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EFE
Robert Prevost se convierte en el nuevo papa, tomando el nombre de León XIV, tras ser elegido por 89 de los 133 cardenales electores en un cónclave de dos días. Con nacionalidad estadounidense y peruana, Prevost es descrito como afable, moderado y reservado, siendo un colaborador cercano del difunto papa Francisco. Su elección busca ser un puente entre las facciones conservadora y reformadora de la iglesia, destacando su vasto conocimiento de América. Con 69 años, se convierte en el primer papa de origen estadounidense, y se espera que continúe la línea del papa Francisco en temas de cercanía al pueblo y transparencia en casos de abusos en la iglesia.
Desarrollado por Bío Bío ComunicacionesDurante la jornada de este jueves, se confirmó que Robert Prevost se convirtió en el nuevo papa.
Luego de dos días de cónclave, los cardenales lograron llegar a un consenso para elegir al próximo sumo pontífice.
Recordemos que la máxima autoridad de la Iglesia Católica, quien tomó el nombre de León XIV, logró al menos dos tercios de los votos de los 133 cardenales electores, o sea, 89.
Tras salir el tradicional humo blanco, el sucesor de Pedro saludó a todos los feligreses en plena plaza del Vaticano.
Afable, moderado, reservado, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, desde este jueves el papa León XIV, fue una de las grandes apuestas de Francisco, que lo designó responsable de los obispos de todo el mundo y de su comisión para Latinoamérica.
Este misionero de la antigua Orden de San Agustín, quien también tiene nacionalidad peruana, ha sido en los últimos años un estrecho colaborador del difunto Jorge Mario Bergoglio y entró a su estilo, discretamente, en la lista de 'papables' para este cónclave, como un 'outsider' en medio de otros grandes nombres.
Su talante moderado le posiciona como puente entre las facciones conservadora y reformadora de la iglesia y su vasto conocimiento de América le ha valido el respaldo de los cardenales del sur y del norte del continente, muchos de los últimos críticos con Francisco.
Prevost nació en 1955 en Chicago (EE. UU.). Su carrera eclesiástica comenzó con el noviciado agustino de Saint Louis donde, en 1981, asumió sus votos. Luego llegarían los estudios en Teología y un viaje de juventud a Roma para estudiar Derecho Canónico.
Tras ordenarse sacerdote en 1982, con 28 años, partió enseguida a lo que se convertiría en su segundo país: Perú, donde participó en la misión de Chulucanas, en Piura (1985-1986).
Esta sería el primer paso de un largo camino en Latinoamérica que prosiguió en 1988 en la misión peruana de Trujillo, seleccionando vocaciones agustinas en ciudades como Chulucanas, Iquitos y Apurímac y ejerciendo otros roles durante una década en esa archidiócesis.
Prevost también acumula una dilatada experiencia docente en su país, también como prior general del Capítulo Agustino de Chicago, hasta que en 2014, desde Roma, el papa Francisco le puso al frente de la diócesis peruana de Chiclayo, como administrador apostólico.
Un año después sería nombrado por Francisco obispo de Chiclayo y desde 2018 fue vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal de Perú, afrontando entre otras cosas la grave crisis por los abusos del grupo Sodalicio de Vida Cristiana, disuelto este año por el papa.
Tras un lustro peruano, en 2023 el pontífice argentino le llamó a Roma para hacerle cardenal y nombrarle prefecto del Dicasterio para los Obispos, el ministerio vaticano que elige a los monseñores de todo el planeta.
Al frente de esta poderosa institución, que controla una enorme red de prelados en todo el mundo, asistió también a las pugnas de su mentor, el papa Francisco, con los conservadores católicos, plasmadas por ejemplo con la destitución del obispo estadounidense Joseph Strickland en noviembre de 2011, desleal con la Santa Sede.
Pero Francisco también lo puso como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina gracias a su gran conocimiento sobre la realidad y las periferias del subcontinente.
Su rol de “ojeador” de obispos y su experiencia sudamericana hace que Prevost mantenga un contacto continuo con la jerarquía eclesiástica alrededor del mundo, sobre todo en América, la región con la mitad de los católicos del planeta (unos 637 millones en 2004).
Pero su elección pontificia marca una novedad no solo porque lo consideran un cardenal joven, con 69 años, sino también porque se convierte en el primer papa originario del corazón de un imperio ya suficientemente poderoso: Estados Unidos.
A nivel de magisterio, aunque cauto, se ha pronunciado en línea con el papa Francisco, defendiendo la idea de un clero "cercano al pueblo", diametralmente opuesto a la figura de un “directivo” o "un gestor".
Y sobre la lacra de los abusos que ha sacudido la iglesia en los últimos años, y que el pontífice argentino afrontó, ha reclamado la obligación de "ser transparente y acompañar a las víctimas".
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