El episodio más terrorífico que vivió la joven estadounidense, Janelle Westfall, ocurrió en marzo del 2013. Esta caminaba de regreso a su hogar con una lata de cerveza en la mano, cuando fue detenida por un oficial de policía.

Como tenía menos de 21 años (edad legal para beber en este país), inventó un nombre falso, pero el oficial David Seastrand rápidamente se dio cuenta, por lo que fue llamada a la estación de policía cuatro días más tarde para discutir sus opciones.

Lo que ella no sabía, es que este policía tenía un método muy particular para dejarla en libertad: “Él dijo que agarraría la cámara de la estación para tomar una serie de fotos desnudas de mí y que después las tendría sobre mi cabeza por dos años, para asegurarse de que no volviera a cometer otro crimen”, explicó Janelle en una entrevista a la revista estadounidense People.

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Esta inusual situación de acoso fue llevada a tribunales, donde en abril del 2013 se determinó que el oficial Seastrand no volvería a servir como policía. Pero no hicieron nada más y el caso fue archivado por “falta de evidencia”.

Este año, el caso fue retomado argumentando que el oficial “manipuló el proceso de justicia criminal para sus propios fines lascivos” y se logró que le pagaran una compensación a la chica. Pero el acuerdo monetario incluye una cláusula de “no admisión”, lo que significa que “no puede entenderse, considerarse o entenderse … como una admisión de responsabilidad, fechoría, o culpabilidad”. Es decir, este continúa siendo “inocente”.

“Me molesta que le pueda ocurrir a alguien más. Estaba lista para testificar en la corta, a pesar de que el recuerdo me aterrorizaba, incluso estar en la misma sala que él me asustaba”, explicó Janelle, quien pretende pedir un nuevo juicio.