Aun cuando son un poco más del 50% de la población, las mujeres en Chile no representan la mitad de la fuerza laboral chilena. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Chile 9 millones de personas están trabajando. De ese total, el 43% son mujeres, es decir, 3,8 millones.

Al igual que los hombres, la mayoría de las mujeres se desempeña de manera dependiente en el sector privado. Sin embargo, existen otros rubros en los que ellas lideran en participación.

Por ejemplo, las mujeres trabajan 43 veces más que los hombres en el servicio doméstico; el doble en el sector público y, también, el doble de mujeres que de hombres se dedican a las labores familiares no remuneradas como el cuidado a terceros. Por otra parte, una de cada cinco mujeres trabaja por cuenta propia.

¿Qué significan estos datos en cuanto a sus ahorros previsionales y los montos de sus pensiones? En este artículo te lo explicamos.

El peligro de la informalidad laboral

Al menos el 20% de las mujeres en Chile tiene un empleo por cuenta propia: personas que venden productos en ferias libres, en comercio establecido, ambulante o a través de internet.

Muchas veces esos trabajos son informales, es decir, no tienen cobertura de salud, pensión, cesantía o accidentes laborales. Es así que, de acuerdo con datos de la Superintendencia de Pensiones, de los 3,8 millones de mujeres que trabajan, 1,2 millones de mujeres no cotiza para su futura pensión, es decir, una de cada tres trabajadoras.

“Estas cifras revelan que, lamentablemente, las mujeres se enfrentan a un mercado laboral dispar, en gran parte debido a la informalidad. Cuentan con recursos para el presente, pero no para asegurar un ingreso durante una de las etapas más vulnerables de la vida, como es la vejez”, explicó Alejandra López, gerenta de Proyectos de la Asociación de AFP.

En Chile, existe aún una importante brecha salarial entre hombres y mujeres. De acuerdo con el INE, cuando se observan los datos de todos los trabajadores, se puede ver que las mujeres tienen un ingreso promedio de $586.000, mientras que esta cifra llega a $749.000 entre los hombres, con una brecha de 22%.

Por otro lado, si se comparan los sueldos de hombres y mujeres que cotizan para pensiones, o sea, que dejan fuera de la medición a ocupaciones informales o por cuenta propia, esa brecha se reduce al 15%, con sueldos que son más altos y que, en promedio, alcanzan $1.200.000 para los hombres y $1.043.000 para las mujeres.

La brecha salarial impacta en las pensiones

“Las mujeres ganamos menos que los hombres y socialmente asumimos mayor carga en las labores del hogar y de cuidado, lo que nos hace tener más intermitencia laboral, por lo que ahorramos menos años para nuestra pensión. Los hombres cotizan, en promedio, 26 años, mientras que, las mujeres cotizamos 4 años”, detalló la ejecutiva de la Asociación de AFP.

Además, la Ley establece que las mujeres se jubilen cinco años antes que los hombres, aun cuando viven por más tiempo. La expectativa de vida a la edad legal de una mujer es de 92 años, mientras que la de un hombre, de 86 años.

“Todos estos datos dan como resultado que las pensiones de las mujeres sean más bajas porque ahorramos por menos tiempo, por un ingreso menor, nos pensionamos antes y debemos financiar, con nuestros ahorros, más años de pensión que los hombres”, señaló López.

¿Qué se puede hacer para mejorar las pensiones de las mujeres?

La Asociación de AFP ha hecho diversas propuestas para ayudar a aumentar las pensiones de las mujeres:

1. Reducir la informalidad laboral: las políticas públicas debieran propiciar mayor flexibilidad laboral, planes de no discriminación por género y ayudas en lo que respecta al cuidado infantil. Medidas concretas en ese sentido son: tener la posibilidad de trabajar medias jornadas, o con horarios flexibles, el teletrabajo y bonos para madres y padres para tener acceso a un jardín o una red de cuidados infantiles.

Es necesario, también, revisar los programas sociales, subsidios o bonos estatales, que establecen como requisito no tener registro de ingresos. Muchas mujeres que son jefas de hogar y que, a la vez, por ejemplo, son emprendedoras y desde su casa arreglan ropa o venden productos, son beneficiarias de estos programas. Para ellas, inevitablemente este tipo de requisitos reducen el incentivo a formalizar su trabajo y, por ende, a cotizar no solo para la pensión, sino que también para salud, accidentes del trabajo y cesantía.

2. Incentivos para postergar la jubilación de manera gradual: se estima que, si las mujeres se pensionaran a la misma edad que los hombres, sus pensiones podrían aumentar en hasta 50%.

3. Motivar el ahorro voluntario: cuando se habla de ahorrar, en general, se cree en que es necesario hacerlo en grandes montos, pero no es así. Lo que hace la diferencia es empezar tempranamente.

4. Entregar un bono al nacer: una de las propuestas que ha realizado la Asociación de AFP es entregar un bono al nacer, diferenciado por género, de al menos $1.000.000 destinado a la pensión de vejez, para nivelar las grandes diferencias que hoy existen.