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Valentina Correa y el sicariato que marcó su vida: la lucha por la toma en Quilpué

Escrito por:   Camila Álvarez

Valentina Correa

Valentina Correa

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Valentina Correa, hija del ingeniero Alejandro Correa asesinado por un sicario en 2020, se convirtió en activista contra las usurpaciones urbanas. Tras la condena a Renato López y al sicario, Valentina destacó la importancia de la justicia. La lucha por recuperar los terrenos ocupados en Quilpué finalmente verá la demolición de las viviendas, tras años de espera y promesas incumplidas. Valentina, ahora estudiante en Londres, sigue siendo una voz persistente en la búsqueda de justicia y reconstrucción de su vida.

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La vida de Valentina Correa cambió de golpe en mayo de 2020. Su padre, el ingeniero Alejandro Correa, fue asesinado frente a su casa en Concón por un sicario colombiano, contratado por Renato López, quien buscaba apropiarse de sus terrenos en Quilpué.

Desde entonces, Valentina pasó de ser una joven socióloga a transformarse en vocera de su familia y en una de las voces más visibles contra las usurpaciones urbanas.

Actualmente estudia un máster en políticas públicas en Londres y trabajó en comunidades rurales de Etiopía, pero nunca se desliga de la causa que marcó su vida. “La mafia y el crimen organizado que existe tras esta toma es enorme… El Estado nos ha fallado, tienen las herramientas para hacer el desalojo, para hacer una demolición, pero no existe la voluntad política”, señaló en 2022.

La búsqueda de justicia de Valentina Correa

El crimen impactó a todo el país, pues se trataba de un caso poco común en Chile: un homicidio por encargo. Tras un largo proceso, en abril de 2022 la justicia condenó a López a 20 años de cárcel y al sicario a 28 años, recoge T13.

Para Valentina, leer la sentencia fue sanador: “Me ayudó mucho ver que en un 99% tiene que ver con cómo yo creo que sucedieron las cosas… Y tener esa sintonía... es cuando se vuelve a unir el pacto social. Ese pacto implícito sobre que el Estado te provee seguridad”.

También reflexionó sobre el impacto emocional: “Yo hago el símil con los detenidos desaparecidos… si los asesinos de mi papá estuviesen libres y yo no tuviera claro qué pasó, no sabría cómo reinsertarme en esta vorágine social. Probablemente, mi historia sería muy distinta”.

El otro frente: la recuperación de los terrenos

Paralelamente, la familia ha debido enfrentar un complejo litigio por la ocupación de los terrenos en Quilpué. Pese a que en 2024 la Corte de Apelaciones de Valparaíso ordenó la demolición de las viviendas instaladas en la toma, la medida se fue dilatando entre promesas incumplidas.

Valentina rompió el silencio con una carta a El Mercurio: “Le recuerdo al Gobierno que en mayo de 2020 un reconocido narcotraficante mandó a asesinar a mi padre para apropiarse de ese terreno… Hoy ese criminal cumple una larga condena, pero el terreno sigue ocupado, mientras el Ejecutivo continúa sin cumplir la orden judicial”.

La espera terminó: este martes comenzará finalmente la demolición de las casas en la toma de Quilpué. Se estima que cerca del 30% de las familias ya se retiró voluntariamente, mientras que las autoridades instruyeron que las máquinas trabajen desde las 06:30 horas para despejar el sector.

Una voz que no se apaga

Aunque evita ser siempre protagonista, Valentina ha encontrado en la escritura un refugio. Tras el asesinato comenzó a redactar un diario que, con los años, se transformó en un manuscrito: “Un sicario mató a mi padre, pero este texto no es una crónica policial… Es un texto sobre cómo la reflexión de una vivencia traumática me devolvió la vida. Terminar el manuscrito es dejarlo partir una vez más, es dejarlo morir y transformarse”.

Con el recuerdo de su padre intacto, Valentina Correa sigue adelante con una convicción clara: la búsqueda de justicia y la recuperación de lo que le pertenece a su familia.