes de aceptar un desafío en tu trabajo, ignorando que quizá en tu mismo equipo estarían dispuestos a ayudarte.

Pexels (cc)
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3.- No administras bien tu energía

Este debe ser uno de los aspectos más comunes de todos. Y es que cuando llega el lunes es casi normal que muchos se sientan cansados o sin ganas de realizar sus tareas, necesitando una taza de café para despertar y recuperar la energía que se quedó en la cama. No obstante, si esta es una situación que se repite constantemente y está afectando tu rendimiento, deberías ponerle ojo a tus hábitos.

En pocas palabras: necesitamos energía para tener éxito en la vida“, señala Gately, y agrega: “Tendemos a sentirnos motivados y a creer en nosotros mismos y, además, progresamos y acabamos obteniendo resultados“, argumenta.

Por lo anterior es importante que sepamos manejar nuestra energía de manera adecuada, entendiendo que durante el día habrá diversas situaciones que nos desgastarán y otras que nos motivarán. Existen situaciones y personas que absorben nuestra energía, mientras que otras nos aportan energía simplemente por su naturaleza o forma de ser.

4.- El ego

Lo principal es mantenerlo dentro de los límites. A menudo el ego es el culpable de enfrascarnos en discusiones innecesarias, principalmente cuando queremos demostrar que tenemos razón. A juicio de Gately, muchos tienen la visión equivocada de que “contener nuestro ego nos impedirá ser auténticos y comportarnos de manera que todo el equipo salga ganando“.

Además, darle importancia al ego nos vuelve más individualistas, e impide un trabajo colaborativo y mucho más provechoso. “El ego nos impide aprender. Un ego poco saludable es síntoma de una falta de equilibrio entre autoestima y humildad y podemos acabar cerrando nuestra mente y no ser conscientes de aquello en lo que podríamos y deberíamos mejorar“, sentencia.