De luto, miles de vecinos del pueblo de Tulyehualco, al sureste de Ciudad de México, despidieron este martes a la niña de siete años que fue hallada muerta este fin de semana, en un ambiente de profunda consternación por la violencia feminicida que golpea al país.

La pesadumbre de los presentes en el funeral se fundió con la indignación que, horas antes, convocó también a decenas de mujeres hasta la residencia presidencial de México donde, por segunda vez en menos de una semana, protestaron exigiendo justicia y acciones concretas contra la violencia de género.

Cantos, rezos y gritos de “¡justicia!” resonaron por las calles de casas austeras donde habitaba la menor con su familia, mientras el dolor embargaba a adultos y niños que portaban flores y globos blancos en su honor.

“Para mí es muy fuerte todo esto. Yo la vi nacer, crecer (…) Como familia esperamos que se haga justicia y que ni a una niña, ni a un niño más les quiten la vida“, dijo entre lágrimas Aída Ramírez, tía de la menor, a la AFP.

En las calles abarrotadas, sobraban las muestras de dolor y solidaridad con los deudos. Atónitos, los pobladores miraban las veladoras puestas al pie de fotografías de la niña en un altar improvisado.

AFP
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Sobre su ataúd, cubierto con flores y una manta blanca, reposaba un oso de peluche, mientras una banda de mariachis acompañaba la procesión que pasó primero por la escuela donde estudiaba antes de dirigirse al cementerio.

“Produce miedo saber que a las hijas o a las nietas les puede pasar algo”, dijo Luz María Vázquez, ama de casa de 57 años y vecina de Tulyehualco.

“Tendríamos que ser como una red de apoyo para la prevención de todo delito”, dijo a los presentes uno de los sacerdotes durante la misa funeraria. Pero “la ayuda llega cuando ya sucedió”, lamentó.