El pasado sábado se estrenó la versión chilena de Bailando por un Sueño, luego que lo anunciaran con bombos y platillos en diciembre pasado.

El desafío se veía tan grande que incluso su animador, Martín Cárcamo, decidió renunciar al matinal Bienvenidos para dedicarse de lleno a este proyecto que contempla a su productora, Lateral, y a Canal 13.

Apenas un día luego del Festival de Viña, el ‘rubio natural’ debutó en vivo en medio de un set bastante amplio, muy bien cuidado e iluminado, nada que envidiarle a su símil trasandino.

Pero aunque entendemos que es una licencia y existen aspectos que deben replicarse tal cual, como parte de la normativa, probablemente algunos detalles se podrían haber adaptado mejor al estilo de televisión que consume el público chileno.

En Argentina, Bailando por un Sueño es prácticamente una institución, con 14 temporadas desde 2006. Por ese espacio han pasado grandes figuras de la TV trasandina como Carmen Barbieri, Moria Casán, Florencia de la V, Carolina Ardohain, Nicole Neuman, y Luciana Salazar, por nombrar solo algunas.

Y aunque se supone que lo principal es el baile, la versión argentina dista bastante de su original mexicano, pues en ella destacan las fuertes polémicas entre concursantes y también con el jurado, que van nutriendo una serie de programas de la televisión local como matinales y programas de farándula.

Dicho esto, y aunque el espacio lleva solo una semana al aire, vale la pena comentar algunos aspectos que no terminan de cerrar en este nuevo y ambicioso estelar.

¿Cuál es el estilo de Martín Cárcamo?

Primero, Martín no parece lo suficientemente relajado en el espacio, es más, se ve un intento, a ratos descarado, de imitar algunos guiños propios del estilo de Marcelo Tinelli, conductor de la versión “che”. Cuento aparte es el “Ah bueeno” (léase con acento argentino) que enuncia Cárcamo en cada baile, algo completamente innecesario pues esa expresión no existe como tal en nuestro vocabulario popular.

Un set repleto…

Segundo, siempre es importante que la gente tenga trabajo, sobre todo en la compleja industria televisiva, pero ¿es necesaria tanta gente en un mismo set? Además de los bailarines del staff, que participan en la obertura y le dan la “bienvenida” a cada pareja, se encuentra el jurado, los miembros del BAR, y los coaches, por lo que evidentemente el juego de cámaras es importante y, a ratos, cansa tanta intervención.

La voz en off

En la versión trasandina, además del animador, el programa se articula en base a varias intervenciones en off, además de reiterados sonidos y bromas. Ahora bien, si la producción local decidió incorporar una voz en off, a cargo de Karol Blum, entonces sería prudente dejarla participar sin tantas interrupciones, pues las reiteradas intervenciones de Martín en todo momento, se topan bastante con las de Karol, lo que ensucia la transmisión.

Mucho ‘bla bla’ y poco ‘cha cha’

Como señalamos más arriba, la gracia del Bailando en Argentina es, en gran parte, sus polémicas, pues es lo que les gusta y así se estructura la televisión trasandina, donde hasta los programas políticos son faranduleros. En Chile, en tanto, esa realidad cambió drásticamente hace algunos años y actualmente no queda ningún programa de farándula al aire, y ni siquiera los matinales se atreven a comentar tanto espectáculo, después del 18 de octubre.

Entonces ¿es necesario caer en polémicas un tanto forzadas, como las discrepancias entre el jurado o seudo romances?

En este punto, son muchos los televidentes que han coincidido en que deberían cortar un poco ‘la conversa’ y darle más énfasis al baile, que es lo que al parecer la gente desea ver, pues uno de los puntos más fuertes de este programa es su casting.

Y es que es eso precisamente lo que la versión chilena debe aprovechar, el selecto grupo de famosos que está compitiendo, apoyado también por bailarines que ya son conocidos por gran parte del público, como es el caso de los chicos Rojo, pero sin polémicas inventadas.

La gente se aburrió de romances que no son, de un jurado que juega “al bueno y al malo”, y cahuines que solo ensucian una apuesta que podría ser el puntapié inicial para una nueva forma de hacer entretención, sobre todo en estos tiempos donde las miradas de los televidentes son mucho más agudas que antes.