“Ébola, vete”, pide un habitante de Costa de Marfil durante una singular marcha. Esta subestimada enfermedad ha superado todos los récords, alcanzando la lamentable cifra de mil 500 víctimas y 3 mil 69 infectados, según el último informe entregado por la Organización Mundial de la Salud. Lo peor de todo, es que se cree que afectará a más de 20 mil personas si no se logra detener a tiempo su aceleración.
Este brote de fiebre hemorrágica se localiza en cuatro países de África occidental, principalmente localidades apartadas, siendo Liberia el más afectado con casi mil 400 casos. Guinea, el país donde se inició la epidemia registra 648 casos con 430 muertes.
Sierra Leona, otro de los infectados, tiene un balance de 422 fallecidos, mientras que Nigeria, el menos golpeado por esta enfermedad, registra 17 contagios con 6 muertos. Con estas oscuras cifras, se determinó que la fatalidad promedio es del 52% y que más del 40% de los casos han ocurrido en los últimos 21 días.
Como si esta epidemia no fuera suficiente, hace poco se reportó un brote independiente en la República Democrática de Congo.
Esta enfermedad se caracteriza por su alta mortalidad (alrededor del 90%) y porque siempre resurge en aldeas remotas de África central y occidental, cerca de la selva. ¿Por qué en estos sectores? Porque el murciélago de la fruta es el huésped natural de este virus y las personas se contagian al entrar en contacto con él.
La primera vez que se reportó este virus fue en 1976, cuando ocurrieron dos brotes simultáneos en Nzara (Sudán) y Yambuku (República Democrática del Congo). La enfermedad tomó el nombre del río que estaba cerca de la primera aldea afectada.
En ese entonces, el saldo fue de 400 muertos: bastante menos que el escenario actual. De hecho, nunca un brote había logrado llegar a las 500 víctimas, por lo que la salud mundial se enfrenta a un panorama bastante complicado.