Cientos de vecinos de Laboulaye, Argentina, despidieron los restos de Joaquín Sperani, adolescente de 14 años que fue asesinado a golpes por un amigo de la misma edad.

“Era un chico correcto. Yo estaba criando a un hombre, un ser responsable y no a cualquier cosa. Yo le doy valores a mis hijos”, dijo Mariela Flores, la madre de Joaquín.

En las últimas horas se conoció que el menor de edad recibió un total de 18 golpes en la cabeza, de acuerdo con las conclusiones de la autopsia en su cuerpo.

El Ministerio Público Fiscal confirmó que Joaquín, desaparecido el último jueves, fue hallado sin vida este domingo en una casa abandonada, a 100 metros de la escuela a la que asistía.

Quién era Joaquín Sperani

Joaquín Seperani era el mayor de cinco hermanos, jugaba al fútbol en la categoría sub 15 del club Huracán.

Era arquero, pero muchas veces se lo escuchó querer ser camionero de grande, como su padre.

Todos los días, como es habitual entre los adolescentes de Laboulaye, iba en bicicleta a la escuela. El jueves salió a las 14:57 de casa, por última vez.

Su bicicleta estaba en el patio del colegio en el momento en el que fue denunciada su desaparición.

Tenía 14 años, sufría bullying y su mamá aclaró que el adolescente tenía una personalidad introvertida y que no utilizaba redes sociales.

Quienes lo conocían aseguran que era muy inocente y pasaba mucho tiempo con su mejor amigo, quien terminó como único acusado del feroz homicidio.

Además, ocultó por varios días lo ocurrido a las autoridades y hasta brindó pistas contradictorias, entorpeciendo la investigación.

El joven murió a causa de un traumatismo de cráneo y que sufrió un daño encefálico que le provocó la muerte inmediata, luego de recibir golpes en la cabeza.

El responsable del crimen que conmociona a Laboulaye

El presunto responsable del crimen, un adolescente de la misma edad de Joaquín Seperani, fue trasladado este lunes a un centro de detención juvenil para su “resguardo”.

En la escena del crimen, se hallaron un hierro y un pedazo de hormigón, ambos con manchas de sangre.

El joven, que habría confesado la autoría del asesinato, es inimputable a causa de su edad y está a disposición de la justicia.

La información judicial indica que “se pudo establecer la presunta participación no punible de un niño” en la muerte de Joaquín y añade que “el adolescente involucrado en el hecho actualmente se encuentra alojado para su resguardo en el Centro de Admisión y Diagnóstico (CAD), que depende del Complejo Esperanza, de la ciudad de Córdoba”, donde en las próximas horas se llevarán a cabo estudios diagnósticos, psicosociales y ambientales.

Joaquín llegó en bicicleta al colegio pero no entró a clases. Junto a su amigo de toda la vida, salieron caminando de la escuela, según se corroboró a partir de una cámara de seguridad vecina.

La imagen refleja que ambos estaban juntos y sonrientes. En la misma filmación, los investigadores observaron que minutos después el adolescente regresaba solo al colegio.

En el camino, se le cayó un teléfono celular, que levantó pronto y guardó en su pantalón. Esa tarde, el adolescente entró de nuevo en la escuela y se sentó en el lugar de siempre, como si nada lo perturbara.

Cuando los agentes lo encontraron fue evasivo en sus respuestas: el plan era irse de la escuela, pero se arrepintió y quiso volver a clases. Sobre el celular extra, aseguró que era de su papá, pero su padre negó esa versión.

En la segunda interrogación, dio otra versión: reconoció que el teléfono era de Joaquín pero se lo había dado antes de escapar de la ciudad. Ahí instaló la versión del bullying, algo negado por la maestra.

Los papás de Joaquín ratificaron que su hijo era víctima de bullying, por lo que la búsqueda salió de su eje original. Los policías de Laboulaye, con poca experiencia en caso como estos, en lugar de rastrillar desde la escuela, el úitmo lugar donde se lo vio con vida, empezaron a buscar a una supuesta familia “sustituta”, que el adolescente había señalado como cercana, en relación al bullying recibido.

En una tercera instancia de interrogación, ya no mintió más (o al menos eso se presume): confesó que el jueves habían ido juntos hasta allí, solos, y que entonces comenzaron a discutir.

Sin ninguna premeditación, tomó el caño y comenzó a golpear a Joaquín en la cabeza. Luego lo remató con un trozo de mampostería.

“Fue algo personal, no se trató de un robo”, sintetizó un investigador que habló con Cadena 3.